domingo, 11 de agosto de 2013

Hell comes to Frogtown (Donald G. Jackson, R.J. Kizer, 1988)

Esta película, que apareció una buena mañana en mi carpeta de descargas, es una maravilla. Un hito absoluto del cine fantástico de los ochenta. Se ha impuesto a mi siesta del domingo, y me ha entretenido muchísimo. Es una cosa increíble, con un argumento que entusiasmaría a Mariano Ozores: estamos en un futuro post-apocalíptico, en el que hay demasiadas mujeres y poquísimos hombres, y la radiación nucelar ha convertido a buena parte de la población en ránidos mutantes que sobreviven en las zonas desérticas. Un grupo de estos batracioides ha secuestrado a seis mozas muy monas sin frase, así que el Gobierno Provisional trama un plan para liberarlas: una avanzadilla de féminas militares (dos: una de ellas la blonde beach bimbo Sandahl Bergman) secuestran a su vez a un sujeto más o menos guapo y fornido (interpretado por la superestrella del Pressing Catch, Roddy Piper El Gaitero), llamado Sam Hell, para que salve al harén esclavizado por los hombres-sapo, y de paso que ayude a perpetuar la especie humana, porque Roddy Piper El Gaitero es uno de los especímenes más varoniles, fecundos, pichabrava y dotados de la Tierra. Montados en una furgoneta Chevrolet Panel rosita de 1950, las dos guerreras y el luchador se dirigen a través del desierto hacia Frogtown, para liberar a las esclavas. Por el camino, ambas se pelearán por la potencia sexual de El Gaitero, y le podrán a prueba repetidas veces quitándose ropa o tratando de montarle, haciendo gala de su entrenamiento militar en artes seductoras. Además, para que no escape, El Gaitero lleva un arnés propiedad del Gobierno Provisional, instalado a modo de fardapitos, que está controlado desde los pendientes de la rubia soldada, y que explota si se aleja demasiado; como en "Perseguido" (1987) o en "Peligrosamente unidos" (1991), pero en la pelvis. La primera parte de la película es un ciber-western-entremés picante, con escenas simpatiquísimas como cuando se cruzan con una de las esclavas, que ha escapado de Frogtown, y la sargento rubia, muerta de celos y desnudándose para ponerle a tono, obliga a El Gaitero a abarraganarse con ella para levantarle el ánimo. Por fin llegamos a Frogtown, y vemos por primera vez a los seres transmutados en hombres-batracio, que molan muchísimo, con unas magníficas máscaras viscosas de goma, en la línea de otras joyas de la época como "Howard the Duck" (1986) o "Las tortugas ninja" (1987), "Street trash" (1987), etc. Allí nos encontramos con un viejo amigo de El Gaitero, un cazarrecompensas muy guay interpretado por ¡Rory Calhoun!, con prostitutas batracio y forajidos anfibios. El héroe de acción de la película, el luchador amigo de los niños, es un desastre absoluto y creo que solo pega un puñetacito en toda la historia. Si llega a haber patadas voladoras y cojinetes, esta sería ya mi película favorita. Y la trama no es precisamente complicada, pero todo resulta muy gracioso y apasionante. Salen tetas, tipos con máscaras de sapo, fallos de raccord, homenajes gualtrapas a "El planeta de los simios" y a La rana aventurera de Bruguera (bueno casi), motosierras, peleas a espada, estrellas de lucha libre, efectos especiales malísimos y frases fanfarronas todo el rato. Buenísima.

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