domingo, 21 de enero de 2018

The Guy Under The Seats y otras colaboraciones de Chris Elliott (1982-1988)


Hablando de cómicos de stand-up y de mi norteamericanofilia, una de mis rutinas habituales es encender el Youtube y dejarlo ahí toda la tarde en mi tele gigante escupiendo entrevistas y actuaciones de los talk-shows nocturnos americanos. Ayer sábado tenía una resaca considerable, y después de unos recados y de pillar cena basura, asumí que no iba a ser capaz de hacer nada productiv. Rendido a la evidencia, perdí por completo el interés en el mundo real, apagué el móvil y me parapeté en el salón con una manta. El algoritmo satánico y caprichoso me estuvo ofreciendo, siguiendo, imagino, visionados anteriores, algunos dibujos animados muy raros. Entre otras cosas, me llevó a esta maravillosa colección que recoge los 100 y pico cortos de Spy vs. Spy, esa obra cumbre de la revista MAD, llevados al mundo de la animación. Creados por el dibujante cubano Antonio Prohias, como una parodia de la Guerra Fría, y casi con tantas entregas como revistas MAD salieron al kiosko (debutó en el nº 60, allá por 1961), siempre me ha fascinado esta loca historieta minimalista en la que el Espía Negro y el Espía Blanco se matan eternamente el uno al otro de las maneras más imaginativas y disparatadas. Tengo algún recopilatorio de bolsillo en inglés, y mencioné a esta joya trash en mi fanzine sobre las Máquinas de Rube Goldberg, por su constante abuso de la cacharrería marca Acme y las máquinas de reacción en cadena; y conocía esta serie de pocos segundos de duración, pero no que se habían hecho tantos, y que la gran mayoría eran una obra maestra de la stop-motion (a partir de la segunda temporada, y desde la tercera, todos):


Después estuve viendo, por enésima vez, episodios uno tras otro de Celebrity Deathmatch y de Action League Now!, que nunca me canso ni me cansaré jamás, y pronto la Inteligencia Artificial, por sí sola, se sumergió en el extraordinario asunto de las actuaciones musicales en los talk-shows. Reconozco que me dormí y desperté hasta cuatro veces a lo largo de la tarde, y entre la vigilia y el sueño disfruté de increíbles actuaciones y entrevistas de Iggy Pop, Frank Zappa, Wendy O. Williams, los Ramones y mil más, que no había visto nunca antes. Fue como un viaje astral en el tiempo, a esas noches delante de la parabólica cuando me quedaba solo en casa de mis padres, siendo adolescente. Desde la última vez que miré, ha debido de liberarse en algún lugar todo el archivo de Johnny Carson y David Letterman, porque la cantidad de programas completos en óptima calidad que hay por la red es abrumadora. Y en estas que llegué, sin querer, a un vídeo que recogía todas las apariciones de mi ídolo Chris Elliott en el show de Letterman, ordenadas por temas. Elliott comenzó su carrera como guionista de Letterman, siendo muy, muy joven. El 15 de marzo de 1982, por azar, David le sacó ante las cámaras disfrazado de montaña de basura:


A Letterman le hizo mucha gracia, y repitió al día siguiente. A partir de entonces, empezó a tener papelitos cada vez más habitualmente, hasta el punto de convertirse en su colaborador más carismático de finales de los 80s, con diferentes running gags e intervenciones absurdas que interrumpían el programa (eso que copiaron en los 80s Chicho Ibáñez Serrador o Emilio Aragón y que le aportaba al programa un ritmo y una sensación de imprevisibilidad muy estimulantes), con personajes idiotas como The Panicky Guy (ante cualquier sonido inesperado, Chris aparecía dando voces de entre el público, entraba en pánico, salía del estudio y era atropellado por un tipo de mantenimiento manejando una enceradora), The Regulator Guy (una parodia de Terminator, a la que acudiría en el episodio "Repartidor 2000" de Get a Life), The Conspiracy Guy (un genial tarado conspiranoico que igualmente interrumpía desde el público para acusar a Letterman de todo tipo de cosas), The Fugitive Guy (Roger Campbell, un "nuevo" tramoyista del equipo que continuamente era perseguido por la CIA) y sobre todo The Guy Under The Seats (literalmente, un tipo que vivía debajo de las gradas y aparecía de pronto por una trampilla). Jordi Évole, con su personaje de El Follonero, comenzó su carrera en el talk-show de Buenafuente con una copia de uno de estos espontáneos habituales de los programas americanos, que tan bien llevó Elliott al extremo (de hecho, en los pocos talk-shows que ha habido en España, casi todo está copiado, hasta la genial Niña de Shrek no es más que una copia del SNL). También comenzó a aparecer a menudo interpretando a un impersonator de Marlon Brando. Durante esta época, Chris llegó a convertir algunas de sus parodias en proyectos de series, que se quedaron en extraños mediometrajes, como Action family y FDR: A one man show, de los que hablé hace mucho en este blog. En 1989, Chris abandonaría definitivamente el programa, para iniciar su carrera como estrella total en Búscate la vida, mi comedia favorita de todos los tiempos, que le llevaría a estatus de cómico de culto. En mi fanzine sobre Chris y su serie, ya hablé de todos esos personajes, y había visto bastantes de estas actuaciones, con estos personajes u otros (era muy recurrente casi a diario durante sus 5 años en Late Night with David Letterman, y siguió apareciendo en muchos talk-shows hasta el día de hoy). Pero por primera vez, anoche me dieron las cien mil viendo TODAS sus apariciones clásicas como colaborador, en vídeos de hasta hora y media, que conformaban una especie de anti-sitcoms marcianas, absurdas, reiterativas, punk, repletas de frases capciosas y actuaciones fascinantes. El usuario de Youtube Don Giller, al que descubrí anoche, por lo visto lleva algún tiempo subiendo mil y una piezas (sobre todo) de Letterman, y organizándolas en colecciones completas. Hubo algunos otros personajes (como el Skink Bounty Hunter, ya en los 90s, o maravillosas parodias como los Mummenschanz, William Shatner y mil y una otras imitaciones o apariciones as himself), pero en esas colecciones está lo más épico, y lo que forjó a Chris Peterson. Así, anoche estuve viéndome (y guardándome para volver a verlo) todo esto, sintiendo un extraña mezcla de felicidad y nostalgia, una nostalgia bastante gilipollas, ya que de alguna manera enferma echo de menos una televisión y un pasado que no viví y que no me corresponden para nada. Aquí en España a la gente se le llevan los demonios hablando de Frigopiés, del Un, dos, tres y de La bola de cristal, pero en este tipo de atracones, me siento como el redneck de Wyoming que llevo dentro, o el Homer Simpson que nunca fui. Por si hubiese más fanáticos de esto, dejo por aquí los enlaces, y me retiro discretamente a mi apartamento encima del garaje de mis padres.








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