A Otero no le conocía de nada. Al principio le confundí con el tal P. Otero, ex-Furalita, el del Kastillo de Las Lágrimas, ese que escribía hace mucho en Mondo Brutto y que ahora vende los primeros MB en Todocolección, firmados y encuadernados en piel de castor; pero no. Miqui resulta que proviene del periodismo musical. Y su primera novela, "Hilo musical", es bastante entretenida. Va sobre un treintañero indolente y desnortado, que después de una noche de farra, nadie sabe cómo ha sido, despierta como empleado de un parque temático de fantasía en el que los empleados son explotados, a cambio de una miseria, disfrazados de personajes suecados de la Disney. Durante su poco tiempo libre dentro de ese parque en el que curra y vive, el viejoven protagonista y sus nuevos colegas se dedican a mamarse, a conspirar, a conquistar a la única que selafo y a hablar de música. La novela es en cierto modo un contenedor de referencias culturales, una coartada que el autor utiliza para rajar sobre curiosidades musicales, leyendas urbanas y popadas que le apetece compartir, y en algunos pasajes adolece de eso, de que la historia de ese tío ahí en el parque temático es irrelevante, te la suda, no avanza. Pero la subtrama romántica, la idiosincrasia del escenario y los personajes (la cosa a veces recuerda a El prisionero y por supuesto a "Westworld, almas de metal" —y a Rascaypiquilandia—) y en general el estilo de Otero, que no me disgusta, hacen de esta una novela curiosa. A mí me ha servido desde luego para decidirme y apetecerme "La cápsula del tiempo".
lunes, 3 de diciembre de 2012
Hilo musical (Miqui Otero, 2011)
A Otero no le conocía de nada. Al principio le confundí con el tal P. Otero, ex-Furalita, el del Kastillo de Las Lágrimas, ese que escribía hace mucho en Mondo Brutto y que ahora vende los primeros MB en Todocolección, firmados y encuadernados en piel de castor; pero no. Miqui resulta que proviene del periodismo musical. Y su primera novela, "Hilo musical", es bastante entretenida. Va sobre un treintañero indolente y desnortado, que después de una noche de farra, nadie sabe cómo ha sido, despierta como empleado de un parque temático de fantasía en el que los empleados son explotados, a cambio de una miseria, disfrazados de personajes suecados de la Disney. Durante su poco tiempo libre dentro de ese parque en el que curra y vive, el viejoven protagonista y sus nuevos colegas se dedican a mamarse, a conspirar, a conquistar a la única que selafo y a hablar de música. La novela es en cierto modo un contenedor de referencias culturales, una coartada que el autor utiliza para rajar sobre curiosidades musicales, leyendas urbanas y popadas que le apetece compartir, y en algunos pasajes adolece de eso, de que la historia de ese tío ahí en el parque temático es irrelevante, te la suda, no avanza. Pero la subtrama romántica, la idiosincrasia del escenario y los personajes (la cosa a veces recuerda a El prisionero y por supuesto a "Westworld, almas de metal" —y a Rascaypiquilandia—) y en general el estilo de Otero, que no me disgusta, hacen de esta una novela curiosa. A mí me ha servido desde luego para decidirme y apetecerme "La cápsula del tiempo".
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