Por fin está disponible libremente la tercera entrega de
Retard-O-Tron, la cumbre del video-mixtape bizarro contemporáneo. Una hora y media más de escenas breves de nutritiva televisión extraña, mezcladas, musicadas y a toda leche, abundando en el porno extraño y desconcertante del Japón profundo, las pelis de lucha de serie Z más extrañas, las actuaciones musicales más horribles de una tele local texana, hostias en patinete y un protagonismo que recae en esta ocasión en dos personajes: un redneck que disfruta haciéndose daño, emborrachándose y grabándose a sí mismo en 1990, y un programa de cocina ignoto presentado por un gordinflas con cierto retraso mental, verdaderamente hipnótico y cómico. El cóctel resulta estimulante y mesmerizante, a un ritmo endiablado y montado con muchísma gracia y talento (aunque las primeras entregas son algo más fluidas y entretenidas, con cortes de menor duración), y me sigue resultando difícil de entender que no existan más proyectos como éste, películas que muestran el lado torcido de nosotros mismos y nos lo presentan de una forma atractiva y mascadita post-MTV. Esto viene a ser talmente el
"Mondo cane" contemporáneo. Donde entonces, para provocar morbo y polemizar en el audiovisual, se mostraba a prostitutas exóticas, gente drogada o mujeres de tribus africanas con los senos al aire, ahora hay que entrar en la intimidad de tipos de que se provocan el vómito en pleno viaje de ácido, equipos completos de japonesas que miccionan en cascada o se comportan como retretes vivientes y verdaderas barrabasadas gonzo. El valor del video-mixtape underground como documento antropológico aún no se ha estudiado en profundidad.
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