miércoles, 28 de septiembre de 2011

El club de los suicidas (Roberto Santiago, 2007)


Me encantó esta película cuando la vi en su día, y una tarde de estas tontas me la puse otra vez a ver si es que estaba enamorado o drogado la primera vez; y sin embargo, confirmo que esta película me gusta. Que "para ser española, no está mal", y que de hecho es entretenida, redondita, misteriosa, intensa. Lo que menos me gusta es los golpes visuales que le robaron a "El club del suicidio" (2002), que es como se tituló aquí el tremendo, impactante gore de Sion Sono, esa silueta humana pintada en la acera como presagio y símbolo de la locura que atenaza a la sociedad toda en la japonesa, y que aquí sirve para desencadenar los créditos de apertura. Las similitudes con la versión japonesa, claro, no son muchas más. Ésta es una comedia española (pero en serio que se deja ver, lo juro), dirigida además por el recién consagrado autor de "El penalty más largo del mundo" (una estupidez mainstream a mayor gloria de todas y cada una de las estrellas televisivas del momento), que inspirada en la novela homónima de R.L. Stevenson (que además tienen el detalle de citar y mostrar) recrea cómo un grupo de desesperados incapaces de quitarse la vida por sí mismos, que se conocen en una terapia y deciden formar el club de marras y jugarse a suertes quién mata a quién cada semana, para irse quitando de enmedio poco a poco. Y poco a poco la comedieta se va oscureciendo hasta apagarse y tornarse una tragedia negrísima, visualmente hermosa y plagada de actuaciones asombrosas. Lo juro, que así es como la percibo. Es una de esas películas españolas, una cada dos o tres años, que de alguna manera me seducen y me atrapan. El portero de Aquí no hay quien viva está estupendo, y Luis Calleja y Juamna Cifuentes impresionantes, igual que Lucía Jiménez, Clara Lago y Cristina Alcázar, que además están muy buenas y no enseñan teta ni falta que hace (también aparece por ahí Manuela Velasco, qué más queremos). El triángulo amoroso de rigor en el cine español pasa desapercibido, es algo circunstancial y apenas se utiliza para el chiste final, cuando la trama se endereza y (no destripo nada) los personajes principales sobreviven, faltaba más. Algo tiene esta película que me turba, me emociona y me enternece, y me parece un espejismo en la comedia española de los cojones, que generalmente me saca de mis casillas. La archivaría en algún lugar entre el cine de Santiago Lorenzo y Álex de la Iglesia, ahí en medio entre el costumbrismo bizarro, el absurdo, el genio y la acción pura y dura de espíritu yanqui.
Después de ésta, Roberto Santiago rodó "Al final del camino", que dejo constancia de que me la vi también el otro día a ver si había algo, y menuda decepción. Pese a contar con casi el mismo reparto (sumando a Malena Alterio) y un mensaje esperanzador similar, ésta es una chorrada que no hay por dónde cogerla, que da vergüenza ajena y se basa en un guión ridículo y deslabazado, donde todo da igual mientras se haga camino hacia Santiago al andar.

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