Cuando somos críos, una de las primeras cosas que nos enseñan en la guarde es que existen otros seres vivos como nosotros, que se mueven, comen y se aparean. Con
Pero hay una rama fascinante dentro de la Zoología que estudia esos otros animales que no se conocen, de los que no hay pruebas definitivas que confirmen su existencia, que no se coleccionan en zoológicos, y que sin embargo hay testimonios, restos fósiles o pistas de sus movimientos en su hábitat. Esta rama es la Criptozoología. Que por supuesto no se trata de una paraciencia practicada por un grupo de conspiradores que buscan gnomos entre las setas, sino de un campo de estudio serio e imprescindible, que nació casi a la vez que la Zoología.
Es necesario comenzar aclarando un par de cosas:
- En primer lugar, separar la Criptozoología de la Paleontología. Esta segunda ciencia estudia la existencia y el comportamiento de animales del pasado, ya desaparecidos, para conocer cómo era el
- Y cabría separar también la Criptozoología de, por llamarla de alguna manera, la Mitología. Es decir, que a pesar de la mala fama que acarrean quienes se dedican a buscar indicios de la existencia de animales desconocidos, no son chiflados que intentan convencernos de la existencia de grifos, hadas, hombres-topo o dragones de seis cabezas, sino investigadores que creen que no todo está descubierto ya, que la Fauna de un planeta tan grande como el nuestro no está exhaustiva y totalmente documentada, sino que queda trabajo por hacer.
De hecho, entenderlo es tan sencillo como echar la vista atrás unos pocos cientos de años. En un libro escrito por un tal Andrew Battell en 1625 titulado “Purchase his pilgrimes”, se narra que los nativos de varias aldeas africanas vivían en continuo desasosiego, porque varios de ellos creían haber visto a un extraño monstruo gigantesco, que vivía en los árboles y utilizaba rudimentarias herramientas, que tenía la fuerza de diez hombres y emitía terroríficos alaridos. Ese monstruo no era otro que el simpático gorila que hoy conocemos y que abrazamos en las visitas al Safari Park, y cuya existencia no fue científicamente reconocida hasta 1847. Creo que es un ejemplo muy significativo. Y como ésta, supongo que habrán circulado a lo largo de la historia centenares de leyendas, condimentadas con escenas de terror y místicas ornamentaciones, acerca de perros, linces, murciélagos o ratones, antes de que estos fuesen aceptados por la Ciencia como habitantes del planeta.
Es decir, que la Criptozoología (del griego cryptos, oculto; zoos, animal; y logos, estudio) es “el estudio de los animales sobre cuya existencia sólo poseemos evidencia circunstancial y testimonial, o bien evidencia material considerada insuficiente por la mayoría”. Para entendernos, hasta que una especie no recibe la darwiniana nomenclatura en latín y pasa a formar parte de las enciclopedias, habrá un criptozoólogo tras la pista de un monstruo cuasimitológico, y probablemente siendo víctima de escarnio público.
La Historia nos habla por primera vez del que quizá sea el mayor enigma actual de la
Algo más alejado de la siempre idealizadora Teología, y muy anterior cronológicamente, cabe citar también la figura de Heródoto (484 –425 A.C.), al que se considera el primer zoólogo. Es uno de los grandes sabios griegos, considerado el Padre de la Historia, y maestro naturalista. Su obra la componían nueve volúmenes, sino que se divide en nueve libros a modo de partes (división posterior al propio Heródoto y bastante artificial, pues se hizo en honor a las nueve musas), en los que trató de compendiar todos los grandes eventos conocidos hasta la fecha: guerras, biografías de grandes hombres y toda la fauna existente en Grecia, Persia, Babilonia, Asia occidental y Egipto. En este apartado dejó constancia de muchos animales comunes, pero también aparecen allí ejemplos de extraños seres crípticos e inconcebibles: humanoides anfibios, mastodontes velludos o sirénidos. Sitúa en la India la existencia de hormigas gigantes, como en las pelis de serie B, y en el ámbito de lo que más bien sería criptoantropología da la primera mención de los pigmeos. eneralmente se le ha acusado de mezclar mitología con realidad, pero hay quien defiende que todo cuanto describió en sus escritos se ciñó a la fauna que él conoció personalmente (*).
Siguiendo con los inabarcables sabios de antaño, tenemos que pararnos también en la obra de Tito Lucrecio (99 – 55 A.C.), poeta, filósofo y naturalista que recogió en su exhaustivo repaso de 6 volúmenes “De Rerum Natura” (“Acerca de la Naturaleza del Universo”) sus iconoclastas teorías acerca de la estructura atómica de la materia, una defensa a ultranza de la validez del método científico, así como la propuesta de la teoría de la evolución basada en la selección natural, precursoras de la línea de pensamiento expuesta por Charles Darwin, universalmente aceptada mil ochocientos años más tarde. Además de sus irrefutables aportaciones a la Zoología, también tiene un papel importante en el más bizarro rincón de la Criptozoología, al haber dejado descritos para la posteridad la existencia en el pasado de seres como el centauro, la hidra o el grifo.
Descubrimientos como éste, que Darwin y sus sucesores estaban documentando incansablemente desde finales del siglo XIX, llevaron al zoólogo belga Bernard Heuvelmans (1916 - 2001) a crear en los años 50 esta nueva disciplina científica (basada en conjeturas y testimonios, y no en el estudio de campo del comportamiento de animales ya conocidos), y de paso a llevarse el galardón de Padre de dicha rama. Nacido en Le Havre (Francia), aficionado al jazz y a la literatura fantástica de Julio Verne (citaba también a menudo “El mundo perdido” de Athur Conan Doyle). Zoólogo profesional y autor del fundacional y monumental “Tras la pista de animales desconocidos” (1955), donde además de acuñar el término por primera vez plasmaba la clave que seguirían a partir de entonces el resto de criptozoólogos: practicar el estudio con rigor científico, pero con una actitud abierta e interdisciplinaria.
A pesar del público reconocimiento de su trabajo, Heuvelmans siempre insistió en que los orígenes verdaderos de esta ciencia están en el libro de 1892 “La gran serpiente marina”, obra de Antoon Cornelis Oudermans (1858 - 1943), que es, en
Para ir terminando con el repaso histórico, cómo no, tengo que citar al maestro Charles Fort (1874 – 1932). Fort es, para entendernos, el Padre de la "ciencia bizarra". Apasionado lector, agitador y descubridor del lado extraño, incomprensible e inexplicado del Universo, todo aquello que se escapa a la comprensión humana y que la Ciencia tradicional rechaza. Ineludible maestro y referente cuando hablamos de cualquier tipo de paraciencia y fenómeno curioso, desde los OVNIs a la combustión espontánea, pasando por incomprensibles sucesos atmosféricos como la lluvia de ranas, los estigmas, las habilidades psíquicas, los poltergeists, etc. etc., también frecuentó el mundo de los críptidos, estudiando a las serpientes marinas, los
La Criptozoología debe también su estatus de reconocimiento actual a otras sesudas figuras que han investigado el lado oculto de la fauna, a saber:
- Olaus Magnus (1490 – 1558): arzobispo de Upsala, incansable investigador de las míticas serpientes marinas durante el Renacimiento;
- Conrad Gessner (1516 – 1565): autor de la “Biblioteca Universalis”, la Biblia de la zoología;
- Erik Pontoppidian (1698 – 1764): tomó el relevo de Magnus en el estudio de las serpientes marinas de los fiordos y el Atlántico Norte;
- Roger Patterson (? – 1972): es el autor de la única película existente sobre Bigfoot cuya falsedad no ha podido ser demostrada, rodada junto al cineasta Bob Gimlin;
- Ivan Terence Sanderson (1911 – 1973): uno de los más importantes y afamados criptozoólogos de todos los tiempos, viajó incansablemente por todo el globo, como un Félix Rodríguez de la Fuente bizarro, buscando vampiros gigantes, anguilas gigantes de los lagos, criaturas humanoides de las nieves o reliquias prehistóricas vivientes. Está considerado como el principal seguidor de Heuvelmans, autor de un vasto legado multimedia, y fundador de la Society for the Investigation of the Unexplained.
- Tom Slick (1916-1962): los descubrimientos modernos, así como los pocos datos que conocemos acerca de algunos de los cripto-
monstruos norteamericanos, serían cuantiosamente menores de no ser por la aportación de Tom Slick. O mejor dicho, por sus donaciones y multimillonarias inversiones en la investigación de campo. Siempre es una suerte, para cualquier ámbito, que un prócer de Texas decida dilapidar su fortuna en pro de su desarrollo y mantenimiento. Inicialmente gastó su dinero en el cine (pupiló la carrera de todo un Jimmy Stewart), pero a partir de los años 50’s proporcionó las ayudas necesarias para la realización de numerosas expediciones en busca de animales desconocidos, como el Yeti, los monstruos del lago Illiamna o las salamandras gigantes de California;
- Ted Holiday (1920 – 1979): forteano, ufólogo y defensor de una teoría que dice que Nessie tiene ascendentes tanto en la lombriz de tierra como en el pulpo;
- Tim Dinsdale (1924 – 1987): 26 años detrás del misterio del lago Ness;
- Rene Dahinden (1930 – 2001): incansable cazador de sasquatchs (un homínido de las nieves cuasimitológico que tendría hábitat en Canadá);
- Grover Krantz (1931 - 2002): argumentó la existencia de Bigfoot, como un superviviente del prehistórico Gigantopitecus, teoría que sigue investigándose a día de hoy;
- Jordi Magraner (1967 – 2002): un español asesinado recientemente, que dedicó sus esfuerzos al reconocimiento universal del homínido peludo pakistaní, el Barmanú.
(*) Algunos puntos del párrafo referente a Heródoto han sido corregido y aumentados con aportaciones literales que me ha hecho C. Rancio en los comments. Gracias otra vez.
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