Con un dibujo y una tipografía naïves, despejados e infantiles, asisto a una trilogía que narra la sencilla historia de Vincent Machot, y cómo fortuitamente escapa de la rutina (la rutina de la peluquería familiar, la esclavitud de toda una vida solitaria como asistente de su madre anciana y desquiciada) al conocer a Rosalie Blum, una cuarentona feúcha y tan solitaria como él. Sencillamente, una buena mañana Vincent se cruza con Rosalie al salir de una tienda, y decide seguirla a escondidas hasta su casa. Pronto comenzará a hurgar en su basura, y a perseguirla por todas partes, asistir a sus ensayos con el coro de la iglesia o a sus habituales borracheras en soledad en un bar de espectáculos picantes. Vincent se obsesiona con Rosalie, y perseguirla por todas partes se convierte en una suerte de sucedáneo de la compañía. Al final de la primera parte, repentinamente Vincent recibe una llamada de la desconocida, Rosalie, que pide cita para una sesión en la peluquería. En la segunda parte de esta historia, el peso protagónico lo asume Aude, la sobrina de Rosalie, que comparte piso con un punk vividor y dos treintañeras estrafalarias, y ayudará a Rosalie a descubrir, como ésta sospecha, que alguien está vigilando cada uno de sus pasos. La acción dará un vuelco, y descubriremos unos cuantos secretos inconfesables de los personajes, en torno a una historia de seres desarraigados, aburridos, surmanescos y depresivos que encuentran en el stalkeo un motivo para existir y una salida a su desesperación. Camille Jourdy, a quien no conocía de nada, me ha atrapado con esta historia maravillosa en tres partes, repleta de detalles pictóricos deliciosos, diálogos brillantes y acontecimientos cotidianos de esos que deslumbran sólo si uno se detiene a contemplarlos.
viernes, 7 de octubre de 2011
Camille Jourdy - Rosalie Blum (2011)
Con un dibujo y una tipografía naïves, despejados e infantiles, asisto a una trilogía que narra la sencilla historia de Vincent Machot, y cómo fortuitamente escapa de la rutina (la rutina de la peluquería familiar, la esclavitud de toda una vida solitaria como asistente de su madre anciana y desquiciada) al conocer a Rosalie Blum, una cuarentona feúcha y tan solitaria como él. Sencillamente, una buena mañana Vincent se cruza con Rosalie al salir de una tienda, y decide seguirla a escondidas hasta su casa. Pronto comenzará a hurgar en su basura, y a perseguirla por todas partes, asistir a sus ensayos con el coro de la iglesia o a sus habituales borracheras en soledad en un bar de espectáculos picantes. Vincent se obsesiona con Rosalie, y perseguirla por todas partes se convierte en una suerte de sucedáneo de la compañía. Al final de la primera parte, repentinamente Vincent recibe una llamada de la desconocida, Rosalie, que pide cita para una sesión en la peluquería. En la segunda parte de esta historia, el peso protagónico lo asume Aude, la sobrina de Rosalie, que comparte piso con un punk vividor y dos treintañeras estrafalarias, y ayudará a Rosalie a descubrir, como ésta sospecha, que alguien está vigilando cada uno de sus pasos. La acción dará un vuelco, y descubriremos unos cuantos secretos inconfesables de los personajes, en torno a una historia de seres desarraigados, aburridos, surmanescos y depresivos que encuentran en el stalkeo un motivo para existir y una salida a su desesperación. Camille Jourdy, a quien no conocía de nada, me ha atrapado con esta historia maravillosa en tres partes, repleta de detalles pictóricos deliciosos, diálogos brillantes y acontecimientos cotidianos de esos que deslumbran sólo si uno se detiene a contemplarlos.
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