Cómo todo entusiasta del tebeo de superhéroes, miro con recelo, con terror casi, todo intento de traslación a otras disciplinas. En los últimos 100 años, apenas ha habido un par de adaptaciones de cómic a dibujos animados que fueran más o menos dignas, que tuviesen un planteamiento original y sorprendente: el Batman de Paul Dini y Bruce Timm, y el Superman de los Estudios Fleischer en los 40. Esto ya lo sabemos todos. Otra cosa es que a mi me guste el saturday morning cartoon estándar, y disfrute con la serie animada de X-Men de la Fox de los primeros noventa, aunque solo sea por su influjo pop y por ver moverse por primera vez a Lobezno, Gambito o Longshot. Y lo mismo con la de Spider-man de esa misma época, que aún siendo clásica animación intercambiable, le tengo cariño. Pero, por alguna razón, no existe practicamente ninuna diferencia entre los dibujos animados de trazo realista de los sesenta y los de ahora. Estas dos películas, basadas en el reseteo de la franquicia vengadora llevado a cabo por Mark Millar, no se diferencian visualmente en nada de la serie y película de G.I. Joe: A real American hero que veía de pequeño, por ejemplo, a la que no paraba de remitirme. En nada. Incluso, sale perdiendo, sin el doblaje sudacastellano. No sólo los dibujines y los movimientos son exactos, como si los llevase haciendo el mismo equipo de chinorris esclavos atados al mismo pupitre en el mismo almacén clandestino de Macao, que no han parado desde Birdman and the Galaxy Trio. Además, no soy nada fan de los Ultimates, incluso les tengo un poco de rabia, así que ni siquiera entiendo por qué estuve viendo estas dos películas seguidas y se impusieron a mi siesta, con esa orquestación estándar y la biblioteca de efectos de sonido de los años veinte.
martes, 7 de junio de 2011
Ultimate Avengers (2006) / Ultimate Avengers 2 (2008)
Cómo todo entusiasta del tebeo de superhéroes, miro con recelo, con terror casi, todo intento de traslación a otras disciplinas. En los últimos 100 años, apenas ha habido un par de adaptaciones de cómic a dibujos animados que fueran más o menos dignas, que tuviesen un planteamiento original y sorprendente: el Batman de Paul Dini y Bruce Timm, y el Superman de los Estudios Fleischer en los 40. Esto ya lo sabemos todos. Otra cosa es que a mi me guste el saturday morning cartoon estándar, y disfrute con la serie animada de X-Men de la Fox de los primeros noventa, aunque solo sea por su influjo pop y por ver moverse por primera vez a Lobezno, Gambito o Longshot. Y lo mismo con la de Spider-man de esa misma época, que aún siendo clásica animación intercambiable, le tengo cariño. Pero, por alguna razón, no existe practicamente ninuna diferencia entre los dibujos animados de trazo realista de los sesenta y los de ahora. Estas dos películas, basadas en el reseteo de la franquicia vengadora llevado a cabo por Mark Millar, no se diferencian visualmente en nada de la serie y película de G.I. Joe: A real American hero que veía de pequeño, por ejemplo, a la que no paraba de remitirme. En nada. Incluso, sale perdiendo, sin el doblaje sudacastellano. No sólo los dibujines y los movimientos son exactos, como si los llevase haciendo el mismo equipo de chinorris esclavos atados al mismo pupitre en el mismo almacén clandestino de Macao, que no han parado desde Birdman and the Galaxy Trio. Además, no soy nada fan de los Ultimates, incluso les tengo un poco de rabia, así que ni siquiera entiendo por qué estuve viendo estas dos películas seguidas y se impusieron a mi siesta, con esa orquestación estándar y la biblioteca de efectos de sonido de los años veinte.
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