martes, 22 de julio de 2014

"Weird Al" Yankovic - "Mandatory fun" (2014)

La semana pasada "Weird Al" Yankovic publicó su disco número 14, y último de su carrera según sus propias palabras. Aunque anunció de paso que a partir de ahora se dedicará a la publicación de singles online, que es más contemporáneo. El álbum es un concepto realmente absurdo y propio de otros tiempos, claro que sí. Hemos sufrido cincuenta años de imposición de un formato adaptado al diámetro del tocadiscos (un trasto del siglo pasado), conscientes de que solo en uno de cada mil discos buenos hay más de dos o tres canciones buenas; y eso ciñéndonos a los discos buenos. Se acabó la dictadura de la morralla, del "grabemos otras 12 canciones cualesquiera a toda leche para poder vender esa canción molona que nos salió una vez". Vivan las canciones, vivan los emepetreses sueltos, los singles y como mucho los recopilatorios. ¿A santo de qué tantísima quincalla de relleno por todas partes, durante décadas? ¿Quién necesita canciones de relleno? Volvamos a como era la música desde el principio de los tiempos y hasta los años sesenta del siglo XX, cuando las cosas aún tenían sentido y los músicos grababan solo las buenas canciones. Aunque sea a costa de la nueva dictadura de los tiburones de iTunes.

Dicho esto, el nuevo LP de "Weird Al" me lo he escuchado, entero, tres veces. Dos de ellas, a la ida y a la vuelta de un viaje en coche durante estas vacaciones de verano que se terminan en cuestión de minutos. Y es divertidísimo y genial, como siempre. "Weird Al" es un tesoro estadounidense, un director de videoclips, cómico, actor y músico que no se puede comparar con nadie, ni mucho menos con nada que tengamos en España. Un nerd alto y feo que canta y toca el acordeón, embajador de la polka y el humor grueso de la era MTV. Un capítulo de la música popular que cuesta un rato explicar al que no esté familiarizado con la outsider music, las college radios, el Dr. Demento o el absurdo funcionamiento de la Industria Musical, y que resulta incomprensible para quien no creciera con sus imitaciones de Michael Jackson o Kurt Cobain en los noventa. Y su último disco suena mejor que nunca, mejor producido, con su banda de siempre e invitados de lujo, pero sin dejar de ser lo mismo de siempre.

Yankovic es, a grandes rasgos, un músico paródico, un cómico musicado o un satirizador de la música contemporánea. Sus composiciones son, a las canciones de más éxito de cada momento, el equivalente a una viñeta de prensa respecto de la respectiva noticia. Y así lleva, ridiculizando el hit parade con todo el cariño y respeto, desde finales de los años setenta, con una fórmula que funciona como un reloj y que a mí me hace mucha gracia (aunque comprendo a quien le restulta cansino; como tantos otros productos de la cultura norteamericana, hay que contextualizarlos para entenderlos a fondo).

En su más reciente cancionero, "Mandatory fun", repite la fórmula que tan bien le ha funcionado siempre: parodias de canciones conocidas + canciones propias que parodian un estilo conocido + un mix de canciones conocidas a ritmo de polka. Donde en otras ocasiones sus medleys al acordeón se despachaban a gusto con lo más granado del heavy, el grunge, los clásicos ochenteros o el gangsta rap, en esta ocasión ha elegido 12 superéxitos de la radiofórmula adolescente para pergeñar un corte de 4 minutos que repasa llenaplayas de 1Direction, Psy, Daft Punk, Miley Cyrus, Ke$ha y otros paladines del soul-techno-pop que no me suenan de nada.

Los temas paródicos (adaptando letra de cachondeo a la música original) ahondan en el pop contemporáneo, destacando Tacky, parodia del famosísimo Happy de Pharrell Williams, y que detalla el comportamiento del perfecto hortera del siglo XXI; Handy, sobre el Fancy de Iggy Azalea (que ni zorra pero debe ser famosísimo en las fraternidades yanquis), hace risas acosta de ser muy mañoso («Still rocking my screwdriver / Got the whole world thinking I'm MacGuyver»); en Foil, parodia de algo llamado Lorde (no son los imitadores de Gwar que ganaron Eurovisión), comienza fraseando sobre el original las grandezas del papel de aluminio para llevarse los restos del restaurante, para terminar explicando su utilidad para hacerse un gorrito y no ser espiado por los Illuminati; Word crimes (a partir de un tema de alguien llamado Robin Thicke, sin relación con el padre de Kirk Cameron en Los problemas crecen) es un continuo juego de palabras sobre los problemas ortográficos de los jóvenes americanos («You should never write words using numbers / Unless you're seven or your name is Prince»; por cierto, que Prince nunca ha dado permiso a Al para hacer de las suyas con sus canciones); y en Inactive (probablemente la más floja), parodia de Radioactive de Imagine Dragons, se burla del estereotipo del obeso zampabollos que no se mueve del sofá.

Finalmente, está el grupo de canciones propias, compuestas por Al para la ocasión, pero inspiradas por el estilo y el sonido de otros músicos; es decir, imitando a otros músicos, como si fuesen estos quienes interpretaran los cortes. De este palo, incluye Sports song, un genial himno fanfarrón y camorrista de desprecio al equipo contrario, interpretado como si fuera una marching band; Mission statement homenajea en la forma el country sureño a lo Crosby, Stills & Nash, mientras que la compleja letra (que parece un tema de Bad Religion de los primeros noventa, pero de coña), ironiza sobre la "necesidad" del hombre de monetizar sus bienes, economizar nuestro tiempo y ser una pieza más eficiente del engranaje corporativo; el último tema del disco es una balada epopéyica y desenfadada a lo Cat Stevens, de 9 minutos, sobre una relación fortuita que no pudo ser.

Y dejo para el final mis no-polkas favoritas del disco: Lame claim to fame, con su genial videoclip en stop-motion, no solo es una descojonante reflexión sobre lo efímero de la fama y lo idiota que resulta coquetear con ella en estos tiempos, y contarlo en las redes sociales: «My best friend's brother, well, he was an extra in Wayne's World 2 / My neighbour's baby sitter dated three of the guys in Mötley Crue». «I had a car that used to belong to Cuba Gooding Jr.'s uncle / A friend of mine in high school, had jury duty with Art Garfunkel» «I don't mean to brag but Paul Giamatti's plumber knows me by name» «I posted first in the comments / on a Youtube video»... y así todo. A mí me hace gracia). El vehículo para esta letra es, en este caso, un homenaje diáfano y confeso a una de mis bandas favoritas, Southern Culture On The Skids (concretamente a Camel Walk y a Dirt Track Date). Y el otro tema magnífico del disco se inspira en otra de las mejores bandas del mundo: los Pixies. Con una base de bajo que homenajea a Debaser, la inmensa Amanda Palmer emulando a Kim Deal a los coros, y una letra descacharrante sobre la estupidez del pijo contemporáneo. Se titula First World problems (Los problemas del Primer Mundo): «My maid is cleaning my bathroom, so I can't take a shower / When I do, the water starts getting cold after an hour». «Can't remember which car I drove to the mall / My Sonicare won't recharge, now I gotta brush my teeth like a neanderthal». «My house is so big, I can't get WiFi in the kitchen».

Me encanta el nuevo Larga Duración del Raro Al Yankovic. Soy así de infantil.

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