domingo, 9 de diciembre de 2012
miércoles, 5 de diciembre de 2012
Madrid, con perdón (v.v.a.a., 2012)
Pero, como sea, casi todos los textos me han gustado y lo leí en dos sentadas, la misma tarde/noche que me lo pillé en La Central, que por cierto me tiene entusiasmado, pasearse uno por ese palacete reformado a sus anchas, curioseando entre tanto libro singular importado, especialmente cuando no hay nadie. El texto de Jordi es una curiosa historieta modernista y televisiva, muy bien. Grace, en su labor de cronista de la Villa, es un placer (aunque su novela no me dijo nada, ya hice post), y aquí en formato dilatad hace un poco lo mismo, es como un annual de sus extraordinarias Creaciones Madrid ambientado en el Centro-Sur de la capital. El texto de Jimina Sabadú también me gustó mucho, contenido para lo visceral que suele ponerse a veces, y además se centra en un contexto que me es muy cercano. Igual que el texto que cierra el compendio, de Fernando San Basilio, una oda al Centro Comercial Madrid-2 La Vaguada donde yo también crecí, obsesionado con la idea de vivir allí dentro sin salir, ya que era, que yo sepa, el primer mall que tuvimos en España y de crío me fascinaba el concepto. Fantástico el primero, lo de Juan Sebastián Cárdenas, que con mucho gusto y prosa alegre abunda en la casuística y la chismología contemporánea que ni Luis Carandell. Correctos y adecuados son los cuentitos de Mercedes Cebrián, Óscar Esquivias, Elvira Navarro o Carlos Pardo, éste con una visión sobre estudiar de rebote y fuera de tiesto en La Moraleja, con la que también me identifico mucho. Lo de Bob Pop desatado no me gustó nada, la verdad. Hay otro texto ("Los ojos") que no sé en qué idioma está escrito, y lo que ha hecho el Fresycoolo me parece de juzgado de guardia. Por el amor de dios, por el bien de la Cultura, que sus colegas dejen de publicar a este niño hasta que le salgan pelos en los huevos, que cuando sea mayor y mire hacia atrás va a ser jodido. Me enciende el entorno fresycoolo y lo que representa que publique en todas partes. Si llego a saber cómo se llama de verdad y lo leo en la portada de esto, igual no me lo pillo.
2000 Maníacos #43: Especial Fu-Manchú
martes, 4 de diciembre de 2012
Obituario
Entre lo de la luz y mil cosas, estoy planteándome en serio por primera vez en este siglo mudarme de casa. De hecho he visto un piso que me cuadra, que es la polla, y me estoy poniendo muy nervioso, y esta tarde en un arrebato me he ido a vender cosas y a separar muchas otras para tirar. He ido a una tienda de Moncloa y he vendido unos 90 ó 100 discos de vinilo por 35 euros. Me he arrepentido un poco, porque es una miseria... Pero en realidad la mayoría, la mitad por lo menos, estaban en muy mal estado, el canto de los álbumes estaba muy rayado porque durante una temporada los tuve, sin darme cuenta, al alcance de las terroríficas fauces de mis gatos, así que bien pensado no está tan mal, porque no habría ni veinte, como mucho, con los que me haya parado a pensarlo dos veces antes de deshacerme de ellos. Así que me sale a algo más de napo y medio por disco. Que a ver, no pensaba hacer negocio ni mucho menos, solo soltar lastre, pero una vez que me autoconvenzo, hago la criba y me voy para allá con dos bolsones, cuando te dicen que te pagan menos de lo que me gasté ayer, por ejemplo, en comer, cenar y unas cañas... Pero es que el valor sentimental no lo pagan. Me he quedado con unos pocos que me gustan de verdad, claro; y con los de Zappa y con algunos de portadas estupendas, o de vinilo de color, maxis antiguos...; muy pocos, ni treinta. No tenía muchos vinilos. Unos cuantos, buenos, se los regalé al del bar de Guada en otro arrebato, y otros están en otra casa. Pero en realidad nunca tuve nada demasiado interesante, yo fui de la cinta, como Jacinta, y del casette como Josete. Sin embargo, alguno de los que he llevado a vender por esa miseria eran de alguna manera parte de mí. Sé que había discos que valían algo, que les sacará partido tarde o temprano, seguro, compilaciones de estrellones de la música de todas las épocas... pero a mí me la sudaban. Yo a los que quiero rendir tributo y dejar aquí debajo ordenaditos, y por distintos motivos, es a los siguientes; no necesariamente porque me gusten, porque me digan algo musicalmente (casi nunca), sino por los recuerdos que me evocan. Como objetos de poder, como pedacitos de arte cuadriculado que he manipulado una y otra vez, que recuerdo dónde y cómo los adquirí, y que seguro que aquí en modo caratulita conforman una especie de caleidoscopio de esos recuerdos musicales que he quemado esta tarde sin pensármelo dos veces. Quede esto como un mosaico, un recuerdo al estilo de la manta cosida a mano que pasa de generación en generación entre la rama femenina de la familia Simpson:
lunes, 3 de diciembre de 2012
Hilo musical (Miqui Otero, 2011)
A Otero no le conocía de nada. Al principio le confundí con el tal P. Otero, ex-Furalita, el del Kastillo de Las Lágrimas, ese que escribía hace mucho en Mondo Brutto y que ahora vende los primeros MB en Todocolección, firmados y encuadernados en piel de castor; pero no. Miqui resulta que proviene del periodismo musical. Y su primera novela, "Hilo musical", es bastante entretenida. Va sobre un treintañero indolente y desnortado, que después de una noche de farra, nadie sabe cómo ha sido, despierta como empleado de un parque temático de fantasía en el que los empleados son explotados, a cambio de una miseria, disfrazados de personajes suecados de la Disney. Durante su poco tiempo libre dentro de ese parque en el que curra y vive, el viejoven protagonista y sus nuevos colegas se dedican a mamarse, a conspirar, a conquistar a la única que selafo y a hablar de música. La novela es en cierto modo un contenedor de referencias culturales, una coartada que el autor utiliza para rajar sobre curiosidades musicales, leyendas urbanas y popadas que le apetece compartir, y en algunos pasajes adolece de eso, de que la historia de ese tío ahí en el parque temático es irrelevante, te la suda, no avanza. Pero la subtrama romántica, la idiosincrasia del escenario y los personajes (la cosa a veces recuerda a El prisionero y por supuesto a "Westworld, almas de metal" —y a Rascaypiquilandia—) y en general el estilo de Otero, que no me disgusta, hacen de esta una novela curiosa. A mí me ha servido desde luego para decidirme y apetecerme "La cápsula del tiempo".
Todas putas (Hernán Migoya, 2003)
Nueva cultura del Apocalipsis (Adam Parfrey, ed., 2012)
La primera parte de "Apocalypse culture" se publicó en EEUU en 1988, y hubo que esperar hasta 2002 para que la editorial Valdemar, cuál si no, se ocupara de traducirla y ofrecérnosla a sus fans inquietos. En 1995 Parfrey publicó "Cult rapture", recuperando el espíritu de aquella, pero tengo entendido que limitándose a material propio, sin las jugosas aportaciones de yanquis fanáticos, chifladitos o conspiranoicos. Finalmente, en 2000 salió a la venta en Feral House "Apocalypse culture II" (es decir, antes de que Valdemar editara en castellano la primera entrega ), y ha habido que esperar 12 años para tenerla en las manos. "Cult rapture" permanece inédito en nuestro idioma (aunque está bastante barato en Amazon).
Nada más hacerme con el volumen, en cuanto estuvo a la venta, devoré facilmente dos terceras partes de sus casi setecientas páginas, y después lo mantuve en barbecho. Recientemente me fui de viaje unos días, de vacaciones a un lugar recóndito y solitario en séptima línea de playa. Allí leí otras muchas cosas, que supongo que comentaré por aquí, y finalmente retomé la lectura de este "Apocalypse culture II" a la vuelta de vacaciones, durante un largo e incomodísimo viaje en autobús interurbano, de madrugada. Cuando llegué a mi casa, me encontré que, por una negligencia de un par de hijos de la grandísima puta, me habían dado de baja de la compañía eléctrica, y de hecho un inspector de la compañía se había llevado mi contador de la luz, arrancándolo de cuajo. Llevo cinco días sin luz ni calefacción en casa. Con la sensación de estar habitando una celda de castigo. Por un delito que no cometí. Con el consiguiente desembolso en llamadas y llamadas a distintos personajes del cono sur hasta tratar de localizar a la persona responsable de restaurar mi derecho a una vivienda digna, esa persona que se me aparece en sueños a todas horas, que parece ser la única que puede evitar que caiga fulminado por una neumonía en cualquier momento. Todo intento, por supuesto, es inútil. Se derivan las responsabilidades de un sitio a otro, toda indagación es frustrante, y no sé cómo voy a salir de ésta. En algún momento de esta pesadilla, estuve terminando de leer "Nueva cultura del Apocalipsis" atrincherado en mi cama, agazapado dentro del edredón nórdico armado con una linterna de 7 leds comprada en los chinos, en absoluto silencio, escuchando los jadeos de una pareja de vecinos muy agradables que fornicaban al otro lado de la pared, y que a lo mejor fornican todas las noches a esas horas, pero yo o estoy por ahí o tengo la música puesta y nunca les había escuchado. Este surtido de textos curiosos, crispantes, desasosegantes, putrefactos, y las sesiones dantescas durante las que estuve dando buena cuenta de ellos, van a hacer que me cueste olvidar las enseñanzas de "Apocalypse culture II". Un muestrario de atrocidades que aprovecho para recomendar. Y aprovecho también, una vez más, para cagarme en dios, en la virgen, en todos los santos, en el buey y la mula, en el Papa Palpatine XVI, en los cinco Reyes Magos (Melchor, Gaspar, Baltasar, Toro Sentado III y Kylieminogue el aborígen; los de América y Oceanía no salen en la Biblia porque aún no se habían descubierto), en Matusalén, en el Rey de España y Gibraltar, en la Ley, en la puta escoria analfabeta de mi vecina del bajo C que en paz descanse lo antes posible, en Iberdrola, en Endesa, en Electrohidráulicas del Cantábrico S.L., en José María Aznar, en Ana Rosa Quintana, en sus respectivos parientes, en sus hijos, en sus nietos y todo el resto de su estirpe hasta el Fin de los Tiempos, que espero que sea pronto. Y como el día de mañana sea más o menos como el de hoy, y no se solucione pronto este sinvivir, esta cárcel oscura y gélida en que han convertido el hogar que llevo pagando 11 años religiosamente, alguien va a empezar a pagar las consecuencias. Que estoy muy loco.
lunes, 26 de noviembre de 2012
“Pleasantville” (Gary Ross, 1998)
Por un lado, como homenaje truncado al Sueño Americano y a la cultura popular de los irrecuperables fifties, todas aquellas pacatas sitcoms que marcaron a una ingente generación de artistas norteamericanos y plantaron la semilla de toda la ficción y el "American way of life" del resto de la Historia venidera. Ya nos lo sabemos todos: Perry Como, Annette Funicello, barras, estrellas, cheesecake, Cherry Coke, hamburguesas con queso, capitanes de equipo, animadoras…
Como segunda lectura, lo que poco a poco sucede en ese universo de plástico, hermoso pero beligerante e inamovible (y en la memoria nostálgica del espectador) remite sin duda al aspecto de la historia moderna que más me interesa: la Contracultura, a caballo entre los cincuenta y los sesenta (y que en realidad se estira hasta mañana mismo); el auge y el acomodo en el mainstream de la “semilla de maldad”; el salto abrupto (a través de la apertura de miras y posterior reacción de la juventud) de la ceguera social y cultural impuesta por el Poder, a la Revolución Juvenil. Del Moralismo a la Libertad. De Eisenhower al beatnik, de Nixon al hippy y la liberación sexual, y de ahí a los Panteras Negras, al SLA, al punk, etc, representado todo esto de forma extraordinaria y for dummies: todo tan, tan mascadito, que incluso nos lo muestran con coloridos cuadros (un Gernika apócrifo, nada menos) que surgen en mitad del pueblo gris, canciones (de proto-rockeros negratas, de John Lennon) que surgen de tapadillo de las juke boxes, y libros (de Dickens, de Tomas Moro, de J.D. Sallinger) que se escriben solos a medida que la peña se colorea.
Igualmente, la trama y ese salto del blanco y negro al color (necesario, y lo justo de moñas, de estridente y de autorrecursivo) es indudablemente una hermosa y atemporal fábula apologética de la Libertad, el Respeto, la Integración y el Socialismo bien entendido. Qué duda cabe que esos tipejos grises y desgraciados bien podrían estar representados por la plana mayor de la derecha político-financiera y mediática. Una Caverna poderosa, monocorde, sectaria, fanática, agresiva, medieval y absurda que impide que la cosa funcione con armonía.
Esta película es un cuento chino, vamos. Una utopía humanista e igualitaria. Una exótica y atractiva fábula de Perrault que se cisca en el liberalismo, el rockefellerismo, el keynesianismo, el catolicismo, el caciquismo y en el capitalismo atroz que nos domeña a todo Occidente y así seguirá siendo por siempre. Pero, ¡ay!, es tan bonita…
“Perros del desierto” (Francisco Serrano, 2012)
El caso de Francisco Serrano no es el mismo: sin seudónimo, con una portada (magnífica, de Mireia Pérez) expresionista y moderna, personajes españoles y un estilo literario muy personal y culto, aleja a “Perros del desierto” de las doctrinas de la literatura popular de kiosco española de siempre. Lo cual no significa nada, pero como aficionado y coleccionista, tenía que decirlo. Se trata de una novela breve de anticipación, ambientada en un planeta árido y apenas civilizado, un mundo en el que camparían a sus anchas BraveStar, Rogue Trooper o los soldaditos de “Dune”. Un western post-apocalíptico intenso, negro y jodido, un estupendo cruce entre Sam Peckinpah y “Starship troopers” en un tono fatalista y ligeramente melancólico, en el que asistimos al viaje a través del desierto de un guardaespaldas convertido en forajido.
The neighbors (ABC, 2012)
Ahondando un poco más, podríamos encontrar un infragénero dentro de las sitcoms familiares, que serían aquellas de idiosincrasia fanta-científica. En los años setenta tuvo mucho éxito en EEUU Mork y Minder (que aunque no llegó a España, he tenido ocasión de ver algunas escenas sueltas en doblaje sudacastellano), sobre un marcianito con aspecto humano que convive con una humana, y que fue el artefacto que abrió la puerta a Robin Williams a todos los hogares norteamericanos. Algunos años antes, y a raíz del éxito de los Picapiedra (la primera sitcom de animación de la historia), surgieron Los Supersónicos, sobre una familia de viajeros intergalácticos futuristas (no sé yo si, hablando de animación, cabe citar a Futurama como sitcom, desde luego no familiar, ni creo que tenga en Los Supersónicos un espejo en que mirarse; y es verdad que en American dad también conviven con un extraterrestre. Pero esto no cuenta, porque también hay un pez que habla… y es que en el imaginario del sinvergüenza de Seth McFarlane, simplemente, vale absolutamente todo, para no se note que lo ha copiado). En los ochenta tuvimos la inigualable Max Headroom, en la que la familia de entorno suburbial correspondiente convivía con una especie de Hall 9000 renderizado. Nos enamoramos de S.P.E.W.E.Y. / V.O.M.I.T.O.N. en el penúltimo y maravilloso episodio de Búscate la vida. Después conocimos a Alf, que era un extraterrestre que convivía con una familia media. Y en 3rd rock from the Sun (Cosas de marcianos) a toda una familia que se venía a vivir dentro de la clásica sitcom terrícola. Pues en The Neighbors han dado el paso siguiente, y sitúan a una familia corriente dentro de un entorno extraterrestre, ya que dentro de la urbanización a la que van a parar, son los únicos que provienen de este planeta.
El episodio piloto explica qué hacen aquí los aliens, qué raros que son y qué tonterías hacen, y cómo reaccionan los Weaver. Me puse a verlo sin saber absolutamente nada de su trama, me sorprendió y me gustó bastante. Incluso se atreven a mostrar el aspecto original de los extraterrestres, con un par de escenas de CGI decente. Pero a medida que la serie ha seguido avanzando, la cosa no hay por dónde cogerla. Todos los chistes sobre comportamiento anormal dentro de la comunidad WASP estadounidense, ya los hicieron la familia de Cosas de marcianos, Alf y Steve Urkell. El ingrediente cómico se limita a que la comunidad alienígena desconoce las costumbres terráqueas, las pervierte o no se atreve a aceptarlas. Y ya. El humor es inocente y espeso, y lo único que me genera interés son los tres niños pequeños. Tanto los dos impresionantes actores de cinco o seis años que interpretan a los hijos del matrimonio humano, como sobre todo el espécimen menor de todos los alienígenas, un chavalín andrógino y con una voz y unos registros de no creérselos que es uno de los descubrimientos televisivos de los últimos años. Pero la serie es una chorrada, vamos, y ya no la veo más.