Estaba esperando a que saliese "Snuff" en bolsillo, porque cada nuevo desembolso por material de Palahniuk se me hace más absurdo y doloroso. Pero al menos aquí está breve, directo y obsesionado con las imágenes mentales feas y truculentas, y me ha entretenido bastante. Aquí Chuck nos sumerge en la trastienda del porno, a través de cuatro personajes que comparten sudores en un viejo almacén en el que está teniendo lugar el rodaje de un gang-bang que pretende batir el récord mundial: 600 maromos pasándose por la piedra a la estrella para adultos de capa caída Cassie Wright. La narración avanza a trompicones, incómoda, con los cuatro protagonistas y narradores pasándose la patata cada pocas páginas: una es Sheila, la coordinadora de actores del evento, fría, cínica y experta en el arte de recoger condones chorreantes del suelo y lidiar con seres ciclados de otros sexos; Número 52 acude a la llamada de la mega-corrida como joven mitómano confeso, convencido de que la meretriz es su madre, que lo dio en adopción al nacer; de Número 137 iremos sabiendo cosas según avanza la historia, pero a priori es un tímido y atlético fan que lleva un perrito de peluche repleto de firmas de estrellas del cine, que terminará también empapado en pises y restos anaranjados del catering; y Número 600 espera su turno para rememorar viejos tiempos junto a Cassie, mientras se observa copular en cientos de viejas películas con la homenajeada, en las pantallas que animan a los presentes. Un almacén lleno de locos en calzoncillos medio empalmados, cuatro personajes tratando de encontrar su lugar en la fila y los rumores acerca de la maternidad secreta de Cassie, van haciendo avanzar la trama, salpicada de rumorología, ingente información tonta sobre la industria del porno, el cine y los actores muertos en acto de servicio. Una obra claustrofóbica y purulenta, cargada de la mala leche y el humor negro habituales.
martes, 14 de junio de 2011
Snuff (Chuck Palahniuk, 2010)
Estaba esperando a que saliese "Snuff" en bolsillo, porque cada nuevo desembolso por material de Palahniuk se me hace más absurdo y doloroso. Pero al menos aquí está breve, directo y obsesionado con las imágenes mentales feas y truculentas, y me ha entretenido bastante. Aquí Chuck nos sumerge en la trastienda del porno, a través de cuatro personajes que comparten sudores en un viejo almacén en el que está teniendo lugar el rodaje de un gang-bang que pretende batir el récord mundial: 600 maromos pasándose por la piedra a la estrella para adultos de capa caída Cassie Wright. La narración avanza a trompicones, incómoda, con los cuatro protagonistas y narradores pasándose la patata cada pocas páginas: una es Sheila, la coordinadora de actores del evento, fría, cínica y experta en el arte de recoger condones chorreantes del suelo y lidiar con seres ciclados de otros sexos; Número 52 acude a la llamada de la mega-corrida como joven mitómano confeso, convencido de que la meretriz es su madre, que lo dio en adopción al nacer; de Número 137 iremos sabiendo cosas según avanza la historia, pero a priori es un tímido y atlético fan que lleva un perrito de peluche repleto de firmas de estrellas del cine, que terminará también empapado en pises y restos anaranjados del catering; y Número 600 espera su turno para rememorar viejos tiempos junto a Cassie, mientras se observa copular en cientos de viejas películas con la homenajeada, en las pantallas que animan a los presentes. Un almacén lleno de locos en calzoncillos medio empalmados, cuatro personajes tratando de encontrar su lugar en la fila y los rumores acerca de la maternidad secreta de Cassie, van haciendo avanzar la trama, salpicada de rumorología, ingente información tonta sobre la industria del porno, el cine y los actores muertos en acto de servicio. Una obra claustrofóbica y purulenta, cargada de la mala leche y el humor negro habituales.
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