Éste es un documental en dos partes que han echado unas cuantas veces en La 2, y que por fin conseguí ver entero, dos veces de hecho, durante mis breves vacaciones (anda que no dieron de sí). Bruno Monsaingeon estructura la pieza alrededor de un contado número de fans acérrimos del intérprete loco de las manos mágicas: un profesor de música ruso, una anciana británica locamente enamorada del pianista al que escucha desde niña, un japonés tarado... Y a partir de sus declaraciones irracionalmente desorbitadas hacia el genio del tipo, y del material de la larga entrevista grabada que hizo el propio director con Gould en vida, va fabricando una montañita de imágenes de archivo, breves actuaciones y entrevistas variadas que dan una imagen bastante completa de la obra, las obsesiones, la idiosincrasia y la biografía del torontiano. Lo más interesante, por supuesto, es ver a Glenn Gould a los mandos del piano. Con la cabeza ladeada, su juego de cejas, canturreando como un chiflado mientras aporrea el piano con una dulzura y una maestría irrepetibles. Glenn Gould paseando por el bosque enarbolando un dedo como si fuese una batuta, canturreando, siendo uno con la naturaleza al borde de la catarata, y siempre canturreando, como si llevase dentro de la cabeza un incesante iPod. Glenn Gould hablando de Bach o de Schoemberg como si fuesen sendos dioses arcanos, o burlándose e Stravinski. Glenn Gould despreciando la música en directo, meándose en el público. Una maravilla.
viernes, 4 de noviembre de 2011
Glenn Gould: Más allá del tiempo (Bruno Monsaingeon, 2005)
Éste es un documental en dos partes que han echado unas cuantas veces en La 2, y que por fin conseguí ver entero, dos veces de hecho, durante mis breves vacaciones (anda que no dieron de sí). Bruno Monsaingeon estructura la pieza alrededor de un contado número de fans acérrimos del intérprete loco de las manos mágicas: un profesor de música ruso, una anciana británica locamente enamorada del pianista al que escucha desde niña, un japonés tarado... Y a partir de sus declaraciones irracionalmente desorbitadas hacia el genio del tipo, y del material de la larga entrevista grabada que hizo el propio director con Gould en vida, va fabricando una montañita de imágenes de archivo, breves actuaciones y entrevistas variadas que dan una imagen bastante completa de la obra, las obsesiones, la idiosincrasia y la biografía del torontiano. Lo más interesante, por supuesto, es ver a Glenn Gould a los mandos del piano. Con la cabeza ladeada, su juego de cejas, canturreando como un chiflado mientras aporrea el piano con una dulzura y una maestría irrepetibles. Glenn Gould paseando por el bosque enarbolando un dedo como si fuese una batuta, canturreando, siendo uno con la naturaleza al borde de la catarata, y siempre canturreando, como si llevase dentro de la cabeza un incesante iPod. Glenn Gould hablando de Bach o de Schoemberg como si fuesen sendos dioses arcanos, o burlándose e Stravinski. Glenn Gould despreciando la música en directo, meándose en el público. Una maravilla.
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