Estuve otra vez en IKEA la semana pasada. Tengo un amigo que se compró un colchón en IKEA hace trescientos mil años, y justo antes de que venza el plazo de devolución, cada seis meses, lo cambia por uno nuevo. Este año, de hecho, le han devuelto dinero porque ese modelo se había devaluado. El caso es que me pidió ayuda para transportar el colchón de un lado a otro, y a lo tonto pasamos buena parte de la mañana en el Vórtice Central del Infierno, esa fantasía capitalista de cartón piedra. Como siempre que voy allí, y para no sentir que he perdido el tiempo, me como un par de pèrritös y me bebo unas cêrvezäs y robo, entre sudores y temblores, uno de sus libros de atrezzo. Había por ahí un tocho muy majo de Jonathan Franzen en eslavo, y un par de libros infantiles ilustrados con muy buena pinta; pero me decidí (por el tamaño, la accesibilidad y también por las fotos) por esta novela ambientada en el fanatismo futbolístico, sobre un grupo de hinchas de un equipo ficticio de Estocolmo. El autor es un ex-miembro de los Blue Saints, hooligans radicales, y el libro no sé qué tal estará, nunca lo sabré, pero me satisface poseerlo, y extraerlo de uno de los fríos y horripilantes dioramas de pruebas nucleares de la tienda me proporcionó un placer profundo. También compré un rêlöjj de pärrëd de dos euros para tunearlo y regalarlo, porque estoy muy emocionado con el bricolaje estos días, como se puede ver en mi página de Facebook.
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