viernes, 15 de junio de 2007
Publicidad
El anuncio de aquí arriba (tal y como están las cosas me apresuro a decir que lo saqué de aquí), que si pulsas sobre él podrás descubrir que es un tebeíto que anuncia Corn Flakes de desayuno, a partir de un detective que soluciona el robo de un diamante (e invita a los niños a unirse a su equipo), me viene que ni pintado (está pintado) para hacer otro tipo de publicidad, y contaros un secreto: ya tengo un objetivo en la vida.
Es que han abierto al lado de mi casa una tienda que se llama Le Plus Chic (se subtitula "Desayuno con diamantes"), que ofrece desayunos ultrapijos, a base de tés de miles de colores, cafés sacados de cuentos de hadas y especias de dulzores inéditos de marcas rimbombantes y exclusivas. Es una pequeña cafetería, pija como ella sola, ideal para que se tomen un cafelito los nuevos ricos de Chamberí o los marqueses de la Zurraspa, que deben vivir por aquí cerca. Porque anda que no hay bares en el barrio, con sus chevalieres, sus madalenas siempre de ayer, sus churros fluorescentes, su cafetera a pedales, su Qué, su 20 Minutos y su colombiana barriendo, como para que nos monten un chiringuito que parece sacado del hall de un hotel-casino de Nevada. Además, a mí me jode especialmente su existencia, porque esa esquina estaba ocupada hasta ahora por un bar de ruacanrol muy majo, que albergaba la última mesa de billar en kilómetros a la redonda.
¿He dicho me jode? Quiero decir, me jodía. Porque mi curiosidad ante semejante espanto de comercio pijo lleno de espejos y botes en idiomas eslavos, ha ido aumentando progresivamente, y aunque todavía no he osado entrar, me voy acercando un poco más cada día para descubrir en qué consiste, porque curiosamente siempre está bastante transitado. Al principio miraba de reojo cuando iba a sacar la basura; después paseaba a su lado leyendo un periódico al que le había practicado dos agujeros, para curiosear en el dichoso Le Plus Chic sin levantar sospechas entre los parroquianos del barrio; últimamente me acerco con menos timidez, mostrando mi curiosidad garrula más o menos al estilo de los chimpancés de "2001" alrededor del menhir. Y así, he conseguido averiguar qué se cuece ahí dentro.
En mitad de un barrio humilde y chapadete a la antigua, éste extraño garito ultra-pijo y futurista es como un oasis fuera del espacio-tiempo. Porque aunque Chamberí es históricamente conocido por ser un barrio acomodado, sus habitantes, o bien somos milcieneuristas de alquiler, o bien ancianísimos que jamás pisarán otro lugar que no sea su casa, el bingo, el cine (sólo los martes de la tercera edad), la iglesia, el manifestódromo o el Viena Capellanes / Rodilla; aunque poco a poco, tímidamente, van ocupando asientos en las docenas de Starbucks que han abierto en la zona, al lado de los adolescentes y los publicistas que se pasan allí todas las horas del día (es curioso, por cierto, cómo los adolescentes de ahora ya no se reúnen en los "recre", sino en el Starbucks o en el Bershka; pero ése es otro tema). A lo que voy es a que es una cafetería a la que no le veía mucho futuro. Pero resulta que siempre está llena, como decía. Y el motivo es que allí se organizan continuamente saraos, meetings, briefings y cocktails para ejecutivos de alto standing, de algunas empresas de la zona y de alrededores. Por lo visto las empresas, después de la charla en la oficina, cogen el autocar y llevan a los encorbatados curritos a ese rincón del viejo y castizo chamberí a tomarse cafés exclusivos traídos desde islas que no salen en los mapas.
Pero, sobre todo, la actividad más lucrativa de Le Plus Chic, que es a donde yo quería llegar, es el servicio a domicilio de sus desayunos. En una de mis rondas curiosas, me harté de valor y me acerqué hasta la puerta a coger un pasquín en el que por fin me sacaban de dudas: a través de internet (www.desayunocondiamantes.com), o yendo directamente al chic-chiringuito, puedes solicitar que te lleven un desayuno a la cama. Y en el momento que leí aquello y vi las tarifas, supe que tenía un motivo para vivir: sabiendo que me quedan apenas dos meses de curro, porque cierra la empresa en la que me prostituyo actualmente, he decidido ahorrar un poquito cada día en una hucha, y mi primer día libre gastármelo en uno de sus opíparos y gargantuescos desayunos.
Porque la idea es bonita (mandar un botones a casa de la amante para que le lleve unas rosas y unos bizcochos, uno queda como un conde), pero es que los precios son para estrellas de cine: los precios de los dichosos desayunos a domicilio cuestan entre 70 y 250, ahí es nada. ¡Por un desayuno! «Por ese dinero me voy a tomar el aperitivo al Bulli y luego unos macarrones en Little Italy, gastos de viaje incluídos», es lo primero que pensé. Pero ya no me quité la idea de la cabeza, y NECESITO darme un homenaje de estos.
Si uno lo mira detenida y fríamente, los precios tienen su explicación, más o menos. No se trata de un café con leche y un cruasán, claro. Por ejemplo, el desayuno Le Plus Chic incluye: Té blanco o de jazmín, café, frutas color blanco, mantequilla, tostadas de pan normal, tarrina de miel, frutos secos, zumo específico, agua mineral, bombones y leche. Azúcar o edulcorante, vela blanca. Además, te lo llevan a casa, y te quedas con la vajilla, que en este caso incluye: bandeja, taza, cuenco para las frutas, lecherita, cuchara de té, cuchillo, teterita de cristal o colador de metal.
¿No os parece maravilloso? Además, la vajilla la eliges a voluntad (hay conjuntos para niños, para el día de la madre, para San Valentín, para el Día del Orgullo Friqui...) y se puede pedir que incluyan cosas como un bouquet de flores, un "anillito de la suerte" (asombroso), un ¡masaje! o ¡¡que te lean las manos!!
Supongo que el botones llama a la puerta y te saluda con una sonrisa deslumbrante (doy por hecho que no es un mensajero rumano con chepa, sino que se parece a Truman Burbank y te abraza con su mejor sonrisa). Luego te pide permiso para llevarte el carrito con las viandas y las sorpresas (que luego te quedas, no lo olvides) hasta el dormitorio o hasta la terraza-con-jacuzzi del ala norte de la casa. Te sirve los cafés, los tés y los fluidos paradisíacos que has seleccionado sin modificar lo más mínimo el rictus... Espero que se pueda también elegir al botones. Yo quiero que me lo traiga una botonas, por supuesto. Sobre todo si al final me decido, como tengo en mente, que mientras mordisqueo la primera tostada (de 6) me de un masajito de chocolaterapia.
Lo digo en serio, quiero mi desayunazo con diamantes. Ese nuevo negocio del barrio me tiene obsesionadísimo y no dejo de pensar en ello. Me he puesto fecha: el 3 de septiembre, que vuelvo de una boda en Vizcaya. Sé que es una frivolidad como un campanario, pero creo que voy a levantarme de mala hostia hasta el día que me encargue mi Desayuno Zen con anillito de la suerte.
"Porque aunque Chamberí es históricamente conocido por ser un barrio acomodado, sus habitantes, o bien somos milcieneuristas de alquiler, o bien ancianísimos que jamás pisarán otro lugar que no sea su casa, el bingo, el cine (sólo los martes de la tercera edad), la iglesia, el manifestódromo o el Viena Capellanes / Rodilla; aunque poco a poco, tímidamente, van ocupando asientos en las docenas de Starbucks que han abierto en la zona, al lado de los adolescentes y los publicistas que se pasan allí todas las horas del día (es curioso, por cierto, cómo los adolescentes de ahora ya no se reúnen en los "recre", sino en el Starbucks o en el Bershka; pero ése es otro tema)."
ResponderEliminar(excelente descripción del que es también mi barrio -en mi caso, zona limítrofe con Vallehermoso y Quevedo-: una de las cosas que más me ha sorprendido de esta zona desde se inició la postmodernidad tardoochentera es la vertiginosa sucesión de comercios -delicatessen, papelerías, antros chic de picoteo, tiendas informáticas...- que, cuando uno pretende repetir la visita, han dejado de existir -por ahora resisten los cines VERDI, las dos tiendas de té que flanquean la bocacalle en que vivo, el absurdo BAJO CERO de piscolabis tirando a polares, y el hiper de licores que da a mi zona ese regustillo a DIAS SIN HUELLA, con parroquianos sin afeitar y zigzagueando con sus tesoros alcohólicos en bolsas de papel para olvidar la realidad cotidiana, al menos, desde mi virginidad abstemia, me imagino así el asunto-)
¡Ahí va la hostia! ¡Si somos vecinísimos! ¡Yo vivo pal otro lado, entre Quevedo y Bilbao! No sé por qué me sonaba que habías dicho en algún sitio que vivías en otro barrio, o que "antes vivías en Chamberí". Yo voy a menudo al Agora Licores. No como un vagabundo borracho, sino aunque sea a comprar latas de Burn, que soy un adicto patológico y ahí valen 0'99. En cualquier otro sitio no bajan del 1,50. Al lado de mi casa han cerrado una tienda de delicatessen francesa (igual la conocías, creo que era Sabores de Francia o algo así, en Gonzalo de Córdoba). Y también han cerrado El Pobre, uno de mis bares de pintxos favoritos de todos los tiempos.
ResponderEliminarUna de la papelería más añejas que quedaban en la zona, la de Matey, la cerraron porque se les acabó el chollo de la renta antigua, y ahora piden 15.000 euros al mes por el sitio, ahí es nada (ahora es un Top Books, claro). Pero sigue abierto ahí hacia tu casa, en Conde del Valle Suchil. Ya no es el establecimiento del siglo XIX que era, pero qué se le va a hacer. También cerró el puñetero Rodilla, que por muy grande e histórico que fuera era bastante repugnante, de tan viejo. Los verdaderos bastiones están en el corazón de Chamberí, entre Olavide y la Castellana, ahí siguen en pie negocios que abrió Alfonso X, incluso chamerilerías enormes donde no entra nadie desde los años sesenta, y parece que la especulación no puede con ellos.
Por cierto, que también cierra la zapatería de enfrente del Bazar Matey, que llevaba abierta como 50 años. Y otra cosa que me da un poco de repelús es eso que dices, cómo se van abriendo más sitios chic, como la tienda de cosas de Asia (que también cierra), toneladas de restaurantes japoneses y de comida en miniatura (la mayoría no durarán ni seis meses) y todo eso. Pero en realidad, que se abran en esta zona de Fuencarral me parece más o menos lógico. Lo que me toca más los timbales es que La Modernidad esté tomando poco a poco a aldea gala de Malasaña. Cierran bares que estaban ahí antes del Big Bang y en cuestión de minutos montan una "Gelatteria Sibüho" o algo parecido, que da grimaza. ¡¡Que se vayan hacia Chueca o hacia Alonso Martínez, hombre, que nos dejen en paz!!
ResponderEliminarBazar Matey me trae recuerdos de mi infancia (por aquel enorme circuito ferroviario en forma de 8 que colgaba del cristal y que siempre alumbró mi ilusión de niño carente de tren eléctrico), y mucho más tarde, de mi etapa corazonesca, cuando exhibían en el escaparate, no muy lejos de los aeromodelos prusianos y los muñequitos del Afrika Korps, los libros sobre la División Azul que publicaba mi editor de entonces Miguel Angel Vázquez en su label Barbarroja.
ResponderEliminarIntuyo, por estos últimos detalles, que el dueño del comercio no ha de ser muy simpatizante de ZP.
Esa gente es lo más [inserte calificativo relativo a la ideología derechista aquí] que uno se pueda imaginar. Precisamente este verano voy a la boda de uno de los Matey más jóvenes (que por supuesto está en el ejército, cinturón negro o así), estará toda la familia y no sé si estoy preparado para aquello. Aunque a los de la papelería Matey (qepd) que estaba al lado les conozco desde niño y son muy majos. Pero muy [inserte...`], sí.
ResponderEliminarvan a cerrar la tienda de Asia Home? en serio? si venden más que una churrería...a ver si quedamos y me invitáis a una caña o algo...chamberileros...
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