jueves, 1 de diciembre de 2011

The astounding Wolf-Man 1-18 (Robert Kirkman, Jason Howard, 2007-2011)


Al margen del famosisimo The walking dead, el demiurgo Robert Kirkman aterrizó hace ya unos pocos años en Image con la intención de desarrollar un universo autorreferencial salpicado tanto de superhéroes como de humanos con poderes sobrenaturales. Tengo pendiente echarle un ojo a Invencible, el Supermán de Kirkman, aunque a priori no me atrae lo más mínimo. Y por fin he estado devorando unos cuantos números de este personaje, el hombre-lobo bonachón y peripatético inmerso en mil y un dramas cotidianos.
La serie cuenta la historia de Gary Hampton, un alto ejecutivo multimillonario que de golpe y porrazo recibe los poderes de un licántropo. El primer número asienta las bases de por dónde va a ir la cosa: Gary Hampton está casado, tiene una hija y un mayordomo, y es un santo varón enfrascado en mil y un proyectos benéficos, que es transformado en un peludo superpoderoso cada noche. Rapidamente, conocerá a un vampiro llamado Zechariah, quien le someterá a un duro entrenamiento para controlar su sed de sangre y los propios movimientos de su nueva anatomía. En cuestión de días, Hampton pierde todo lo que tiene, que le es embargado al ser considerado sospechoso de fraude. Zechariah resultará ser un violento hijo de perra, que asesina a la esposa de Hampton. Por ahí aparecen varios equipos de superhéroes y supervillanos que entran en la vida de Wolf-Man. Sectas de peligrosos hombres-lobo que quieren llevarle a su terreno. Un Hombre-Lobo primordial con dreadlocks que le guía espiritualmente por la vía el dar cera pulir cera. Chloe Hampton, la hija, desconfía del padre y se transforma a su vez en una vengadora mitad vampiro, tomada en adopción por Zechariah cuando Gary es acusado de asesinato y encarcelado. En prisión, Wolf-Man conocerá a The Face, un cabroncete con dos cabezas (mi categoría de monstruo pop favorito), que le tienta hacia el lado oscuro. El culebrón melodramático, el cliffhanger, los giros inesperados y los diálogos brillantes son la marca de la casa (como sabe todo seguidor de The walking dead). Todo es demasiado terrible y Hampton se lleva palo tras palo, como un mártir en vida. Y el asunto del licantropismo superheroico da el pego perfectamente. The astounding Wolf-Man es una serie sin mucha enjundia, con un tufo a tebeo clásico a lo Lee-Kirby (no creo que Savage Dragon, del editor actual de Image, tarde demasiado en cruzarse en el camino del Hombre-Lobo astoúndico, porque por ahí van los tiros) y que engancha un montón, pero, insisto, demasiado melodramático y tremebundo todo. Hay que añadir al cóctel los dibujos del desconocido Jason Howard, con unos posados del Lobo-Hombre que quitan el hipo y una planificación de las viñetas asombrosa, de verdadero fanático del tebeo pijamero. Un tebeo hipercolorido, sangriento en su justa medida, con superhéroes molones pero insulsos y una saga que a ver por dónde nos lleva, pero de momento estaré muy pendiente.

miércoles, 30 de noviembre de 2011

Porn stars from Mars! (Elizabeth Starr, 2004)


A Russ Meyer le reivindica ya hasta mi madre. Cuando se piensa en cine guarrindongo protagonizado por mujeres de grandes pechos, a todo el mundo le viene a la cabeza Russ Meyer, "el de las tetas grandes". Solo algún espabilado se acuerda de Doris Wishman, de Tinto Brass o de Andy Sidaris, como alumnos aventajados del Russ' way of life. Pero nadie, nadie se fija en Elizabeth Starr, con lo que ha hecho esta mujer por mantener vivo el espíritu de Meyer. Claro que lo de Elizabeth Starr tiene delito. Hace ya varios años, me descargué a lo loco buena parte de su filmografía como directora, y desgraciadamente he tirado de esos DVDs más de una vez, como ayer mismo. Y si hubiera que adscribir las pelis de la Starr dentro de algún infragénero porno, no sería el de las mujeres con boobs grandotas, sino más bien el de mujeres maduras y decadentes con boobs absurdamente desproporcionadas haciendo rotundamente el gilipollas sin guión. Porque las películas de esta tía no ponen nada, y dan mucha pena. Yo las he mirado varias veces, sin dar al avance ni nada, como quien observa un documental de sobremesa de cachalotes en celo. Es muy extraño lo que sucede en sus películas. La medalla de honor se la lleva, sin duda, "The double-D avenger", una de las provectas colegas de Starr, habituales en sus películas: Kitten Natividad. Musa de Russ Meyer, que en los setenta fuese ultra-vixen por excelencia, en los dos mil es un enjuto remedo de Karina que nunca jamás se ha visto los pies, con las tetas como hinchadas y deshinchadas varias veces, una pequeña ancianita con un flotador de un patito bicéfalo gigante permanentemente colgando de la papada. Da mucha lástima. Y su amiga de tupper-sex, Elizabeth, le organizó una peli de vuelta al ruedo en la que hacía de superheroína, con un traje de espándex confeccionado en alguna casa de disfraces para osos de circo, donde no recuerdo siquiera si se desnudaba; me suena que sí, que tenía un numerito en una boite haciendo lo de la barra, que daba una pena que te cagas. Otra de las habituales en las películas de Starr es Summer Cummings, que en tiempos apuntó como una scream-queen noventera a reivindicar, pero de tanto implante y tanto botox da bastante grima. Por allí pululan siempre otras señoras rotundas vestidas de payaso como Tiffany Towers, Nosequé Mountains, Algo Cupcakes... Liza se reúne de sus ancianas amigas del té, trasnochadas, avejentadas y que tengan las ya de por sí inmensas tetas caídas y fláccidas, algunas hasta las rodillas. Son películas que deberían estudiarse en las escuelas de cirugía plástica. Qué va a ser de esas mujeres obsesionadas con la silicona cuando lleguen a la senectud. Otro detalle curioso de las películas de Starr Productions, es que pasan por ser porno femenino, o de "discriminación positiva", o como se llame eso, si es que lo hay. Abundan las escenas lésbicas, donde las freaks se dedican a darse tetazos o a aplastarse las tetazas en la cara rodando por el suelo, que dan un poco de pena, dan ganas de ir a separarlas mirando hacia otro lado, porque ya están mayores y se van a hacer daño. Y además lo hacen fatal, porque se nota que son muy colegas, que han ido por la mañana juntas a comprar el tinte al Caprabo y ahora ahí haciendo el indio les entra la risa. Por supuesto, al elenco de viejas, viejísimas glorias, se unen superestrellas del porno como Ron Jeremy o Tom Byron, que siempre hacen cameos idiotas. Me pone negro el cine de esta señora, esas monstruitas feas y ancianas con tres cabezas, con esas fachas haciendo esas tonterías, escudadas en el hecho de que estarán poniendo caliente a alguien, que lo suyo es porno digno y artie, en la onda de Russ. Incluso se atrevió Starr a hacer "Faster Pussycat Fuck! Fuck!" (2005), que también me la he visto porque es gratis y tengo mucha paciencia, y salen coches por el desierto, sí, y mujeres con tetas como sandías que hacen bailecitos, pero todo es lamentable, lamentable (hay un homenaje moderno al cine de Russ, que yo conozca, un poco, solo un poquito más digno, que se llamó "Pervert!" (también de 2005), que al menos se reía un poco de sí mismo). Dentro de lo malas que son todas estas películas que hace esta tía que me cae tan mal, "Porn stars from Mars!" es probablemente la más gilipollas de todas, porque además las focas monje están pintadas de verde fosforito y con antenas, y llevan una especie de puntas de obús en los pechos, que se los quitan en pleno éxtasis. Y los sobacos y los pliegues bajo las elefantiásicas tetas están sudorosos y desteñidos. Da cosita. Tengo pesadillas con estas películas. Tengo por ahí el DVD con ellas y vuelvo a veces a ellas, porque siento un impulso extraño, porque nadie habla de Elizabeth Starr cuando la pobre está erre que erre queriendo reavivar la llama de Meyer y nadie le hace caso; pero es ver cinco minutos de cualquier cosa de estas, y mira que tienen producción y las viste de colorido y de fanfarria, pero lo dicho: deprimente, el mundo de esta mujer.

Leisure Suit Larry: Magna cum laude (PS2, 2004)


Los videojuegos de Sierra forman una parte gorda de mi educación sentimental. Tenía por casa esta 8ª entrega de las aventuras picantes de Larry Lovage desde hace por lo menos dos años, y ¡no lo sabía! Me lo debí comprar o me lo regalaría alguien, y como siempre digo, no soy mucho de jueguecitos. De hecho he encontrado cuatro o cinco más a los que no he jugado nunca. La semana pasada le dediqué unas cuantas horas, y enseguida me lo acabé (aunque todavía me falta el 30% de cosas nuevas que hacer, como pasa con esto del sandbox). Como siempre, el juego es un cachondeo. La gracia, al menos para mí que lo de los botoncitos me la suda, está en ir yendo de una escena cinemática a la siguiente, y ver cómo Larry va desfaciendo entuertos y magreando a las mozas. En este juego sí que folla. Creo recordar que en las primeras entregas de Larry, aquellas de "píxeles como puños" del 386, nunca llegaba a hacerlo. Y si lo hacía, era pagando, y encima pillaba la sífilis. Aquí la cosa transcurre en un campus universitario. Vas entrando a un total de 12 pibas, si no recuerdo mal, que están todas muy buenas y son muy tontas. La cheerleader, la freak, la redneck, la geek, la nerd, la rebelde, la vikinga de intercambio, la profesora del laboratorio, y así. Se avanza a base de superar minijuegos verdaderamente estúpidos y molestos. Saltos en cama elástica, bailes idiotas o el juego del durito. Te vas emborrachando y meas o tomas café para que se te pase, porque influye en tu destreza a la hora de superar los juegos gilipollas. Como digo, los minijuegos, el desarrollo en sí, es un coñazo. Lo único que cuenta es que Larry supere un par de trámites para ver las escenas de película, los dibujitos animados picantes. Y las mozas se desnudan. Aquí se ve mucho, se cata pelo y todo. Pero si no fuese por el cachondeo, que a veces me partía de risa (estos de Sierra, qué salidos están y qué tonterías hacen, son como el SNL de los videojuegos), por las tramas y las chorraditas ocultas, esto se queda en un Sexvilla 3D con molestos minijuegos idiotas de por medio; es decir, en un coitus manubrius interruptus. Eso es lo que es. Pero se le tiene cariño ya, al cabezón y a los extras de toda la vida.

Carrie (Brian de Palma, 1976)


Me gusta mucho "Carrie", la he visto unas cuantas veces ya, y ayer la echaban y no pude evitar sentarme a mirarla, como una liturgia, sabedor de que era imposible que echasen nada mejor en cualquiera de los otros doscientos canales. Es una adaptación fantástica, que respeta todo lo increíblemente brillante y también todo lo turras, los tempos incomprensibles y lo estereotipado de los personajes, del original. Salen El Gran Héroe Americano, la Princesa Leia y Tony Manero (y Naranjito aunque sólo en un plano subliminal). El recurso de partir la pantalla en el clímax, con la pobre Carrie chorreando y a punto de vengarse del mundo entero, me pone los pelos de punta, no falla. A Carrie por un momento le salen rayos fluorescentes por los ojos, que atraviesan la pantalla y me dan. Siempre hay un punto en la película que pataleo y grito en voz alta "¡Carrie, no vayas al baile! ¡Carrie, no vayas!". Las escenas de la sesión de gimnasia, o en los vestuarios, remiten a "Porky's" y esas cosas, me ponen un poco, desde niño; y más con la música de Pino Donaggio, extraña, intercambiable por escenas de un giallo pero también por la peor de Joe D'Amato. Adoro esta película, está en mi top 3 del repertorio de Stephen King, junto con "La ventana secreta" y "El resplandor".

Me parece que nos atacan (José Miguel Marcén, 1979)


Se me había pasado hacer acuse de esta novelita, que me compré un día que estaba jugando al billar en el O'Flaherty con un colega, salí a respirar aire por un tubo a la calle, y enfrente, en pleno Huertas, había una librería en la que nunca reparo porque es de esas que solo tienen tablebooks y libros de cocina para guiris. Resulta que en un rincón tenían un montón de novelas ochenteras, de La Cinta de Moebius y similares, que no sé de dónde las habrían sacado. Luego las he visto también por los cafés literarios de Lavapiés, han debido encontrar un piso franco cerrado desde hacía veinte años.
Es este un libro curioso, firmado por el tal Marcén y también por Onliyú, que no sé si es que qué. Y viene ilustrado, cada tres o cuatro páginas, con un garabato raro del mismísimo Mariscal. Una cosa un poco pop y muy de la Movida Dichosa. En realidad son tres novelas cortas las que hay aquí, la primera y la tercera protagonizadas por un detective en horas bajas que se llama Duncan McDuncan. La novelita del medio es una tontería breve sobre algo que pasa en alta mar, que no me enteré bien. En cuanto a lo de Duncan McDuncan, al final de la primera novela, muere; así que en el tercer relato sucede algo extraño y sobrenatural, que tampoco me hizo mucha gracia. La chicha está en la primera de las tres partes, que es bastante maja.
Es una novela negra ligera, de cachonderito, que se lee de corrido, ambientada en el Borne, protagonizada por un tirao. En esto me recordó un poco a "la del croisán". McDuncan se ve obligado a rastrear a un comando terrorista ochentero que son una desgracia, terroristas de chicha y nabo misteriosos pero bastante desgraciados (en esto me recordó a "Los millones"; y el tono y ciertas expresiones chulescas que utiliza el autor, también me producían la sensación de estar leyendo un "Los millones" apócrifo y ochentero de verdad). Los terroristas no son sino unos locos escapados del manicomio, que planean montar el caos por todo el mundo a base de gamberradas como robar todos los plátanos del mundo, pintar la Torre Eiffel de rosa y cosas así disparatadas. Al pobre McDuncan, tó pedo, le toca instalarse en el piso vecino del piso franco de los terroristas, espiar sus planes y abatirlos. Es bastante simpática.

martes, 29 de noviembre de 2011

Viernes Peronistas nº 1


Acaba de ponerse a la venta en todo el Universo el nº 2 de Viernes Peronistas, el fanzine más bonito del momento. Tiene 175 páginas, y ya he estado un rato olisqueándolo y mirando los dibujos tricolores, que parecen hechos con helados de Frigo. Pero no quería empezar a leerlo hasta que retomara y diera por acabado, como he hecho esta noche, el número 1.
La lectura del primer número al que ahora hago referencia la abandoné después de unos cuantos olisqueos y de mirarme los dibujos, principalmente porque soy un ignorante, y el único personaje del peronismo que me suena es Madonna. Viernes Peronistas es el órgano oficial de difusión de los Jueves Peronistas, que no es sino el encuentro semanal en petite comité de Mongo Aurelio I, Mongo Aurelio II y Mongo Aurelio III. Todas las semanas, desde hace mucho tiempo, estos tres misteriosos señores se reúnen en algún boliche y se dedican a charlar e intercambiar impresiones y memorabilia acerca de lo que ellos mismos han dado en llamar Peronismo Pop; y por fin hace unos meses decidieron transformar esos encuentros privados en objetos legibles en cuatricomía viva. Apasionados de las guerrillas exóticas, de la política bizarra y de los mil y un personajes que surcaron atropelladamente los casi 70 años de historia del peronismo, este fanzine se dedica a glosar fichas, anécdotas, visitas a lugares curiosos, verdades a medias y un montón de cosas que parecen mentira de asombrosas que resultan. Un artefacto hermoso, contundente, gordo, repleto de letras y dibujos de autores afines al TMEO (Ata, Mauro, Nono Kadáver, Darío Adanti), que se devora aunque, como es mi caso, no se tenga ni la más puñetera idea de qué se está leyendo. Si la política española me resulta algo incomprensible e inalcanzable, la idiosincrasia platense que glosa VP directamente me parece un compendio de sabiduría Skrull. Sólo desde este punto de vista, del curioso pero ignorante, estoy disfrutando enteramente de todos estos asuntos, sumergiéndome por fin un poco más allá de los dibujitos y el impecable diseño.
No sé si es un secreto, pero yo sé quiénes son Mongo Aurelio I, II y III. Es más, tuve ocasión de pasar unas cuantas horas hace poco en casa de Mongo Aurelio II con unas cervezas, y escucharle hablar sobre terrorismo de baja intensidad, épica montonera, maquis sexys y todos esos asuntos de la política pop que tanto le fascinan, es una delicia. En cuanto le hinque el diente a VP 2 me temo que voy a caer rendido en las redes del Peronismo Pop de forma ya irremediable. Porque se siento ante este, insisto, hermosísimo proyecto, como si tuviese acceso al acta de las reuniones clandestinas de un club de inquietos fabulosos, de los que ya no quedan, y servido en un envoltorio, ¿lo he dicho ya?, más bonito que el Iguazú.

Deuca Tuco #17


Éste es un decano fanzine dedicado a algo así como el mod, el bugui y las moticos, presentado por el Escúter Club Segovia. Como ya no compro discos físicos, casi siempre que paso por UpBeat me pillo algún libro (tengo unas lecturas yeyés pendientes muy majas, ahora que me acuerdo) o fanzinillo que haya allí, fanzines de verdad que distribuyen, del tipo "Boletín del club de fans de Elsie Byron", "Rude Boy Modzine" o "Asociación de Amigos del ska de Cabezón de la Sal". Y a veces se lleva uno sorpresas. Por ejemplo, este nº 17 de Deuca Tuco (los números 1 al 13 se pueden descargar en .pdf aquí, y algunos ejemplares posteriores en entradas recientes del blog), que solo costaba 50 céntimos (3,50 con un CD single de regalo), incluye una entrevista de 11 apretadas páginas con Ramón "Galactus" "Pizarro", donde habla de pizarras, de Robert Crumb, del Butano Popular, de la músicas modernas ("La música electrónica, que nos vendían como algo del futuro, se ha quedado como una cosa para idiotas prácticamente.") y por supuesto de los orígenes de Mondo Brutto, de cuyo próximo número, de paso, adelanta algunos contenidos.
Por lo demás, el fanzine es bastante simpático, con unos pocos artículos y reseñas de música, "Pueblos de Segovia con apellidos", "Historia de la calle Carretas de Segovia", cositas de mods, del bayle, algo de creación literaria, humor, pasatiempos, motor... Una cosa simpática, demasiado autorreferencial (o es que yo soy un jodido paleto de Madrid y ciertas cosas normales se me escapan, que es muy probable) pero muy maja. Qué envidia, tener un fanzine, contar cosas, llevarlo a los bares y de paso echar unos botijos, qué bonito es Segovia, coño, yo me quiero ir de esta ciudad plagada de bobos...

Despídete del mañana (Horace McCoy, 1948)


Todavía no he recogido del suelo la mandíbula desde que cerré "¿Acaso no matan a los caballos?", y tenía muchas ganas de más McCoy. "Kiss tomorrow goodbye" es un clásico de la novela negra, un novelón protagonizado por gángsters escrita en tiempos de gángsters. Ralph Cotter escapa de la cárcel y resetea su vida en el hampa desde los cimientos, tratando de labrarse una reputación como asesino, atracador e hijo de la gran puta. Machista, fullero y casi tan tramposo y sinvergüenza como el propio comisario de policía, Cotter pulula por la sucia ciudad, de abogado en abogado y de chanchullo en chanchullo, soñando con hacer olvidar al mundo la reputación de John Dillinger. Y de paso, sin quererlo, se mete de bruces en la vida de la hija del ex-alcalde, una pija new-agera, contestataria y aburguesada a la que tendrá que lidiar con más mano izquierda que con la pasma. Una vez más, los diálagos, las situaciones y el estilo directo, incómodo, cínico, salvaje, sin concesiones ni pelos en la lengua de Horace McCoy me pilla desprevenido. Es absolutamente increíble lo mal que vamos, si durante la Gran Depresión norteamericana se podían publicar y se publicaban libros con semejantes cojonazos y mala baba, y ahora ya no.

Welcome to Eltingville (2002)


Welcome to Eltingville fue una serie encargada por [adult swim] al dibujante de tebeos indie Evan Dorkin, de la cual sólo se llegó a estrenar un episodio, el piloto, tanto en EEUU como en el resto de franquicias de Cartoon Network. Lo estuve viendo buscando referencias a una chorradita que estoy pergeñando estos días, y resultó bastante gracioso. A pesar de ser de 2002, tiene un regusto a cartón clásico de los primeros noventa muy simpático, pese al estilo de Dorkin bien marcado. La cosa va sobre cuatro solemnes friquis que juegan al rol, pasan las noches solos con su mano derecha y se pelean por muñecos de Boba Fett en las tiendas de tebeos. A pesar de lo manido y estúpido del asunto, de que no pegue demasiado en Adult Swim y sobre todo de la larguísima y carente de ritmo escena final del Trivial Frikazosuit, algo tiene esto (me ha recordado a esos libros y pelis de clubes de detectives adolescentes en los suburbios residenciales de la América Profunda) que me ha entretenido. Que se quedase en un piloto de culto está bien, de todas maneras.

lunes, 21 de noviembre de 2011

2000 Maníacos #42: Especial exótico


Cayó en mis manos el último número del fanzine más longevo de Europa, con el número 42 en su portada. Aunque desgraciadamente ya sólo sale un ejemplar al año, coincidiendo con la Semana de Cine Fantástico y de Terror de San Sebastián (evento que lo patrocina y financia), la calidad de sus colaboradores, el diseño final (me vuelve loco esa combinación de tipos de letra, cajas de texto, carátulas, fotogramas, pin-ups, famosos sujetando un fanzine, onomatopeyas y narizones de Bruguera pequeñitos y violentos, que caracteriza la última etapa del Maníacos) y la elección de temas sigue convirtiendo cada nueva entrega en un objeto de deseo. Y a pesar de estos tiempos que corren, en los que parece que uno puede encontrar en internet más información de la que necesita, la prosa de los mañacos y la finísima selección de material glosado, es una delicia. 2000 Maníacos > Internet.
Este "Especial Exótico" concretamente me ha dejado con la boca abierta. Saciado y con las costuras dadas de sí. Se han unido un par de firmas que no me suenan de nada (en el apartado de reseñas breves, que esta vez han titulado "De la gloria al bochorno) y que me han dejado un poco frío (hay un menda que hace crítica de un par de películas nigerianas inencontrables, y no tiene ningún problema en afirmar que sólo ha visto el trailer en Youtube... ¿?¿), y también se ha unido el grandísimo absence. Todo un Señor Ausente. Colaboran también Darío Lavia, del mítico y longevo webzine argentino Cinefania, y los habituales Temboury, Zinéfilo, Palacios, Calleja, Charly, Ordel, Pedro "Abuelito" Porcel, Romo o Gisbert. Y todo gira en torno a películas abisales rodadas en la asfixiante jungla. Desde mondos putrefactos de Deodato (del que se incluye una entrevista en profundidad), caníbales, tarzanexploitation, slavexploitation y black power zumbón, el horror sexy centrado en el Caribe de Joe D'Amato (nunca falta D'Amato), increíbles exploits europeos de antropofagia selvática rodados en Ibiza, un repaso de El Abuelito a los tebeos, seriales y cine de amazonas clasificadas "S", héroes de acción pakis, otomanas o de la Cochinchina, Nollywood, bestialidades cumbayá, vírgenes filipinas sangrientas, y toda una ruta exótica de películas alucinantes (o probablemente no), de las cuales ya me he apuntado un buen puñado.
El mejor artículo, el que me ha vuelto loco, es el último, y lo firma el maestro Jesús Palacios: en "Alrededor del mondo", Palacios recomienda la lectura de un puñado de libros (mayormente descatalogados, eso sí) sobre caníbales, negros raros, magia potagia y aventureros esclavistas contados en primera persona, por escritores malditos como William Seabrook, Mihai Tican Rumano, Attilio Gatti, Daniel P. Mannix o el mismísimo Enrique Sánchez Pascual, de quien descubro que además de Law Space, Alex Simmons o Alan Comet, también utilizó el seudónimo de Karl Von Vereiter para firmar un puñado de novelas de kiosko sobre porno-nazismo kitsch. Este artículo es el más largo y que más me hizo salivar. El resto son todos de dos o cuatro páginas, y entre tanto personajillo de Vázquez, tanto bocata de texto y tantísima imagen deliciosa, se lee enseguida. Una pasada. Ah, salgo en la sección de Cartas a Pitusa, y es que no lo hice aposta. Pues qué ilusión.

lunes, 14 de noviembre de 2011

Ghost n' goblins (Capcom, 1985)


Con el Mame32 también me he enganchado estos días un rato al clásico Ghost n' goblins, uno de los artículos de la cultura popular favoritos de todo treintañero. Un guerrero con armadura buscando a su damsel in mistress, que cuando le zurran se queda en gayumbos, qué grande. Y lucha contra zombies, vampiros, trolls, espectros voladores y bichos entrañables que vuelan, saltan y dan empellones de una plataforma a otra, a través de montañas, castillos, mazmorras y cementerios. Estuve esta mañana jugando un rato, y este sí que me parece más fácil que el Commando, y estoy avanzando poco a poco, sobre todo porque se puede continuar la partida en el punto en que te matan, indefinidamente. En fin, qué cosas, 2011, 33 años y enganchado al mame y al Mame.

Los Pitufos (Raja Gosnell, 2011)


Ultimamente solo veo películas malas o malísimas, sin excepción, me lo pide el cuerpo. Ya salió esto en DVDRip, lo bajé y estuve viendo bastante rato. Me quedé dormido, pero vi lo suficiente como para reconocer que es una versión más que digna. Obviamente, en Hollywood no se atrevieron a hacer una película entera de animación, y tiraron de rostros conocidos con mucho tirón de la tele (Neil Patrick Harris o Sofía Vergara), y al grandísimo Hank Azaria haciendo de Gargamel. La historia es una chorrada, había que montar alguna excusa para llevar a unos pocos pitufos conocidos a Manhattan para que interactuaran con las personas de mierda, y abandonar al resto de suspiritos azules, porque andar renderizando a cientos de ellos a la vez debía de ser costoso e infernal. El espíritu de Peyo yo creo que está intacto. Los pitufos están encantadores, menos la Pitufina, que da un poco de grima porque tiene una cara demasiado real, para parecerse a Katy Perry que es quien le da voz. El pitufo Tontín está muy gracioso, y el Filósofo no mola nada, como tenía que ser. Y en fin, no la vi entera, pero las escenas en la aldea pitufa son muy pitufas, hay que ver cómo ha avanzado el cine con el CGI. Yo creo que a los niños les tuvo que gustar mucho, sobre todo a esos niños cuyos padres tengan la casa llena de pitufos de caucho, al resto puede que les den un poco de miedo y no entiendan nada.

El chico de tu vida (Robert Luketic, 2011)


Como me cruce por la calle con alguno de los responsables de este engendro, le cruzo la cara y le robo la cartera. Estoy por dejar de salir los sábados para siempre, porque siempre, siempre, pico: la sobremesa del domingo me la paso chuchurrido, tirado en el sofá con una resaca formidable y la mano se me va sola al mando a distancia para ver si me amodorro; pero la siesta me elude, que ya lo sé yo, que culmino una de cada diez. En La 1 y en Telemadrid todos los domingos ponen, alternativamente, una película familiar infumable o una comediarromántica que la distribuidora encasquetaba con el lote del Peliculón Nosdediós y que a punto estuvo de hacerles quebrar en taquilla. Lo de ésta en concreto es infumable. Desesperante. Me puso de muy mala hostia, me llevaba las manos a la cabeza y me daba hostias en el regazo como cuando estás viendo un derby y le meten un gol a tu equipo. Mano de hijos de puta, qué películas hace la peña, con la de hambre que hay en el mundo. Menudo golazo me metieron, que como tengo las sobremesas de domingo sincronizadas con el curro no me duermo y me la tragué entera, enterita, sin bicarbonato. Cabrones. Dios, cómo les odio. ¡Cabroneeees!

American Horror Story (TV Series, FX, 2011)


Hago acuse de visionado de esta serie, cuando en realidad me está costando horrores pasar del tercer episodio. El influjo de Walpurgis ha quedado atrás, y la petulancia de los personajes se me está atragantando. Pero está bonito esto. No me gusta tanto como gustará a las adolescentes emo de Wisconsin, que más de una estará siguiendo las desventuras de la familia Harmon con una cuchilla de afeitar en cada mano, pero AHS es tan estridente y desorbitada, es tal el carrusel de sustitos, batacazos, monstruos, fantasmas y referencias al terror clásico a ritmo de trailer, que se disfruta. Si uno quiere se descojona, como es mi caso, o si no se pasa miedo, que digo yo que alguien estará pasando miedo, y que para eso habrá sido hecha. No me cabe ninguna duda de que si no la despachan pronto, va a acabar convirtiéndose en una parodia inconsciente y tremebunda; porque esto tiene más pinta de tirar por la vía de la jodida True blood que por la de Buffy. Pero la fabulosa ambientación, junto con lo grotesco y lo granguiñolesco que es todo, el pastiche de personajes que habitan en la mente colectiva y que se pasean por la tétrica Coñolabernarda Manson, lo buena que está la chacha, lo imbécil que es la madre, los saltos en el tiempo para narrar la historia de la Mansión Coñolabernarda... De momento me van a tener aquí insistiendo, a ver si me pongo al día.

Commando (Capcom, 1985)


Yo tuve un profesor que nos daba de hostias con la regla, un Quimicefa, tengo recuerdos de la primera emisión del jodido Verano Azul, del España-Malta y eso. Qué se le va a hacer, nací a finales de los setenta. También fui de los primeros de mi barrio que tuvieron un Spectrum. Allá por 1986, calculo. He jugado a todos, todos los juegos de Spectrum, los mismos que tú y que cualquiera. El ruidito de las cintas, jaja, ¿te acuerdas? Qué coñazo. Luego tuve un 386, y también jugaba a todo, tenía la habitación abarrotada de diskettes, de 3,5". y de 5,25". Conservo muchos, no he tirado las cajas, ¿por qué? Yo qué sé. Pronto perdí el interés en los videojuegos, no es lo mío, me aburro un poco. Sólo cada ciertos meses me apetece jugar a alguno de los de siempre. Mi Spectrum me lo tiró mi madre una vez, pero el Commando lo tenía en cassette original. Estos días me he instalado el Mame32, que lo perdí en el último cambio de PC y no lo echaba de menos hasta hoy. Aparte de algún cuelgue con la PS2 de Pascuas a Ramos, en el ordenador siempre juego a lo mismo: Rampage, Sim City, Scorched Earth, Carmageddon, Sensible Soccer... Pero desde finales de los ochenta, desde que desapareció mi Spectrum, no había vuelto a jugar al Commando. De hecho, jugaba a la versión de 8 bits, y el que trae el Mame éste es de 256 colores, y veinte años después estoy recordando todos los rincones de la selva, los olores, los puentes, la orgía de bombas y balas perdidas. Y como no juego nunca, se me da fatal, no avanzo practicamente nada. Además, sucede que mi hermano mayor era un poco déspota, y siempre jugábamos a esto a pachas, al loro: él movía hacia los lados y disparaba, y a mí sólo me dejaba darle hacia arriba (dejando pulsado el botón todo el rato) y tirar bombas exclusivamente cuando él me decía. Alguna vez intentaría jugar solo, me suena, o intercambiaríamos teclas, pero sólo funcionábamos en tándem cuando él llevaba el liderazgo. Anda que no nos lo pasábamos bien. Pues en esas estoy, a ver si paso de la primera fortificación. Esto mola, porque no ocupa casi nada y me bajé de Taringa el programa ya cargado de Roms. Los lunes son mis domingos, llueve, he desquedado con un amigo y a lo mejor cuando amanezca ya he conseguido superar el portón de los cojones. O habré hecho un poke de invulnerabilidad.

viernes, 4 de noviembre de 2011

El minúsculo mosquetero 1-3 (Joann Sfar, 2008)

Pocko12: El Cártel


En una tienda de viejo el otro día, comprando otra cosa, me encontré con este tomito tan mono editado en Francia, que contiene un buen número de los números editados hasta la fecha de El Cártel, el fanzine de arte que no se vende sino que se expone en la calle, junto a la publicidad de los peores conciertos imaginables. Además de los carteles y algunas de sus ilustraciones agrandadas (el formato es bolsilibresco, de leer los bocadillos con lupa), incluye un montón de fotografías de pegadas en la calle, bocetos y escenas de arte urbano. Quiso la casualidad que el día anterior a que me comprase esto acompañé a una amiga periodista a entrevistar a dos de sus ilustres responsables, a "cazar" algunos de los Cartel que más duran en las calles del Centro, y encima nos regalaron un puñado de incunables.

El clérigo malvado y otros relatos (H.P. Lovecraft, 1933)

El horror de Dunwich (H.P. Lovecraft, 1928)


Estoy un poco obsesionado con la obra de Lovecraft estos días. Hace ya unas cuantas semanas, durante mi retiro espiritual en la playa, me encontré calzando una mesa esta edición breve pero completa de “El horror de Dunwich”, que no es precisamente un grimorio sino uno de esos cuadernillos Bruño para semi-analfabetos de Alianza 100, que se devoran en un ratín (también lo intenté con uno de Alejo Carpentier que estaba al lado, pero me aburrí un montón), y funcionó como el dichoso Necronomicón en mi cabeza: estoy sumergido de lleno en la búsqueda de respuestas entre las letras de H.P. Soñando con Primigenios, Dioses Arquetípicos, llaves y puertas de plata, bichas gigantescas con tentáculos por bigote, pueblos bajo maleficios, poderosos extraterrestres anteriores a la vida en la Tierra. Ya había leído unas cuantas cosas antes, claro, pero hacía por lo menos 10 años que no me picaba otra vez el gusanillo primordial. “El horror de Dunwich” es húmedo, desagradable e incómodo, como que te salgo moho de las orejas. No hay diálogos, no hay metáforas. Va a toda hostia. Y asistimos al Despertar de los que mantendrán la Batalla Cósmica, por culpa del joven de esa Providence de fantasía, de esa Nueva Inglaterra Profunda acojonante, que se obsesionó igualmente por lecturas prohibidas y ancestrales, por bibliotecas ocultas y conjuros que nunca debieron haber sido pronunciados. Me dispongo, poco a poco, a empaparme de hachepismo. Que Shub-Niggurath nos coja confesados.

Jóvenes hombres lobo (Michael Chabon, 2006)


Éste me lo acabé también hace unas cuantas semanas, así que no lo tengo muy fresco. Pero me dejó boquiabierto, como las otras cosas que leí antes de Chabon: “Las aventuras de Kavalier y Clay” y “El sindicato de policía Yiddish”, dos epopeyas grandísimas. Chabon es un tesoro norteamericano, sin duda, un orfebre del convertir hechos cotidianos en letras. En este compedio de cuentos costumbristas todo gira en torno a personajes patéticos, perdedores marcados por el divorcio, la adopción y el abandono. El primer cuento es el que mejor recuerdo, el que da nombre al título, y que se centra en dos niños gamberros con una pistola de por medio. Me puso los pelos de punta. Cómo Chabon se sumerge en la mente del niño de familia desestructurada, y todo le importa un carajo. La prosa de Chabon me abruma, es asombroso, titanes como Carver o Chandler se quedan casi pequeños ante su disección de la sociedad contemporánea, sus trampas y sus batallas perdidas. Los otros cuentos también tratan sobre tipos desesperados, abocados al borde del delito por culpa del abandono. Un comerciante que se ve impulsado a visitar a su ex-suegra con alzheimer y robarla; un despistado que se convierte en padre y mentor por un día de un pobre negrito huérfano sin zapatillas de su talla, y le acompaña a su partido de béisbol; un entrenador de béisbol en horas bajas que reniega de su estirpe; un divorciado que lleva a su hija compartida a visitar a su ex y se da de bruces con su nueva y flamante realidad, se le vienen encima los recuerdos sucios de acoso adolescente y encima su niña se pierde en mitad de la fiesta; una pareja mal avenida que busca casa y se topan con un visitador de la inmobiliaria cleptómano y que no quiere vender su propia casa... Sexo, béisbol, desavenencias, pensamientos tórridos, huérfanos, niños malos, hombres lobo, hijos de puta surtidos, desastres inminentes, desfilan acunados por las palabras perfectas, las metáforas hilarantes y brillantes de este tipo, que te deja sin aire y sin ganas de escribir ni cheques.

Attack the block (Joe Cornish, 2011)


El guión de “Attack the block” hace un poco aguas: una miríada de bestezuelas extraterrestres sedientas de sangre, del tipo “lobo de guerra” o “cazador en la oscuridad”, de piel oscura como un teléfono, han invadido la Tierra, concretamente un arrabal londinense. Cientos de ellos se precipitan contra la fachada de El Bloque de edificios donde conviven un puñado de rateros negratas, un camello y una joven doctora, y rechina un poco que nadie más se entere; que las explosiones, las carreras, lo chillidos de las bestias negras no despierten a nadie más en el vecindario, que no haya extras ni apenas aparezca la policía hasta que todo está resuelto. En este sentido es un poco inverosímil, la invasión alienígena. Pero por lo demás, esto me ha entusiasmado, es un jolgorio que rezuma pasión ochentera y abraza el género de la sci-fi como pocas veces se ve en pantalla. Sin ambición, sin tonterías, Nick Frost está magnífico como siempre y la tropa de goonies barriobajeros que hacen frente a la Invasión molan muchísimo. Divertidísima como un viaje en el Siete Picos de pie. Genial.

Drive (Nicolas Winding Refn, 2011)


Esta es una historia ballardiana sobre un joven impertérrito que conduce, que sólo le importa eso. De día trabaja como doble de acción, haciendo piruetas para el cine al volante, y de noche se presta a cualquier trabajo bien pagado que conlleve conducir a toda hostia, sacar de un banco a unos atracadores y dejar a la policía con dos palmos de narices. Ryan Gosling mola como guaperas inadaptado que se enamora de la novia de un delincuente habitual, y cuando éste sale de la cárcel, pese al despecho, se involucra en el crimen para salvar al novio de su chica. Larguísimos paseos nocturnos de Gosling al volante, que remiten a “Taxi driver”, y la evolución de su relación con la chica, mientras se va sumergiendo en los tejemanejes del hampa (incólume, como si no estuviera pasando nada a su alrededor) van meciéndote como espectador y todo resulta atractivo e interesante, hasta que de pronto el joven Gosling rarete explota y la lía, vaya si la lía, y te quedas en el sitio un rato acojonado mirando por encima de la espalda, a ver qué coño ha pasado aquí. Porque todo se vuelve retorcido y siniestro, que esto triunfó en Sitges. Y además sale Christina Hendricks con sus dos globos sonda y con unos pantaloncitos que quitan el hipo. Me gustó mucho, sin que me volara la cabeza, que tampoco. Pero bien.

Erewhon (Samuel Butler, 1872)


De pequeñito, estudiando lo poquísimo que enseñan los Maristas sobre ciencia-ficción y literatura de vanguardia, hubo un par de nombres que me marcaron, que se me grabaron como primeras muestras del utopismo y la distopía: “Utopía” de Tomás Moro, claro, y esta obra de Samuel Butler, “Erewhon”, que no significa otra cosa sino “nowhere” al revés, aproximadamente. Inspirado, digo yo, en las grandes novelas de viajes victorianas de Verne y compañía, aquí asistimos al viaje imposible de un adinerado aventurero, acompañado por un sherpa, a través de un paraje desconocido (en la novela no se nos sitúa geográficamente, aunque se deja caer que no estamos lejos de Europa), a través de escarpadas montañas, que le ocupa unas cuantas semanas. Al cabo de ese tiempo, los sherpas, la esperanza y el sustento han avandonado al también innominado protagonista, y por su cuenta y riesgo se adentra en una zona que no aparece en los mapas, donde descubrirá a una tribu ignota que habita al margen del Progreso. A partir de este momento, la novela se convierte en una (lenta, exhaustiva y un poco aburrida, al menos para mí) relación del estilo de vida de Erewhon, sus gentes, su política, sus costumbres, su jerarquía. Un lugar donde las máquinas y el paso del tiempo están prohibidos, donde no existen relojes ni apenas herramientas. Donde ponerse enfermo es un crimen castigado con la muerte, donde no hay creencias sino aplicaciones prácticas. Una utopia decimonónica antimaquinista, un canto a la esperanza trepidante al principio pero que como digo se me fue haciendo asfixiante y aburrido como un almanaque de fiestas y tradiciones de Huesca.

Skerik's Syncopated Taint Septet - Husky (2006)

Glenn Gould: Más allá del tiempo (Bruno Monsaingeon, 2005)


Éste es un documental en dos partes que han echado unas cuantas veces en La 2, y que por fin conseguí ver entero, dos veces de hecho, durante mis breves vacaciones (anda que no dieron de sí). Bruno Monsaingeon estructura la pieza alrededor de un contado número de fans acérrimos del intérprete loco de las manos mágicas: un profesor de música ruso, una anciana británica locamente enamorada del pianista al que escucha desde niña, un japonés tarado... Y a partir de sus declaraciones irracionalmente desorbitadas hacia el genio del tipo, y del material de la larga entrevista grabada que hizo el propio director con Gould en vida, va fabricando una montañita de imágenes de archivo, breves actuaciones y entrevistas variadas que dan una imagen bastante completa de la obra, las obsesiones, la idiosincrasia y la biografía del torontiano. Lo más interesante, por supuesto, es ver a Glenn Gould a los mandos del piano. Con la cabeza ladeada, su juego de cejas, canturreando como un chiflado mientras aporrea el piano con una dulzura y una maestría irrepetibles. Glenn Gould paseando por el bosque enarbolando un dedo como si fuese una batuta, canturreando, siendo uno con la naturaleza al borde de la catarata, y siempre canturreando, como si llevase dentro de la cabeza un incesante iPod. Glenn Gould hablando de Bach o de Schoemberg como si fuesen sendos dioses arcanos, o burlándose e Stravinski. Glenn Gould despreciando la música en directo, meándose en el público. Una maravilla.

ScifiWorld #42


Compro muy pocas revistas, pa qué, pero me hice con el número de noviembre de Scifiworld, porque fue como una señal, con ese Catulín mirándome desde el anaquel en pleno auge de mi revisión incompletísima y desordenada (y seguramente frustrada a las primeras de cambio) de la obra de Lovecraft. Y es muy recomendable, imprescindible para el aficionado medio, un número de coleccionista estupendo y lleno de dibujos y columnas de colorín. Y aunque muchos de los colaboradores (sólo me suena Ángel Sala) necesitan ávidamente un corrector, ortográfico y de estilo, la cantidad de información y los largos artículos dedicados al de Providence me han satisfecho completamente: su vida, su obra, su inspiración y su influencia en cine y cómic (cientos de cómics lovecraftianos; no conocía yo ni dos), además de las secciones habituales, rodajes, recomendaciones y todo eso que define a una revista. Me ha entrado el gusanillo de volver a comprar revistas, ésta por ejemplo. Qué bonito era seguir una revista, ir al kiosko y no quedarse mirando durante largos minutos sin llevarme nada (de Pascuas a Ramos un El Jueves, un Caza y Pesca que regala un libro gordo de técnicas de pesca por tres pavos o tres o cuatro Fotogramas pócket al año).

Borderline Cult (Ulli Lommel, 2007)


No tengo criterio. A veces haciendo zapping me detengo en Telecinco y todo, sabiendo que nadie puede verme. Y a veces me descargo, con la máquina-de-descargar, estupideces monumentales, simplemente porque tengo el cuerpo para una de miedo. En este caso me topé por una enervante idiotez amateur, sobre un remedo de la banda de Manson que actúa en la frontera mexicana, secuestrando prostitutas y degollándolas. Son un tío feo y gordaco que creo que es el escritor y director de la chorrada, que ayudado por un flaco extraño y un pibón malvado engatusan a las putas y se las llevan al gordaco, que primero las encierra en un palomar para luego encadenarlas y cortarles en trozos. Al menda le debía apetecer juguetear con cuchillos y sangre falsa, porque le impactaría de pequeño “La matanza de Texas”. Pero se le olvidó el argumento. Se limita a la sinrazón de un locatis que corta tías buenas, y encima vestidas. Una tontería que ni asusta ni es desagradable ni es nada de nada, de nada.

Dramáticas Aventuras Trimestrales Ilustradas nº 1 y 2


Dramáticas Aventuras Trimestrales Ilustradas es un fanzine de pequeño formato, a imagen de las viejos artefactos pulp de kiosko ("formato Novaro", podríamos decir) que venía sobrevolando sobre las cabezas de Scari Wó, unos cuantos colegas y yo mismo desde hace ahora más o menos dos años. En realidad todo tomó forma cuando se gestaba un proyecto diferente, un fanzine barcelonés de literatura pulp que no llegó a ver la luz, en el que se nos propuso colaborar, y para hacer algo diferente del relato hard-boiled que le vino a la cabeza enseguida a todos los colaboradores, se nos ocurrió hacer una fotonovela de 12 páginas. Quedamos unas pocas veces para hacer un script muy disparatado, en el que aparecía un luchador mexicano enmascarado como protagonista, El Ligre, sumergido en una aventura que le llevaría de Madrid al Vaticano, y donde sería acosado por nazis, robots gigantes (y de estatura mediana), mad doctors y otros enmascarados chingones. El principal referente de la fotonovela, que Scari supo mimetizar de manera más que profesional, fueron las revistas de El Santo.
Como decía, aquel proyecto pulp con epicentro en Barcelona nunca llegó a salir (en el cajón se quedaron unos cuantos cuentos), así que no tardamos mucho en decidirnos a publicarlo por nuestra cuenta. Y D.A.T.I. es el resultado. Un fanzine pequeño, barato y que huele a fandom que apesta, donde se dan cita portadas inspiradas por clásicos de la editorial Marvel, tiras cómicas ("Cuartel general para tres"), tebeos, relatos, entrevistas ficticias, cartas robadas a Hitler, fichas de personajes, anuncios de tinte para el pelo y tonterías surtidas. La idea es que poco a poco el invento vaya tomando forma, y que cada una de las páginas de los primeros números, que al principio pueden parecer un relleno sin pies ni cabeza, vayan cobrando sentido. En este aspecto, me gusta pensar en lo que hicieron Albert Monteys y el resto de La Penya a comienzos de los noventa con el fanzine Mondo Lirondo, donde un puñado de personajes que protagonizaban sus propias tiras y páginas autoconclusivas "Joso-style", acabarían moldeando una aventura deliciosa. Dentro de unos años habremos puesto en la calle veinte o treinta ejemplares de D.A.T.I., y empezaremos a distribuir retapados. Tendremos una pequeña oficina decorada con muñecos articulados del Profesor Mendoza, Comisario Mono, Tequila Vásquez, la Virgen de la Santa Mama o la Mujer que Compra Mucho en los Supermercados. De momento esto está siendo un divertimento muy guay y una excusa perfecta para quedar de vez en cuando en las casas de unos y otros para charlar y prestarnos tebeos y novelitas de bolsillo. Yo estoy inmensamente feliz colaborando con esto, aunque sea siempre el que entrega más tarde y al que tiene que perseguir el éditor todos los trimestres con una vara. El resultado final me maravilla, la edición es cuidadísima, las tipografías, la calidad del papel y de las impresiones, los dibujantes, los textos... En fin, a mí esto me encanta. No puedo opinar desde fuera, obviamente, pero supongo que los primeros lectores de Detective Comics también se extrañarían por los cabos sueltos y tardarían en coger cariño a los personajes. En esas estamos.

lunes, 24 de octubre de 2011

The Simpsons' Treehouse of Horror #17 (2011)


Así como la serie regular de Los Simpson en los tebeos de Bongo es bastante floja, o al menos suficientemente plana y acomodada como para que entre por los ojos al público generalista (como todos los tebeos de franquicias audiovisuales, la verdad), es en los especiales donde está el riesgo, los chicos de Bongo se despendolan y hacen lo que les da la gana. En la serie anual de terror de los Simpson (a imagen de los episódicos de la serie de televisión, para quien no lo sepa, todos los años por estas fechas, y desde hace 17, Bongo publica un especial "casa del árbol"), además, la directriz es poner a los personajes amarillos en manos de genios del cómic norteamericano de todo pelaje, con especial atención al tebeo independiente. Es ésta una colección imprescindible, por la que ya han desfilado, con total libertad, artistas ajenos a la franquicia como Mike Allred (Madman), James Robinson (Grendel), Jeff Smith (Bone), Paul Dini (Batman animated series), Peter Bagge (desgraciadamente, sólo como guionista), Scott Gimple (Disney), Chuck Dixon (Punisher, Batman), Sergio Aragonés (antes de convertirse en lápiz habitual indisoluble de la serie de Groening), Peter Kuper (MAD), Dan DeCarlo (leyenda de Archie Comics), Jim Mahfood (Gen13, Clerks), Scott Morse (Ancient Joe), Mark Hamill (sí, ése), Garth Ennis (en efecto), Stan Sakai (¡Usagi!), Alice Cooper, Gene Simmons, Rob Zombie Lemmy "Mötorhead" Kilmister y Pat Boone (lo juro), Mark Schultz (Xenozoic Tales), Terry Moore (Strangers in Paradise), Kyle Baker (Plastic Man), Patton Oswalt (el cómico stand-up), Terry Austin (leyenda viva), Gilbert Hernandez (de los Hernandez de toda la vida), Glenn Fabry (Predicador), Steve Niles (Vertigo en general), Jeffrey Brown (¡mostro!) o Evan Dorkin (Milk and cheese).
No está nada mal, vamos. Esta colección me encanta, y siempre me acuerdo de ella cuando se acercan estas fechas, como debería hacer todo aficionado al tebeo y a los Simpson, porque es un complemento estupendo a los clásicos de Halloween de la serie de televisión. Además, la colección está repleta de guiños de todo pelaje al cine de terror clásico y a los inolvidables del cómic gótico y de terror. La colección de referencias a la cultura popular americana, a los tebeos de la EC, los cromos de marcianos, el gore, la Universal, la Hammer, la ciencia-ficción de toda clase, etc., es inabarcable, y su lectura siempre depara sorpresas.
Pues en este caso, la gente de Bongo ha puesto el invento en manos de cinco reconocidos artistas que se marcan las tres historietas de rigor, cada uno en su estilo, con total libertad y con un resultado notable.
En primer lugar, Zander Cannon y Gene Ha (autores, junto al Maestro Alan Moore, de la serie Top 10) recrean el clásico "Nosferatu" en Springfield, a través de una historia muda (con cuadros de texto intercalados entre las viñetas preciosamente pintadas; botón de muestra).
"Marge of the dead" es una historia visualmente más comedida, escrita por la cantante de The Go-Go's Jane Wiedlin y dibujada por Tom Hodges, ilustrador habitual de los tebeos de Star Wars. En ella Marge se convierte en zombie y está obsesionada con comerse los cerebros de su familia, durante la noche de Halloween, en la que los Simpson están precisamente disfrazados de personajes de Star Wars.
Jim Woodring es el autor de un personaje de cómic independiente antropomórfico llamado Frank, y se encarga de la tercera historieta, en la que Bart Simpson está leyendo un viejo tebeo de terror al estilo EC, titulado "Harvest of fear". La gracia está en que entre la historia de Bart leyendo se intercalan las páginas del tebeo que está leyendo (donde los personajes no son amarillos, sino de carne y hueso, pero se parecen bastante a los Simpson, como se ve en esta página), en un simpático juego metalingüístico en el que además a Bart le empiezan a pasar las cosas que está leyendo en el tebeo. Todo muy bien. Me encanta ver a los Simpson sacados de su línea habitual, vistos por otros autores tan diferentes, y si es en situaciones fanta-terroríficas, más bonito todavía.

La ciudad de cristal (Paul Auster / Paul Karasik / David Mazzucchelli, 1997)


Acuse rápido de la lectura de "La ciudad de cristal" en versión tebeo. Tenía pendiente de leer esto, atención, desde que los compré mensualmente en la versión de La Cúpula, hace 14 años. El otro día me los encontré, me los llevé al retrete, y hala. El motivo del retraso, si es que lo hubiere, es que no he leído nunca nada de Paul Auster (o no lo recuerdo), y no sé si me estoy perdiendo algo interesante o no, pero me da un poco de pereza; supongo que quería leer antes la novela que el tebeo, y ya si acaso después la película y el videojuego. Mis papás me educaron para respetar ese orden. No tengo mucho que comentar, no sé cuánto hay de fidelidad al original literario, pero el tebeo éste es bonito, negrito, entretenido, lo justo de filosófico y surreal, humanista y muy agradable de leer. David Mazzucchelli es un genio, que a ver si Asterios Polyp le pone en su sitio, porque debería estar ya en los altares tras todo lo que hizo junto a Frank Miller por Marvel. Un virtuoso del lápiz y la plumilla, que aquí se muestra caricaturesto, indie y pletórico, al servicio del costumbrismo mágico éste que se marca Auster (adaptado a las viñetas por el tal Karasik), que bueno, pues está bonito. Sin más. Muy fan muy fan de esta historia, pues tampoco.

La venganza de Wolverine (Wolverine vol. 4, 9-15; 2011)


El arco anterior, y el anterior, de la colección regular de Lobezno, dejaron el listón muy alto. El trabajo de Jason Aaron entonces me dejó obnubilado, arrodillado. Después de bajar a los infiernos y luchar contra sí mismo y contra todos los amigos a los que había conocido, quedaba pendiente saber quién estaba detrás de todas esas maquinaciones, quién le había puteado tanto y por qué. Todas estas respuestas las hallamos en la siguiente saga del héroe, que nos presenta a una misteriosa sociedad secreta llamada Red Right Hand, que no es otra cosa sino una especie de Asociación de Víctimas del Lobeznismo, formada hace casi un siglo por un joven sureño que vio cómo Lobezno asesinaba a su padre y a su hija. Ahora el tipo es un anciano, que ha dedicado toda su vida a localizar a otras víctimas, y maquinar una venganza terrible, que supuestamente va a poner el universo de Logan patas arriba... aunque ya veremos en qué queda la cosa. Porque la resolución me ha dejado con el morro torcido, y no me ha convencido demasiado por dónde han ido los tiros. Jason Aaron se ha puesto épico y trascendental, ha querido poner la cabeza de Lobezno patas arriba, y para ello ha meneado y se ha inventado demasiados aspectos oscuros alrededor de su pasado, en una artimaña un poco inverosímil y tramposilla. Sé que esto no lo lee ni Cristo, pero por si acaso advierto (hasta ahora nunca lo había hecho pero de vez en cuando me cruzo con gente que me dice que me lee) que esto son solo apuntes personales, y que desvelo, como siempre, el final de la trama y todo lo que se me ocurra. Aquí pienso en voz alta, y me traen sin cuidado los spoilers.
El arco en realidad comienza en el número 9, con un autoconclusivo titulado "Atrapar a Mística", que me ha parecido lo mejor del conjunto. Remite indudablemente a los primeros trabajos de Aaron con el mutante canadiense, aquella extraordinaria saga de mediados de 2008 en cuatro partes, con dibujos de Ron Garney, y que se tituló, precisamente, "Atrapar a Mística" (Wolverine vol. 3, 62-65; justo antes de "Old man Logan"). Aaron tenía pendiente cerrar aquel asunto, y el tebeo, con dibujos de nuevo de nuestro correctísimo Daniel Acuña, consiste en una persecución a tres bandas Lobezno / Mística / un mercenario con máscara kabuki, por las calles de Buenos Aires, que culmina en el cruel asesinato de la mutante de piel azul. Españoles, Mística ha muerto. Y en sus estertores, le explica por qué envió a Lobi al Infierno, así como el nombre de la organización que está tocándole las narices desde hace ya demasiados meses: la Red Right Hand.
Lo que pasa a continuación (números 10 al 14) es que a Lobezno se lo ponen muy fácil para rastrear el cuartel general de la RRH. Y a las puertas, tendrá que enfrentarse, y matar con bastante facilidad, a varios villanos ridículos creados por Aaron sobre la marcha exclusivamente para morir: Cannon Foot (un gaucho con botas de punta que dispara pedruscos con ellas (?)), Shadowstalker, Fire Knives, Saw Fist y Gunhawk. Lobezno avanza a través de los cadáveres de los ridículos matones durante toda la trama, y paralelamente se nos va contando, a golpe de flashback, qué es la RRH y en qué consiste su venganza. Liderados por el citado vejestorio, nos encontramos ante una decena de damnificados. Personas que vieron cómo Lobezno, en sus viejas reencarnaciones como agente de la CIA, empleado de Landau, Luckman y Lake, marioneta de Arma-X o lo que fuera, quitó la vida a determinados inocentes, cuya descendencia se ha reunido ahora para orquestar una cruel venganza. Lobezno va matando a los cinco estúpidos asesinos, y cada vez que uno de ellos muere, parece que la Red Right Hand se da más por satisfecha. Al final del todo, Lobezno por fin llega hasta la habitación donde están reunidos los de la secta secreta dichosa, viendo el espectáculo a través de un circuito cerrado de televisión. Y aquí viene la conclusión (ojo, insisto, si alguien pretende leerse esto, porque no me callo nada): resulta que la Red Right Hand, sabedores de que es imposible matar a Lobezno, que ha salido indemne de mil y una "maneras de morir", e incluso liquidado al mismísimo Diablo en el Infierno, lo que han hecho ha sido buscar hijos bastardos del héroe. Tipos que, igual que el dichoso Daken, que ya lleva un par de años campando por el universo Marvel, proceden de la simiente del canadiense enano, sin él saberlo. Una vez que Logan llega al redil de la Red Right Hand, estos se beben unas copas de veneno, y mueren felices, culminada su venganza: Lobezno ha matado a su propia estirpe, como antes él había matado a los suyos.
Como digo, todo esto me ha tocado un poco las narices. Hasta hace unos años, y desde hace muchísimos años, Lobezno era un tipo misterioso y no sabíamos, ni queríamos saber, nada de su pasado. Llegó Barry Windsor-Smith y se inventó aquella maravilla de Arma-X, y arrojó colorido, background, gracia y un puñado de preguntas sin respuesta, que a otros guionistas como Larry Hama les tocó contestar, con orgullo e inteligencia. Después a Quesada se le metió entre ceja y ceja inventarse su origen, en qué hora; pero vale, lo hicieron muy bonito, ahora sabemos que Logan nació a finales del siglo XIX en el Yukón, que se llama James Howlett y que su viejo era un ioputa borracho. Se van colocando piezas, y todo encaja, se contenta a los ávidos de historias añejas, orígenes y continuidades, aceptamos barco, y vale. Pero que en el último par de años nos hayan vendido, así de repente, que Zorra Plateada está viva, que Lobezno se había casado en las elipsis con Viper o con Itsu, y que ahora resulta que tiene más hijos bastardos que Julio Iglesias, que tiene una versión femenil e hija adoptiva (X-23), ¡que se ha echado una novia insulsa no-mutante (Melita Garner) de la que está enamorado perdido!... empieza a cansarme, y esto puede acabar peor que la Saga del Clon, o que Agujetas de color de rosa. El último número hasta la fecha, el 15, nos cuenta las consecuencias de todo lo que de pronto se le ha venido encima a Logan, asesino de sus propios hijos: su primera reacción es hacerse todo el daño posible, suicidándose una y otra vez desde lo alto de una montaña de Alberta, tratando de emborracharse con todo y entrerrando a sus repentinos hijitos allá donde quiera que nacieron. Y encima aparece por ahí Daken, y los espíritus de Dientes de Sable y John Howlett para atormentarle. Asistimos al enésimo final del personaje, en una historia enervante que se titula "Wolverine no more" (toma cliché marvelita), y que a ver cómo lo arregla, porque a mí este Lobezno no me gusta nada. Aaron, déjate de tonterías, haz el favor, que estabas contando unas historias de Lobezno magistrales y aquí me parece a mí que te has columpiado. Darle a Lobezno un hijo que apedrea a la gente con sus botas de cestapunta... anda que...

sábado, 22 de octubre de 2011

365 samuráis y varios tazones de arroz (J. P. Kalonji, 2009)


"365 samuráis" es un tebeo de casi 400 páginas sobre un samurai solitario que realiza un viaje durante cuatro estaciones, asesinando a todo samurai que se le cruza o se le enfrenta, para cumplir la promesa de acabar con 365. Temas clásicos de la literatura sobre el Japón feudal como el honor, el sacrificio, la naturaleza, las artes marciales, etc. centran la novela, cuya estructura es de una viñeta por página, practicamente sin diálogos. El estilo de Kalonji es extraño pero muy atractivo: a caballo entre el manga (desconozco todo respecto al manga, así que perdón por generalizar), el graffiti, Usagi Yojimbo e incluso Franquin, y con unos pocos rasgos los personajes realmente parece que se mueven en la página. Kalonji es un dibujante suizo, y este es su primer trabajo en el cómic, después de curtirse como ilustrador para revistas de moda y marcas de snowboard. Muy bonito, pero es de esos libros de 400 páginas que se leen en 400 segundos.

lunes, 10 de octubre de 2011

La “tournée” de Dios (Enrique Jardiel Poncela, 1932)


Obra maestra indiscutible de nuestra literatura, “La “tournée” de Dios” va más allá del glosario de ocurrencias y disparates geniales habituales de Jardiel, y al finalizar su lectura (esta novela la había empezado un par de veces pero la tenía pendiente) un escalofrío me recorrió de arriba a abajo, y su influjo está lejos de haberme abandonado. Durante las primeras 250 páginas (grosso modo) constantemente tenía que interrumpir la lectura por ataques de risa terribles; hasta llegar al último tramo de la II parte, en la que Dios se dirige a los madrileños, y de paso al mundo entero. Lo que Jardiel le cuenta al mundo a través de la voz de Dios, y cómo remata todo lo sucedido desde la página uno, me dejó boquiabierto, anonadado, incluso un poco aterrorizado.
Esta historia comienza con la presentación de Perico Espasa y Federico Orellana, respectivamente el director de La Razón (un periódico cuyo nombre coincide con otro que también da mucha risa en el mundo real) y una de sus mejores plumas así como novelista de enorme éxito. Perico es un mariquita recalcitrante, mientras que Federico está enamoradísimo de la primera actriz Natalia Lorzain, a quien el primero termina presentando. Federico y Natalia comienzan un idilio, ella abandona su carrera y queda embarazada. Mientras tanto, Dios se le ha aparecido al Papa en el Vaticano, y le ha dicho que tiene previsto volver a la Tierra en forma humana. Al principio nadie cree la palabra del Papa, que se convierte en objeto de burlas, hasta que Dios se le vuelve a aparecer y le ofrece más pruebas de su inminente llegada (fecha, hora, lugar) así como destruye y vuelve a construir la Torre de Pisa ante miles de ojos, para que a nadie le quepa duda de su palabra. Poco a poco, la trama de Natalia y Federico se va aparcando, con el nacimiento de su hijo y su posterior sucumbir a una terrible enfermedad, y la narración se centra en la “tournée” de Dios, que comienza en el Cerro de los Ángeles y continúa por todo Madrid. Por supuesto, semejante acontecimiento se convierte en el centro de atención del mundo entero: la aparición de Dios en forma humana, para la que el mundo no parece estar preparado. A cada paso que da el Señor, la gente se apelotona a su alrededor, los ejércitos tienen que abrir fuego para contener semejante marasmo, las personas se vuelven idiotas, la delincuencia crece de forma insostenible... Mientras tanto, a Dios le pasean de aquí para allá, ora a los toros, ora al fútbol, ora al Jardín Botánico, rezándole padrenuestros y narrando cada minuto de su estancia entre los mortales. Y parece completamente ajeno e inmunizado a las desgracias que entre los españoles está provocando su presencia.
Leer esta novela (escrita hace casi 80 años) en pleno 2011, y pocas semanas después del desembarco en Madrid del Papa contemporáneo y sus centenas de millares de fieles, que lo abarrotaron todo, ocuparon las calles y los parques y generaron todo tipo de noticias patéticas y situaciones altamente ridículas, resulta si cabe más hilarante y significativo. Y la manera como Jardiel, en plena República (aún antes de la Guerra Civil que definitivamente horadó la diferencia entre las “dos Españas”), dividía a la población española en “blancos” y “negros” (católicos, conservadores, acomodados, fascistas, etcétera, etc. / frente a comunistas, pobres, idealistas, agnósticos, indignados, etcétera, etc.), definitivamente desespera y desmoraliza. Además de dar mucha, muchísima risa.
No recordaba haberme reído tanto ni haber disfrutado tanto con una novela. Pero, como decía al principio, detrás de la payasada y el esperpento, el mensaje de Jardiel es devastador. Ya desde el prólogo Jardiel se ve obligado a aclarar que no es un libro anti-religioso, y que acaso está escrito como burla a la Humanidad entera y sus disparates. Y el largo mensaje que dirige Dios a todas las personas resulta escalofriante, y la sonrisa se te hiela en la cara al tiempo que se convierte en mueca de disgusto; el final de la novela contiene un mensaje incómodo, tremendo, brillante e intemporal, lanzado después de cientos de páginas de carcajadas, que se encaja como una bofetada a mano abierta.

viernes, 7 de octubre de 2011

Camille Jourdy - Rosalie Blum (2011)


Con un dibujo y una tipografía naïves, despejados e infantiles, asisto a una trilogía que narra la sencilla historia de Vincent Machot, y cómo fortuitamente escapa de la rutina (la rutina de la peluquería familiar, la esclavitud de toda una vida solitaria como asistente de su madre anciana y desquiciada) al conocer a Rosalie Blum, una cuarentona feúcha y tan solitaria como él. Sencillamente, una buena mañana Vincent se cruza con Rosalie al salir de una tienda, y decide seguirla a escondidas hasta su casa. Pronto comenzará a hurgar en su basura, y a perseguirla por todas partes, asistir a sus ensayos con el coro de la iglesia o a sus habituales borracheras en soledad en un bar de espectáculos picantes. Vincent se obsesiona con Rosalie, y perseguirla por todas partes se convierte en una suerte de sucedáneo de la compañía. Al final de la primera parte, repentinamente Vincent recibe una llamada de la desconocida, Rosalie, que pide cita para una sesión en la peluquería. En la segunda parte de esta historia, el peso protagónico lo asume Aude, la sobrina de Rosalie, que comparte piso con un punk vividor y dos treintañeras estrafalarias, y ayudará a Rosalie a descubrir, como ésta sospecha, que alguien está vigilando cada uno de sus pasos. La acción dará un vuelco, y descubriremos unos cuantos secretos inconfesables de los personajes, en torno a una historia de seres desarraigados, aburridos, surmanescos y depresivos que encuentran en el stalkeo un motivo para existir y una salida a su desesperación. Camille Jourdy, a quien no conocía de nada, me ha atrapado con esta historia maravillosa en tres partes, repleta de detalles pictóricos deliciosos, diálogos brillantes y acontecimientos cotidianos de esos que deslumbran sólo si uno se detiene a contemplarlos.

Otra dimensión (Grace Morales, 2011)


La esperada novela de Grace Morales llegó al escaparate de Madrid Comics, casualmente, la misma tarde que yo pasé por delante por primera vez en casi dos años, y me dije que venga, que para qué esperar, que entraría en ese lugar sólo un momento, lo justo, y volvería a salir despacito como si nada hubiera pasado y ya está. La prosa de Grace me resulta familiar, tras tantos y tantos años leyéndola en el MB, y al mismo tiempo fue una lectura incómoda, sabiendo que soy uno de esos fans a los que desprecia, uno de esos sobre los que, sé de buena tinta, aplica el “pero qué público más tonto tengo”. Fueron tres días raros leyendo esto, todo este mamotreto de páginas en los que Grace ha volcado tanto trabajo, supongo. La disfruté por tanto a medias, y además no me ha dejado ningún poso. Esperaba que hubiera aquí más de Jardiel y menos de la sociología y la mala baba que destila en sus (por otro lado, casi siempre, estupendos) artículos. Tuve todo el tiempo la sensación de que Grace se inventa un grupo de personajes bastante planos, por más que abunde en sus desventuras, que le sirven apenas como una herramienta sobre la que verter verdades y tópicos y desentrañar sus tópicas e insulsas vidas. A lo largo de la novela tiene la destreza, exclusiva hasta donde yo sé, de describir detalladísimamente el sentir particular de toda una generación entre la que más o menos me cuento, que hemos vivido un cambio social apabullante, doloroso, terrorífico, desde el instante de la caída de las Torres y a través de la invasión silenciosa de Internet primero en nuestras oficinas y luego en nuestras casas. Un viaje generacional sin retorno, deprimente y sostenido apenas (en el caso de algunos personajes y del mío propio) en la nostalgia de un tiempo pre-11S que era más mejor y más normal. Un viaje que nos lleva a través del IRC, los primeros “emilios”, los pps idiotas, el furor del eMule, los chats de ligue, el atentado de Atocha, la gilipollez del homo-oficinista en general, la evolución de la radiofórmula o la teletienda, la depresión de la vida virtual o lo efímero de las relaciones conyugales en el siglo XXI. Un largo análisis, un largo artículo brutto en formato novela, narrado a través de saltos espacio-temporales y protagonizado por un puñado de personajes estereotipados cuyas vidas se cruzan y se alejan constantemente, y están salpicadas sin excepción de vicio virtual, e-cuernos, filias pornográficas, locales de intercambio y, en definitiva, la intimidad sexual de cada uno y el sobresalto dimensional con que las nuevas tecnologías la han impregnado. “Otra dimensión” está repleto de imágenes brillantes y comentarios incisivos, de angst existencial y de realismo filosófico, de descripciones exhaustivas y una disección grandiosa casi obsesiva de casi todos los aspectos comunes de estos tiempos que nos han tocado, pero como novela se me ha quedado un poco coja: a los insustanciales personajes no les suceda nada más que la propia vida en este escenario dantesco tan real; nada interesante ni susceptible de ser novelado.

miércoles, 28 de septiembre de 2011

Jan - Superlópez nº 56: El virus Frankenstein (2010) / 57: El mundo de al lado (2010)


A estas alturas de la película, no sé quién es el potencial comprador y lector de Superlópez, pero intuyo que somos principalmente mi generación (y si acaso nuestros hijos): una caterva de treintañeros nostálgicos que sentimos hacia Jan un apego, una deuda, una ilusión y una fidelidad casi paternofilial. Seguimos acordándonos a menudo de las tramas y los diálogos que escribía Efepé y que Jan dibujaba, e incluso habrá quien aborrezca de alguna etapa del personaje. Yo sigo pensando que todos los álbumes de Superlópez son interesantes, y de una calidad extraordinaria, pese a sus tics, a su creciente y creciente afán pedagógico y su obsesión con el medioambiente. En unos álbumes resulta más pesimista, cínico, vitalista o esperanzado que en otros, pero el mensaje ya siempre está ahí, y siempre lo estará. Probablemente ya no veremos a Superlópez pegándose de tortas contra otros superhéroes surrealistas, ni enfrentándose a seres mitológicos, sino que cada nueva amenaza estará invariablemente relacionada con el daño que el progreso y la estupidez humana causan a nuestro planeta. Un mensaje ecologista, trascendentalista y enmarcado en el realismo filosófico, que a quienes tenemos los codos pelados de tanto leer y releer historietas de la vieja y entrañable Bruguera, se nos atragantan un poco. Pero el personaje de Superlópez tiene casi 40 años, no hay que olvidarlo, y es normal que el autor evolucione, y que quiera darle un sentido a su obra que la perpetúe, la adapte a los gustos de los jóvenes contemporáneos, y la dote de sentido, que sea una herencia útil que legar al mundo.
En el siglo XXI, algunas de estas obras de corte "social" de Jan se me han hecho realmente cuesta arriba. "Hipotecarión", "Politono Hamelín", "La feria de la muerte" o "El gran botellón" abusan de ese tufillo ecologista, condenatorio, disuasorio casi. Pero que nadie se lleve a engaño, porque su etapa "Pikágoras" está más que superada, y gráficamente estamos ante el esplendor del Jan artista, y sus viñetas no tienen nada que envidiar a la Era Dorada del barroquismo jacovittiano de "El Señor de los Chupetes" o "Laszivia". Y además, Jan sigue contando historias repletas de fantasía, que nos transportan a lugares imaginarios de una estética impecable. Incalculables son ya la cantidad de razas, especies, ciudades, planetas, sociedades, grupos sociales, estilos arquitectónicos, pictóricos, etc. que se ha inventado Jan, cada uno con su particular idiosincrasia, su estética, sus vestimentas, personajes, incluso lenguaje propio. Jan sigue siendo ese demiurgo que rompe fronteras y sigue sorprendiendo formalmente en cada nueva entrega. Y las aventuras de Superlópez siguen siendo un derroche de imaginación difícil de igualar, destacando, para quien no esté al día de sus historietas, obras maestras como "El patio de tu casa es particular" (donde Jaime y Superlópez atraviesan un vórtice en mitad de la Costa Brava que les transporta a la Catalunya carlista más bizarra), "La casa amarilla" (asombroso, hermosísimo homenaje a Van Gogh), "En busca del templo perdido" (puro folletín de aventuras ambientado en Madrid), "La biblioteca inexistente" (un álbum que podría haber publicado perfectamente en tiempos de "Al centro de la tierra")...
En el caso de "El virus Frankenstein", estamos ante una historia costumbrista, sin salir de Bilbao y "Parchelona", en la que tenemos una conspiración urdida al alimón por un extraterrestre (el Dr. Mengelele, rescatado de "Tras la persiana..."), Refuller D'Abastos y el Profesor Escariano Avieso, para enriquecerse a costa del cuento chino de la OMS y la gripe A de los cojones. Aprovechando la Patraña que se ha gestado a nivel mundial, inventan una cura que les sale por la culata, y convierte a quien la consume en un monstruito verde con la boca enorme. Es una de esas historietas más infantiles, didácticas y moralistas, cuyo principal acierto es el diseño de los afectados por el virus, que atiborran los bordes de las viñetas marcando las elipsis, un recurso que hacía años que no utilizaba. Visualmente la historieta es correcta (aunque todos los elementos sorprendentes están en la portada...), y el argumento se podría haber reducido a diez o doce páginas.
"El mundo de al lado", sin embargo, es una de las de cal. En pleno picnic por Banyoles, Juan López se despista y se encuentra un monumento en mitad de una rotonda, con forma de puerta. Gracias a sus superpoderes la abre, y aparece en una dimensión paralela a la nuestra, donde los recursos se han agotado del todo y toda la humanidad lucha por la supervivencia, en busca de un pórtico espaciotemporal que les lleve a nuestra propia dimensión, donde se supone que aún quedan recursos para algunas semanas. Una vez expuesto el mensaje ecologista, Jan despliega todo un universo inspirado en "Mad Max", con punkies marginales parásitos que ni trabajan ni buscan comida (nininis), magistrados crueles que se atiborran y tienen sometida a toda la población, soldados futuristas, sabios que habitan las estaciones de Metro abandonadas, paisajes desolados, decadencia social... Superlópez recorrerá el universo paralelo, presentando a un puñado de personajes inéditos y tratando de poner orden al caos post-apocalíptico de ese mundo vecino mimético en que se refleja nuestro presente.
Uno de los elementos que más llaman la atención del Jan del siglo XXI, es su costumbre de colorear los fondos con tramas, en lugar de colores planos, y añadir fotografías en las viñetas donde aparecen televisores, pósters, marquesinas, pintadas en las paredes, etc. Una vez acostumbrados al el extraño efecto que provoca esto entre sus narizones y decorados de siempre, el invento permite una relectura de los quince o veinte últimos tebeos de Superlópez que se convierte en una búsqueda no sólo de petisos carambanales, sino de referencias y detalles que pasan desapercibidos a primera vista. En "El virus Frankenstein", por ejemplo, sale el Capitán Hispania, 30 años después. Qué bonito...

Gente Pez (Jorge Iglesias, 2001)


No había visto hasta ahora este intento de muestrario generacional malasañero, y qué falta me hacía. Sobre el guión probablemente esto tenía cierto sentido, y gracia, e incluso se plantearía como un retrato necesario de ese periodo de entreguerras que sufrió el barrio. Pero la puesta en escena es floja, idiota y ha envejecido dos décadas en estos años. Lo peor de todo es el protagonista, un miniyó del cantante de Revólver que me la juego a que no había actuado nunca ni lo volvió a hacer. Luego la cosa va de unos coleguitas que comparten piso en la calle del Pez y hacen cosas muy de abuten, no pagan sus deudas, montan aburridísimas fiestas, se la juegan a sus inquilinos y acaban quemando el piso de su abuela. Hablan del Tupper, sale el barrio, suena pop noventero y casi follan. Pues vale. No es la peor de esta traza que he visto, supongo que estas españoladas contemporizadoras de bajo presupuesto tendrán su público y le entretendrán a alguien más que a sus artífices, pero a mí no.

La máquina de follar (Charles Bukowski, 1974)


No leía una línea de Bukowski desde BUP. Convertido en arma arrojadiza, casi en un insulto, un nombre con el que compulsar a otro escritor con desprecio y mofa a poco que éste escriba "polla" dos veces o cuente que se ha pillado un pedo por ahí; Bukowski, al menos en España, es un meme, un superventas que se sigue leyendo en secreto. Epítome del viejo verde, borracho, salido y pendenciero, confieso que yo mismo lo tenía por lectura de adolescencia. Me regaló esta edición tan mona Sara hace tiempo, un día que estuve saqueando su casa, y el otro día lo cogí y me lo leí del tirón, y me descojoné de la risa. Que conste. Qué fácil es menospreciar a este gran hombre desde la wifi, qué juventud tan desagradecida y acomplejada la nuestra, con lo que Bukowski se desnudó y se vació para nosotros, sin esperar nada a cambio. Cuánta pureza, cuántas risas, qué mal huele lo que cuenta en estos cuentos y qué poco le importaba todo. Qué estoicidad. Qué ejemplo para las nuevas generaciones. Y qué gusto da leerle, y decirlo abiertamente. Me voy a leer otro pronto, os jodéis.

El club de los suicidas (Roberto Santiago, 2007)


Me encantó esta película cuando la vi en su día, y una tarde de estas tontas me la puse otra vez a ver si es que estaba enamorado o drogado la primera vez; y sin embargo, confirmo que esta película me gusta. Que "para ser española, no está mal", y que de hecho es entretenida, redondita, misteriosa, intensa. Lo que menos me gusta es los golpes visuales que le robaron a "El club del suicidio" (2002), que es como se tituló aquí el tremendo, impactante gore de Sion Sono, esa silueta humana pintada en la acera como presagio y símbolo de la locura que atenaza a la sociedad toda en la japonesa, y que aquí sirve para desencadenar los créditos de apertura. Las similitudes con la versión japonesa, claro, no son muchas más. Ésta es una comedia española (pero en serio que se deja ver, lo juro), dirigida además por el recién consagrado autor de "El penalty más largo del mundo" (una estupidez mainstream a mayor gloria de todas y cada una de las estrellas televisivas del momento), que inspirada en la novela homónima de R.L. Stevenson (que además tienen el detalle de citar y mostrar) recrea cómo un grupo de desesperados incapaces de quitarse la vida por sí mismos, que se conocen en una terapia y deciden formar el club de marras y jugarse a suertes quién mata a quién cada semana, para irse quitando de enmedio poco a poco. Y poco a poco la comedieta se va oscureciendo hasta apagarse y tornarse una tragedia negrísima, visualmente hermosa y plagada de actuaciones asombrosas. Lo juro, que así es como la percibo. Es una de esas películas españolas, una cada dos o tres años, que de alguna manera me seducen y me atrapan. El portero de Aquí no hay quien viva está estupendo, y Luis Calleja y Juamna Cifuentes impresionantes, igual que Lucía Jiménez, Clara Lago y Cristina Alcázar, que además están muy buenas y no enseñan teta ni falta que hace (también aparece por ahí Manuela Velasco, qué más queremos). El triángulo amoroso de rigor en el cine español pasa desapercibido, es algo circunstancial y apenas se utiliza para el chiste final, cuando la trama se endereza y (no destripo nada) los personajes principales sobreviven, faltaba más. Algo tiene esta película que me turba, me emociona y me enternece, y me parece un espejismo en la comedia española de los cojones, que generalmente me saca de mis casillas. La archivaría en algún lugar entre el cine de Santiago Lorenzo y Álex de la Iglesia, ahí en medio entre el costumbrismo bizarro, el absurdo, el genio y la acción pura y dura de espíritu yanqui.
Después de ésta, Roberto Santiago rodó "Al final del camino", que dejo constancia de que me la vi también el otro día a ver si había algo, y menuda decepción. Pese a contar con casi el mismo reparto (sumando a Malena Alterio) y un mensaje esperanzador similar, ésta es una chorrada que no hay por dónde cogerla, que da vergüenza ajena y se basa en un guión ridículo y deslabazado, donde todo da igual mientras se haga camino hacia Santiago al andar.

lunes, 26 de septiembre de 2011

El jardinero nocturno (George Pelecanos, 2009)


El folletín sarcástico Público traía hace unas semanas, por 2,50 euros más, la novela más famosa de Pelecanos, uno de los escritores de novela negra y hardboiled contemporáneos más conocidos, y a la sazón famoso por ser "el de The Wire", uno de los guionistas estrella de la dichosa serie (y también guionista estrella de The Pacific, de Treme y seguramente también de los próximos mil pelotazos supra-testosterónicos de HBO). Alguien me la recomendó vivamente, y me tuvo atrapado exactamente durante dos días, dos días con la novelita como accesorio estético de aquí para allá, bien atento al negro sobre blanco, tratando de ayudar a Gus Ramone y el resto de ioputas del Departamento de Homicidios de la policía de Washington D.C. a desentrañar el misterio del "jardinero nocturno". Éste no es otro que un asesino serial que sodomizó, dio muerte y a continuación arrastró hasta un jardín de zona residencial a tres adolescentes en 1985, adolescentes cuyo único crimen había sido ser bautizados con nombres palíndromos y vivir entre negratas. La novela arranca y termina en 1985, pues. Allá conocemos a Gus Ramone, el protagonista, un madero casado con una negra y con un hijo que ahora, veintialgo años después, es un adolescente negrata aunque no palíndromo; a Dan Holiday, que por entonces era su compañero de patrulla (ahora Gus hace la ronda con una mujer llamada Rhonda [risas]; y Holiday conduce limusinas y se pone fino a vino), ambos recién llegados a las calles; y al legendario detective Cook, quien se encargó del caso irresuelto en los ochenta, y que a día de hoy, por supuesto, está obsesionado con el asunto, al hilo de dos nuevos asesinatos en D.C. con similar modus operandi. Holiday y Cook, ya retirados retomarán su relación dos décadas más tarde al margen de la ley, mientras que a Ramone le asignan el caso. Alrededor de los tres personajes irán apareciendo otro buen montón de maderos, profesores de institito, adolescentes, compañeros de barra de Dan Holiday, sospechosos, gentuza... Un incesante namedropping que es lo que me pone más nervioso de Ellroy y de la novela negra norteamericana en general. También me cargaron un poco las descripciones someras y aleatorias de todos los escenarios, donde Pelecanos hace uso de una especie de "sandwichera automática de descripciones vagas y directas" (supongo que un gaje de su labor como guionista de televisión). Pero como decía al principio, estuve absorto en la lectura durante esos días días libres míos, abierta a un palmo de mi cara sin soltarla allá donde fuera como si fuese Eddie Murphy fiel al vaso de agua hacia la daga de Ajanti, así que conseguí no perderme ante el despliegue de nombres de jodidos policías y otros ciudadanos sin personalidad ninguna, y que de paso no se me hiciera pesada la novela, sino estimulante y entretenida. Como curiosidad, diré que en la última página, encima, se hace referencia a "Evil live", palíndromo él, uno de los discos favoritos del asesino, y también de mí.

martes, 13 de septiembre de 2011

La boda de mi mejor amiga (Paul Feig, 2011)


Otra comedia gamberra con el sello de Judd Apatow, dirigida por Paul Feig (director de series de televisión como Freaks & geeks —Jake Kasdan, director de "Bad teacher", estuvo al frente del rodaje durante casi toda la serie; Feig se encargó sólo del último y decepcionante episodio—, Arrested development, Sabrina, etc.) e injustamente encasillada como divertimento exclusivo para amas de casa, que me ha gustado bastante. El principal motivo, por supuesto, es Kristen Wiig. Resplandeciente, sin fisuras, comedida, guapérrima. Ella es la protagonista central, aunque luego aparezcan las otras mariliendres del cartel, el grupo de damas de honor dispuestas a ofrecerle a Maya Rudolph la peor pre-boda imaginable. Kristen Wiig es una loser de campeonato, la mejor amiga de Maya, y aquí la cosa va de celos, en el momento que entra en escena Helen (la escultural Rose Byrne), una pija atolondrada que puja por el puesto de mejor amiga. A Kristen Wiig le va todo fatal, y la envidia y los celos la corroen. Como en toda comediarromántica que se precie, tiene un pretendiente encantador, que mataría por ella, el magnánimo agente de policía interpretado por Chris O'Dowd. La presencia de Chris O'Dowd o del maestro Matt Lucas aportan a la película una buena dosis de cachondeo y negrura british, y dejan bien claro que esto no es un remedo, ni siquiera una parodia de "Sexo en Nueva York", sino un desfile de incorrección, slapstick, desastre y humor grueso. No es un Apatow corriente, es cierto que el espectador al que va dirigido esto es femenino, con sus chistes sobre vestidos de boda y los tejemanejes de la jodida comandita con la machorra gordita (lo siento, pero digo no a Melissa McCarthy, que me ha resultado cargante de principio a fin) y las otras mujeres-florero, pero probablemente espantará a las manadas de ancianas y amas de casa que se acerquen a verla. Es una buddy movie extraña, larguísima, pausada, que yo me tuve que ver en dos días, pero Wiig lo vale. Sorprendente y entretenida, con sus dosis de nostalgia, romanticismo, loserismo y superación, para la aficionada media al SNL pero también para sus parejas.

Bad teacher (Jake Kasdan, 2011)


Elizabeth Halsey (Cameron Díaz) es un pibón que nadie sabe cómo ha llegado a maestra de una escuela de secundaria de Illinois, y pasa un año sin pena ni gloria, haciendo del trabajo en el colegio un simple pasatiempo mientras seduce y se casa con un millonario. En ese momento abandona las clases, y se dedica enteramente a despilfarrar la fortuna de su marido y fumar marihuana a escondidas. Pero ese mismo verano, el marido se entera de que sólo le quiere por su dinero (obvio), la manda a tomar por saco y Elizabeth no tendrá más remedio que volver a las clases. Su segundo año en la escuela JAMS es un quebradero de cabeza. Cameron odia dar clase, y se limita a poner películas a los alumnos durante todas las horas lectivas, mientras se duerme o se atiborra con las botellitas de whisky que esconde en el doble fondo de un cajón del escritorio. Ni siquiera se sabe el nombre de ninguno de sus colegas del claustro, ni mucho menos de los alumnos con quienes compartió todo el curso anterior. Ni le importa lo más mínimo. Ahora su único objetivo es ponerse unas tetas más grandes, y es que es verdad que Cameron Diaz está un poco plana. Necesita 9000 dólares como sea, y su sueldo es una miseria.
Hay un nuevo profesor en la escuela, un adinerado, atractivo y bastante imbécil Justin Timberlake, a quien pronto Cameron tratará de encandilar. Tarea difícil, porque el apuesto maestro se está quedando prendado de Amy Squirrel (Lucy Punch, "Hot fuzz" o "Conocerás al hombre de tus sueños", que aquí está increíble), la profesora perfecta, agradable, eficiente, cariñosa, divertida y tonta de capirote. Y por ahí anda también Jason "Marshmellow" Segel, el profesor de gimnasia, un encanto, que está enamorado de Cameron pero por supuesto ésta no sabe ni que existe. La troupe de profesores es un despropósito fenomenal. Ahí está la gordita acomplejada, el hippie cachondo (Dave Allen, el director del instituto de Freaks & geeks, genial, en un papel parecido pero más comedido y puntual), la ardilla insufrible Amy, el director estúpido amante de los delfines... Y la pandilla de chavales que intentarán acercarse a la macarra de la profesora cañón, que sólo piensa en sus nuevas tetas. Estupenda, incorrectísima y gamberra, comedia de desastres, palabrotas, apología del consumo y el poder de las tetas gordas, sorprendete Cameron Diaz a quien creía haber perdido para siempre en su mejor papel desde "Algo pasa con Mary", me lo pasé pipa.