miércoles, 15 de octubre de 2014

Metamorfosis. Visiones fantásticas de Starewtich, Svankmajer y los hermanos Quay (1ª parte)

En este countdown para Halloween tan estimulante, en el que los murciélagos adelantan su ciclo con el cambio horario, terribles tormentas eléctricas nos acometen, los árboles se retuercen y mudan y los depredadores y bestezuelas empiezan a desperezarse en sus tumbas, ha llegado a Madrid la impresionante exposición “Metamorfosis”, comisariada por Carolina López. La asombrosa muestra es una maravilla atemporal plagada de instrumental médico, maniquíes anatómicos desmembrados, objetos de poder, libros (¡en una vitrina hay una primera edición de una de las obras enciclopédicas deAthanasius Kircher!), animales disecados, teatrillos, películas proyectadas en las paredes y sobre todo marionetas, aperos de stop-motion y memorabilia de ensueño proveniente de las piezas audiovisuales de Stanislas Starewitch (1882-1965) y Jan Svankmajer (1934-). Genios torcidos del cine de género, claros antecesores e influencia en mil y un artistas contemporáneos y modernos como Terry Gilliam, Tim Burton, Wes Anderson, Henry Selick, Émile Cohl, Olivier de Sagazan, Walerian Borowczyk, Hayao Miyazaki, Hideshi Hino, Suehiro Maruo, Bill Plympton, Rob Zombie, Trevor Brown, Romain Slocombe, Mayhem, Marilyn Manson, Whitehouse, Joe Coleman, todos esos animadores de plastilina ocre y cubista que acababan sus piezas con Kóniec, las cortinillas de la MTV de los 80, los que hacían las piezas estrambóticas intercaladas en Barrio Sésamo (esa inolvidable Pepita Pulgarcita), en Liquid Television, en El Planeta Imaginario… O los propios hermanos Stephen y Timothy Quay, que forman parte de la muestra cerrando este paseo por el lado extraño, curioso, malsano y oscuro del siglo XX.

Soy un apasionado de las exposiciones, los anticuarios, los museos, las casas-museo, las galerías de arte, los jardines privados, las ferias de papel antiguo, los zoológicos y las visitas guiadas por la ciudad (que son como exposiciones en bruto y al aire libre); de contemplar estanterías ajenas, de las jugueterías plagadas, de los lineales de los badulaques exóticos, de los gabinetes de curiosidades, de las exhibiciones de atrocidades, de escribir listados de palabras y nombres propios entre comas, y en general de todos los sitios en los que se aglomeran a la vista objetos hermosos o curiosos reunidos para el deleite visual, a los que pueda acudir en mi tiempo libre, y a poder ser sin pagar mucho ni que haya muchos jubilados (ni mucho menos turistas); y suelo tener la agenda repleta y me acerco como mínimo a tres de estos lugares cada semana. Y aunque no me gusta mucho La Casa Encendida (me siento como yendo a una sucursal bancaria o recorriendo los pasillos de la facul… ¡a mi edad!), estoy yendo mucho estos días a visitar esta exposición, un poquito cada vez, y sobre todo me quiero apuntar a todas las etapas de las proyecciones audiovisuales, que son los martes; y los martes son mis domingos.

Respecto a la exposición en sí… es una pasada, una línea trazada a través de casi todo lo que más me gusta. No he terminado de verla entera (ya que pretendo ir semanalmente hasta final de año a ver las proyecciones), y me falta todo el grueso de lo de Svankmajer, pero tiene una pinta escandalosamente hermosa. Starewitch era un entomólogo obsesivo y minucioso, que aún cuando el cine era mudo comenzó a animar fotograma a fotograma a sus insectos y a los muñecos que construía inspirado en las (terribles, grotescas y para adultos) fábulas de los hermanos Grimm o Hans Christian Andersen, tomando como referencia las primerísimas piezas de animación de la prehistoria del cine, obras fantásticas y que he visto mil veces como las creadas por Georges Meliès o Segundo de Chomón. En la exposición podemos ver, además de algunos fragmentos de sus obras, muñecos y dioramas originales, instrumental, colecciones de insectos y otras obras, objetos y/o menciones a antecedentes como Mèlies, Lotte Reiniger, Arcimboldo, Francisco de Goya, Franz Kafka, el modernismo, el expresionismo, el surrealismo, el cubismo, la alquimia, la taxidermia, la medicina pretérita… Una muestra de objetos imprescindible y que me tiene entusiasmado.

Sesión Gabinete de curiosidades

Les grenouilles qui demandent un roi (L. Starewitch, 1922) Preciosa fábula muda y en stop-motion, protagonizada por unas graciosísimas ranitas antropomorfas (que parecen de Sylvanian Families) que elevan sus plegarias al dios Júpiter para que las organice y las envíe un gobernante o un jefe de estado, con dramático resultado. El coloreado chillón del metraje restaurado, y en pantalla grande, me dejó un indeleble recuerdo de esta simpática y al mismo tiempo grotesca historia fantástica con moraleja, efectos especiales y marionetas antediluvianas, en la línea del mejor Chomón.

Le vampire (Jean Painlevé, 1939-1945) Esta pieza de complemento (cine científico-buñuelista a partes iguales) es un documental zoológico, breve e insólito (y bastante mondo y sensacionalista), alrededor del vampiro real: el desmodus rotundus sudamericano, y su habilidad para succionar la sangre de sus presas mostrada con crudeza y en primerísimo plano. Al mismo tiempo que el narrador nos pone en situación partiendo del “Nosferatu” de Murnau y advirtiéndonos de cómo ese cobaya sedado, cuyo buche está siendo lentamente perforado por el murciélago, podríamos ser nosotros. Una curiosidad algo gore para exhibición de atrocidades animales.

Historia naturae (Suita) (J. Svankmajer, 1967) Una maravilla. Uno de esos preciosos juegos florales habituales en el Maestro Svankmajer, animando fotograma-a-fotograma objetos, mobiliario y sobre todo animales disecados a ritmo de diferentes estilos musicales. Una coreografía impresionante y bonita a cuenta de objetos de taxidermista, huesos, vitrinas, jaulas, ordenada a partir de las diferentes especies del reino animal. Este tipo de piezas son en sí mismas como una exposición viviente en formato videoarte, un muestrario de las curiosidades y obsesiones del autor, animada de forma magistral, con su toque de humor grotesco y su atención al detalle y a la música.

Kostnice (El osario) (J. Svankmajer, 1970) Curiosísima pieza que documenta una visita al osario de Sedlec, en la República Checa. Un lugar espeluznante y único en el mundo, bajo la iglesia de un pequeño cementerio. Existen otros osarios o acumulaciones de esqueletos y calaveras humanas en el mundo (probablemente el más famoso sea el de las catacumbas de Roma), pero en el de Sedlec a alguien se le ocurrió construir esculturas con esos huesos. Por todos los rincones de esta cueva contemplamos terroríficos arcos, cúpulas, lámparas, columnas, candelabros, etc., minuciosamente armadas con huesos y calaveras humanos. Un lugar ideal para dar rienda suelta a las fantasías de Svankmajer, que en este caso no puede manipularlos ni construir caleidoscopios y laberintos animados en stop-motion, como probablemente le hubiera gustado, sino que se limita a manejar lenta, rítmicamente la cámara por las estancias. De fondo, el crepitar de la cadena de una antigua bicicleta nos pone los pelos de punta a medida que olvidamos que es un ruido golpeteo, y no cálcico y tenebroso. En lugar de un narrador en off, la brillante mente de Svankmajer concibió mantener el audio de la guía turística (suplente para más señas) que recorría la zona haciendo comentarios para los turistas. Con sus tics, sus quejas y sus comentarios mundanos e incluso involuntariamente cómicos, como contrapunto grotesco a las pesadillas primigenias que evocan las imágenes.

The phantom museum (Hnos. Quay, 2003) No conocía de nada a los hermanos Quay, salvo por lo que había podido ver en la exposición y en el catálogo de la misma (que compré el primer día). Estos dos gemelos idénticos de origen británico son dos apasionados del cine y el universo de Svankmajer, e igualmente comparten esa obsesión por el movimiento mágico de los objetos, la ciencia bizarra y el lado morboso que todos escondemos. Sin llegarle a la suela de los zapatos al Maestro (ni pretenderlo), este corto es un breve paseo por una extraña colección de prótesis médicas vintage, que se mueven solas por varias estancias mientras una especie de misterioso polichinela gastonlerouxiano las recorre a ritmo de una fea música ambient.

The cabinet of Jan Svankmajer (Hnos. Quay, 1984) Mucho más vistoso e interesante este diáfano homenaje de los Quay al Maestro y su imaginario. En colorido stop-motion con marionetas, teatrillos (el principal de ellos se puede ver en la expo), collages de diversa índole y referencias a Arcimboldo, Dalí, Kafka, Mèlies, Starewitch… Un exótico y bonito videoclip (una vez más, me falla la selección musical) de pleitesía.

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