miércoles, 28 de diciembre de 2005

La lucha libre, así in yeneral (6)

TOP 50 LUCHA COUNTDOWN!!!
(5ª y última parte)

Los hay reales y los hay dibujados; los hay cachitas y los hay fondones; hay hombres, mujeres, híbridos y animales; muchos de los que son no están, y sin duda echaréis en falta a algún favorito, pero todos los que están, son. Esto es una cuenta atrás de los 50 luchadores más grandes de todos los tiempos. ¡Es la hora de las tortas!

Ya hemos llegado al momento más esperado. Ponte la famosa canción de Europe a tope, y prepárate para sumergirte en el final de la cuenta atrás. Pero antes, como hacen en los programas de “maravillas bizarras” de Discovery Channel, o los desgraciados de la payola y la radiofórmula, hagamos un repaso rápido a los puestos del 50 al 11, para todos aquellos que se acaban de incorporar:

50. Culo de Muerte y los locos de Incredibly Strange Wrestling;
49. The Toeminator, campeón mundial de pulso gitano con los pies;
48. Referí Tribilín, y todo el arbitraje en general;
47. Jimmy “La Hiena” Hart, y todos los mánagers cachondos;
46. Lord Littlebrook, como representante de los midgets o luchadores enanos;
45. Mascarita Sagrada, el más famoso de los mini-gladiadores mexicanos;
44. Tiffany Million, una catfighter trotona que se pasó al al porno;
43. Stacy Keibler, jamona, ojalá todos los luchadores fuesen como tú;
42. Spiderman, sí, el trepamuros, que dio sus primeros pasos en la lucha libre dibujada;
41. Ricochet, que así se llama el protagonista de Mucha Lucha;
40. Son Gokuh, buscador de bolas de dragón y campeón de lucha manga;
39. Vega, uno del Street Fighter que molaba mucho y que era el mejor en su trabajo;
38. The Gobbledy-Gooker, o cómo hacer el payaso en la lucha de máxima audiencia;
37. The Red Rooster, la joven promesa que se puso gallito;
36. Karol Wojtyla, el Papa de Roma más querido, un gran aficionado;
35. Jesus Freak, un friqui católico como su nombre indica, estrella de la CWF;
34. Jorge "Giant" Gonzáles, un melenudo con gigantismo con 15 minutos de fama;
33. Bobbi Bling Bling, está para hacerla una llave;
32. Beverly Shade, bella y bestia es;
31. Las Luchadoras, un momento glorioso del cine fantástico mexicano;
30. Ricky Marvin, un don nadie, pero hay que cuidar a la cantera;
29. Fishman, secundario de la Edad de Oro;
28. Love Machine, el amoroso gringo salvaje;
27. "Macho Man" Randy Savage, vuelve el hombre;
26. Bruno Sammartino, el maffiossi de los puños de oro;
25. Jeff Jarrett, la fama y el éxito no tienen por qué estar reñidos con el cretinismo;
24. Perro Aguayo, la ortodoxia añeja de la lucha mexicana;
23. Gran Barón Gattoni, el Houdini de las tortas;
22. Rodolfo "Cavernario" Galindo, más malo que el veneno caducado;
21. Atlantis, el ídolo de los niños... traviesos;
20. Tammy Sytch, hazme mil martinetes;
19. Los Sacamantecas, la pareja basura del catch;
18. El Espectro, maestría y escalofríos;
17. Mil Máscaras, mucho mejor que Batman;
16. Owen Hart, de chulo de playa a mártir;
15. Eddie Guerrero, tus fans no te olvidan;
14. Abdullah the Butcher, literalmente se comía a los rivales;
13. Rikidozan, el padre de la lucha en Oriente;
12. Karadagián, el Maradona del ring;
11. El Marinero Tarugo, de entrañable a vergonzoso.

Y ahora sí, veamos qué nos deparan los últimos escalones de nuestro ascenso al Limbo de la Lucha Libre internacional:


10. "GORGEOUS" GEORGE WAGNER

Para entendernos, la historia de la lucha libre americana no habría sido la misma sin George Wagner. Aficionado a la lucha libre y grecorromana desde crío, y profesional durante los años 30 y 40 en la American Wrestling Asociation, fue el primero en plantearse las peleas de estilo libre en el ring como un espectáculo televisable. Y de hecho, lo consiguió. Al margen de su innegable destreza y sus títulos, George llevaba el pelo largo, utilizaba tretas extra-deportivas para vencer a sus rivales (como rociarlo todo con colonia o o pelear fuera del ring), fue el primero en hablar al público y manejar artes teatrales en la lona y el primero en utilizar una música de entrada (concretamente, la marcha de “Pompa y circunstancia” de Edward Elgar). El primero, en definitiva, en verle las posibilidades al show más allá de los lances deportivísticos.

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9. "SUPERSTAR" BILLY GRAHAM


De nombre real Wayne Coleman (n. 10/11/1943), Superstar es una leyenda en el universo del culto al cuerpo, una figura comparable a la de Arnold Schwannegger, con quien compartió gimnasio en más de una ocasión, y con una carrera similar. De cuerpo perfecto, multi-campeón de bodybuilding y nombrado Mr. Teenage America en los años 60, fue un luchador casi perfecto y muy regular, tetracampeón del mundo en los setenta y afamado manager durante la segunda edad de oro ochentera de este deporte espectáculo. En la actualidad es también tristemente famoso por ser una prueba viviente del efecto del abuso de los esteroides y anabolizantes.

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8. THE FABULOUS MOOLAH

Pulsa para ampliarEn el puesto número 8 os traigo a Lillian Ellison, alias (The Fabulous) Moolah, la mujer más importante en toda la historia de la lucha libre. Una dama de armas tomar que estuvo más de 30 años despachando adversarias encima del ring en la National Wrestling Association. Enjuta pero fornida, ganó su primer cinturón en 1956 venciendo a Judy Grable, título que defendió durante nada menos que 10 años. Lo perdió dos veces (una ante Betty Boucher y otra contra la japonesa Yukiko Tomoe), pero en ambos casos volvió a recuperarlo en el siguiente combate. Durante los siguientes 5 años volvió a liderar el casillero internacional, pero esta vez de forma interrumpida, perdiendo y volviendo a recuperar el cinto en numerosas ocasiones. En los años 80 firmó en exclusiva por la rama femenina de la WWF, luchando como Spider Lady y culminando una carrera meteórica incluso en los momentos de éxito televisivo de la lucha libre profesional, contando cerca de 50 años de vida. Ningún luchador o luchadora puede presumir de semejante trayectoria.

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7. MR. T

Qué decir del magnífico e inmortal M. A. Barracus, esa fábrica de mamporros ambulante con el pelo mohicano y la tonelada de collares a cuestas... El tiempo ha hecho justicia a Mr. T y le ha colocado en el lugar del consciente colectivo en el que merece estar, en ese limbo pop flotante al que sólo tienen derecho a acceder los iconos bizarros más importantes, aquellos que con más fuerza se aferran a la memoria de todos nosotros. Quizá al lado de Maradona, de Naranjito, de Elvis, de Supermán... O quizá estoy diciendo tonterías, pero lo cierto es que la imagen del señor T, su mera silueta, es tan reconocible como la de cualquiera de ellos.

Por si acaso su vida no nos la conocemos todos suficientemente, le despacho en un momento: nacido Lawrence Tereaud en 1952 y aficionado desde siempre a los deportes físicos, el culturismo y el football americano, entre sus primeros trabajos remunerados ejerció de guardaespaldas para grandes figuras de esas que pisan alfombras rojas, antes de protagonizar la escena final de “Rocky 3” (1982) que le catapultó a la fama. Luego vino El equipo A, y luego todo lo demás. Los ochenta fueron su década, junto a Murdock, Aníbal, Phoenix y el resto, con los tebeos, los dibujos animados y con su fugaz carrera como luchador en la WWF, por supuesto representando a M. A. y haciendo pareja con el ídolo Hulk Hogan. En los años 90 casi desaparece por completo de la vida pública, dejándose ver únicamente en rarísimos cameos en series y películas casposas representándose a sí mismo. Los años 80 le pasaron factura, y Mr. T quería alejar por completo la imagen violenta y mamporrera de sus personajes de la vida real. Eme A se transformó entonces en una especie de gurú espiritual, un conferenciante y un amigo de los niños que no saben leer chachi, un embajador humanitario y poco menos que el líder de su propia secta. Superó un cáncer de próstata, y se rumoreó continuamente sobre su muerte (se sigue haciendo, ya sabemos cómo funcionan estas cosas) y sobre su presunta secta de ayuda a los niños enfermos, donde aseguraba tener habilidad para curar con sus manos y ser como Jesucristo redivivo, pero en más accesible. Ahí es nada, para que luego se quejen de la famosa frase de los Beatles. Qué grande que es este tipo.


Pero os voy a dar la tabarra un poquito más con el Sr. T, porque además de todas las proezas que cuelgan a hombros de este pro-hombre, hay una anécdota más que añadir a su biografía. La más importante, la que más se mencionará dentro de unos años: YO LUCHÉ CON MR. T. Sí, amigos. Tendría yo cuatro o cinco años cuando le conocí. Fue durante una de esas casposísimas fiestas de verano que organizan las agencias hoteleras. Yo estaba pasando las vacaciones con mi familia en un hotel de Benidorm (el Van Dyck, para más señas) a principios de los años ochenta, cuando el maestro de ceremonias anunció que en ese momento, ahí en el improvisado escenario junto a la piscina del hotel, iba a hacer acto de presencia el hombre más fuerte del mundo. ¡¡Era él, mi ídolo!! El traductor, haciendo como si no conociera el número, pidió a diez fornidos señores voluntarios que salieran al escenario. Separados en dos grupos, hicieron sendas cadenas y se pusieron a tirar con todas sus fuerzas, agarrados cinco a cada lado de T, que impasible el ademán les tumbó como si fuesen naipes. Aplausos y vítores. A continuación, sin mediar palabra, Mr. T me miró a mí, que estaba sentado en el regazo de mi madre, supongo, y me hizo el gesto de que saliera. La gente aplaudió. Y mientras yo me chupaba un dedo y miraba alucinado a esa montaña negra peluda, me retó a un pulso y se dejó ganar por mí con grandes aspavientos, antes de enseñarme sus miles de enormes dientes blancos con una sonrisa y acariciándome la cabeza invitarme a volver a mi sitio.

Jamás lo olvidaré. Amigos, yo no sólo conocí a Mr. T, no sólo luché con Mr. T, ¡¡yo derroté a Mr. T!! ¡¡El hombre más fuerte del mundo!! Debería estar por delante de él en esta lista. En fin, pido disculpas por la interrupción, pero entenderéis que me haya hecho ilusión contároslo. Prosigamos nuestro glosario.

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6. BLUE DEMON

El origen de Blue Demon (Blue para los amigos) es humilde y sencillo hasta decir basta. Último de 12 hermanos, nativo de un pueblecito cerca de Nuevo León (México), creció eslomándose como agricultor en su ciudad natal, y posteriormente como ayudante en la empresa de Ferrocarriles Nacionales, cuando huyó a la ciudad en los años 40. Hasta entonces nunca había oído hablar de la lucha libre, pero la casualidad hizo que se hiciese amigo del gran luchador Rolando Vera, quien le introdujo en el mundillo amateur de la lucha libre. BD tenía las manos muy grandes, por lo que Vera le llamó desde un principio Tosco, nombre que utilizó durante sus primeros entrenamientos como sparring de lucha en Monterrey. Pronto descubrió que tenía verdaderas cualidades para este deporte, y se dedicó en cuerpo y alma a perfeccionar durante dos años su estilo en la lucha amateur, apodado El Manotas. A principios de los años 50 dio el salto a la lucha profesional, según dicen las crónicas, derrotando, cubierto de sangre, a un tal Benny Arcilla. Después de curtirse unos años, un ojeador le facilitó sus primeras peleas en la legendaria Arena de México, donde formó pareja con Black Shadow, ya adoptando la máscara y el nombre definitivo, y ganando su primer título nacional en 1957.


Esa es la historia de sus comienzos como profesional. A partir de ahora, Blue Demon se fue convirtiendo poco a poco en el nº 2 de la lucha libre, porque llega el momento de hablar de Santo el Enmascarado de Plata, el mayor luchador mexicano de todos los tiempos. Santo y Blue Demon se convirtieron en los Batman y Robin de la lucha libre, en una suerte de Bud Spencer y Terence Hill enmascarados, derrotando a todo Perro del Mal que se pusiera a tiro y participando conjuntamente en hasta 12 películas de lucha libre de la saga de Santo, y cerca de 30 en total, desde 1959. A partir de aquí es donde empezó su carrera como ídolo de multitudes y como sidekick de la más importante estrella del cine fantástico sudamericano. Y a espaldas de la galería, comenzó también una leve y oculta rivalidad con Santo. Una envidia sana y unos celos profesionales que los llevaron a pelear en varias ocasiones (en la realidad y en la ficción), teniendo a la audiencia permanentemente dividida y debatiendo sobre quién de los dos fue más grande.

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5. HULK HOGAN

Ha llegado el momento de hablar de Hogan (Terry Bollea, n. 1953). El ídolo de masas, el luchador que a todo el mundo le viene a la cabeza cuando se habla de wrestling norteamericano, y concretamente, a los españoles, cuando se piensa en Pressing Catch. El seis veces campeón del mundo de la WWF. Profesional desde 1978, y actualmente (como también dije en otro momento) protagonista de su propio reallity-show televisivo, retirado y viviendo de las rentas en un impresionante rancho de california. Luchador desde 1978, culturista con aspecto de pulcro vikingo, desde su salto a la lucha profesional en 1984 ha sido siempre el protagonista de todas las grandes batallas de la edad de oro de la lucha yanqui. Víctima de todas las trampas de los luchadores del mal, defensor de la justicia, amigo de todos los niños y superestrella mediática. Decir Hulk Hogan es decir MTV, es decir espectáculo, es decir “carisma” y decir “dólar”.

En solitario o luchando emparejado con Mr. T o el Poli Loco, este hombre lo ganaba todo encima del ring. Aparecía bajo los focos con un riff de heavy-metal, abrazando a los bebés, se arrancaba su traje amarillo y hacía frente a los insultos de malvados rudos rapados que molaban bastante más. Era como una estrella del rock, un auténtico héroe agradable y puritano... Pero he sido benévolo con él y le he puesto entre los cinco primeros, porque en realidad a mí Hulk Hogan dejó de gustarme hace mucho tiempo. Cuando yo todavía era un niño y él coleccionaba cinturones de pedrería, era demasiado bueno, demasiado listo, demasiado sufridor, demasiado víctima. Y eso da mucha rabia. Además era un cuarentón, y el pañuelo permanente en la cabeza era más prueba de una ingente calvicie que parte de un disfraz. Quizá por eso trató de reciclarse como un Amo del Mal a mediados de los 90, en la liga paralela (la World Wrestling Corporation), peleando como Hollywood Hogan y ganando otro porrón de títulos.


Esto de la lucha libre profesional, con señores disfrazados en vistosos colorines, música de fondo, batallas guionizadas, sillas de cartón piedra y botellazos de pega, es por supuesto, como venimos viendo, un puro espectáculo. A menudo tiene más de teatro que de deporte. Y el salto al cine era cuestión de tiempo para Hogan. Apareció as himself en “Rocky 3” (1982), “Gremlins 2” (1991), “Espía como puedas” (1996), “Los teleñecos en el espacio” (1999), como protagonista en tristes subproductos de acción (“Lucha sin límites”, de 1989 o “Suburban commando”, de 1991...), en El Equipo A, Vacaciones en el mar, Los Vigilantes de la Playa, Walker Texas Ranger... Y como ya hemos visto, en estos tiempos que corren en los que en TV todo es realidad-fictificada, no sólo vive de las rentas, sino que es el protagonista de esa cosa tan tonta que se llama Hogan knows best.

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4. ANDY KAUFMAN

El caso de Andy Kaufman es único en su género. Aparece aquí por la pasión que tengo por él, no por su importancia real en el mundo de la lucha libre; pero tiene su parcelita en esto que venimos hablando. Andy fue uno de los más grandes stand-up comedians de los Estados Unidos. De esos que cuentan chisposas anécdotas sin más ayuda que un micrófono de pie y un foco, delante de un público adulto, en bares nocturnos. Con un redoble de charles al final. Lo que en España siempre hemos llamado “cómicos de taberna”, y de un tiempo a esta parte se conoce como Club de la Comedia a partir del dichoso programa, tan de moda ahora en el canal Paramount Comedy. Pues todo esto en Estados Unidos ha sido siempre una cuna de humoristas y actores cómicos, un subgénero del que han salido centenares de estrellas (desde Eddie Murphy hasta Jerry Seinfield), bien asentado en la cultura yanqui desde los años treinta. Y Andy Kaufman es uno de los más famosos de todos los tiempos, ya que basó su efecto cómico en sorprender y provocar al espectador. Como bien cuenta el biopic de Milos Forman “Man on the moon” (1999, protagonizado por un Jim Carrey expléndido, como siempre), era capaz de sentar entre el respetable a un colega suyo como Bob Smuda, y humillarle e insultarle hasta que la gente, engañada y ajena al montaje, se volviera loca y no supiera dónde meterse. O de salir en televisión en horario de máxima audiencia, en su mejor momento de fama, y limitarse a estar ahí mirando a la gente hasta que le echaran a tomatazos. Un provocador, un maestro del despiste, heterodoxo seguidor de la máxima “lo importante es que hablen de uno, aunque sea bien”. Será recordado principalmente por su papel del emigrante Latka Gravas en la serie Taxi, durante los 80. O por su casi enfermiza segunda personalidad, su particular Mr. Hyde, el grosero e insoportable crooner Tony Clifton. O como también apunta la cinta de Forman, porque fue capaz de crear una leyenda urbana acerca de la veracidad de su muerte el 16 de mayo de 1984 (de un extraño cáncer de pulmón a los 35 años), leyenda que de vez en cuando resucita cuando aparece alguien que asegura ser él y haberle tomado el pelo a todo el mundo durante veinte años.


Pulsa para ver una de sus legendarias actuaciones

En fin, todo un personaje cuya vida merece ser recordada de vez en cuanxo. Y en cuanto a lo que nos atañe, resulta que en 1978 se le ocurrió una nueva excentricidad: sabedor del odio que despertaban sus violentas actuaciones entre el público femenino, se transformó en un nuevo personaje, el Campeón Mundial de Lucha Mixta. Retaba a cualquier mujer que quisiera enfrentarse con él en el ring, derrotando siempre a todas. Esta fetichista y machista hazaña desembocó en el reto formal de un verdadero campeón de lucha masculina de Memphis, llamado Larry Lawler, que se enfrentó con él en directo en el Show de David Letterman, en 1981. Por supuesto, Larry le hizo polvo ante millones de espectadores, y Andy terminó insultándole y arrojándole la taza de café de Letterman. Se granjeó la enemistad de todo el público aficionado a la lucha, y un nuevo hito en su carrera de humorista iconoclasta. Si hacemos caso de la versión de Forman, todo esto no sería sino otra de sus trampas, de su extraña y provocativa manera de ver el humor, y en realidad estaría compinchado con Lawler desde el principio. En cualquier caso, Andy merece estar aquí por este pequeño gran episodio en el mundo de la lucha, por su brutal personalidad y carisma, y por hacer realidad ese sueño que casi todos hemos tenido alguna vez: enfrentarnos en el barro a todas las mujeres que pasan ante nuestros ojos.

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3. ANDRE EL GIGANTE

El tristemente fallecido André René Roussimoff nació en Grenoble, Francia, en 1948, y con ese tamaño no podía haberse dedicado en la vida a nada más que a la lucha libre o a los espectáculos de feria. Tuvo también varias apariciones en el cine, como veremos, por lo tanto podemos afirmar que hizo ambas cosas.


Afectado de agromegalia (vulgo gigantismo), su cuerpo nunca dejaba de crecer. De niño se trasladó con su familia a una colonia francesa en Montreal, Canadá, y pronto fue descubierto por el luchador Edouard Carpentier, que le catapultó a la fama de la lucha trasladándole desde el circuito independiente canadiense a la floreciente WWF en Estados Unidos. En el ring era una especie de La Masa color carne, que despachaba contrincarios como si fuesen mosquitos, y su técnica tuvo que ser depurada de manera inversa a la de la mayoría: para limitar sus efectos destructivos. Al principio era conocido como Monstruo Torre Eiffel o El Monstruo Roussimoff. Ya en Estados Unidos, el público iba enfervorizado a ver a este mastodonte al que llamaban La octava maravilla del mundo, mote inspirado en el mito de King Kong. En 1987 logró el mayor éxito de audiencia hasta la fecha, peleándose con Hulk Hogan en Detroit durante el WrestleMania 3. A pesar de su potencia y su fama, no obtuvo un cinturón de la WWF hasta 1989. Durante los años siguientes se fue retirando progresivamente de la lucha, compaginándola con el cine. Ya había aparecido en “The six million dollar man” en 1975, y en otras producciones menores como “Conan el Destructor” (1984) o “Micki y Maude” (1984), pero siempre le recordaremos como el gigante gentil de “La princesa prometida” (1987). La enfermedad siguió haciendo estragos en su cuerpo, y falleció de un ataque al corazón en un hotel de París el 27 de enero de 1993.

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2. EL ULTIMO GUERRERO

Quién no se acuerda de este personaje. Si Hulk Hogan fue durante los años 80 el ídolo indiscutible de la WWF, el más querido, el Rey Dimas del show, el Michael Jordan de la lucha, El Último Guerrero ha estado siempre a su sombra. En cuanto a fama y reconocimiento, probablemente esté por detrás de HH, pero en mi corazón y el de miles de aficionados siempre será el nº 1 del wrestling espectáculo norteamericano. Porque The Ultimate Warrior tenía una presencia y una ambientación con vida propia, una puesta en escena impresionante. Si el supercachas de Hulk Hogan es la quintaesencia del Sueño Americano, un WASP, ganador e ídolo de masas, El Último Guerrero cuenta como principal baza su background, su garra y el misterio que le rodea. Él representa a la América indígena, a la clase trabajadora, a los marginados. Dotado de poderes que entroncan con las tradiciones indias, probablemente heredados del mismísimo Toro Sentado, es un chamán, un espíritu animal, un alma libre libre, un mago en el ring. Con esa máscara, con las pinturas tribales, los flecos, las plumas y un cuerpo perfecto, como esculpido en la madera de un tótem ancestral.


Debajo del superhéroe con habilidades espirituales está la persona real. James Brian Hellwig, nativo de Arizona y criado en Indiana. Igual que pasa con casi todos los luchadores, tiene un pasado relacionado con el culturismo y los concursos de belleza. Entró a formar parte de la WWF a mediados de los 80, al principio como The Warrior o Dingo Warrior y posteriormente con el nombre que más le hace justicia. Siempre le recordaremos como un secundón, a pesar de haber derrotado al propio Hogan en la Royal Rumble de 1990 y defendido el título de campeón de la WWF en 1992. Se retiró a mediados de los noventa, y trabaja como escritor, preparador físico e invitado en convenciones de culto al cuerpo.

Quizá no esté en el Hall of Fame de la lucha y las generaciones venideras no le reconozcan lo suficiente. Pero para mí siempre será el mejor. Nunca olvidaré su “baile de San Vito” espasmódico, su hiperactividad y su potencia. Un filósofo místico y chamánico del ring, el de mejor traje y el más poderoso de cuerpo y de espíritu.

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1. SANTO, EL ENMASCARADO DE PLATA

Queridos y pacientes blogoespectadores, el viaje ha sido largo, pero por fin hemos llegado al nº 1. Ha sido una batalla encarnizada, una dura lucha a vida o muerte, al mejor de 50 caídas y en la que sólo podía quedar uno. Y ha sido él, el original, el inimitable, el ídolo de los niños, el dios de la lucha libre mexicana, el invencible Enmascarado de Plata, el que se ha llevado el cinturón.


Paseándose por los cuadriláteros desde 1934, Rodolfo Guzmán Huerta fue un aguerrido luchador semi-profesional que peleó durante casi una década con distintos alias (Enmascarado a secas, Hombre Rojo, Murciélago II...) y poco a poco se fue labrando un nombre y una personalidad, hasta que el 26 de julio de 1942 debutó en el Arena de México con la ya legendaria máscara plateada que le hizo ganarse la fama mundial. Fuerte, de gran técnica y ágil, se hizo famoso y llegó a lo que es hoy, principalmente por dos motivos: el primero de ellos, su carisma, su bonhomía y su limpieza en el ring, ajeno siempre a las tretas sucias y el sensacionalismo tan propio de este espectáculo; y en segundo lugar, por la coincidencia en el tiempo de su mejor momento de fama como luchador y el auge del cómic pulp y las retransmisiones televisivas de lucha libre. Durante los años 40 su figura traspasó la lona y se catapultó a los kioskos y televisores de todos los mexicanos, convirtiéndose en el astro más querido. Gracias al dibujante y editor José Guadalupe Cruz, el cómic mexicano tuvo a mediados de los años cuarenta una edad de oro a imagen de la que se estaba viviendo en el país vecino del norte, y en las páginas de aquellos gloriosos tebeos de color sepia empezaron a proliferar superhéroes en mallas, benefactores, imbatibles y carismáticos, pero sin superpoderes. Es la época del nacimiento de cabeceras como Kalimán y la propia de Santo. El cómic derivó en la fotonovela, subgénero casi exclusivo de los países latinoamericanos, y al llegar la década de los cincuenta, concretamente en 1952, sucedió: el director Chano Urueta rodó la película “La bestia magnífica (Lucha libre)”, la primera película íntegramente dedicada a la lucha libre dentro y fuera de la cancha. Tuvo un éxito considerable, y ese mismo año se rodaron otras películas como “El luchador fenómeno”, “Huracán Ramírez” y la mini-serie de tres episodios (post-editada para la posteridad en una sola película) “El enmascarado de plata”, dirigida por René Cardona padre.

La verdad es que la primera película de Santo no estuvo protagonizada por el auténtico luchador, sino por El Médico Asesino, pero al fin y al cabo no se quitaba la máscara ni en la ducha, y el campeón de la justicia ya estaba ahí. En 1958, cuando Santo seguía siendo la mayor estrella del cuadrilátero, estrenó las dos primeras películas con el auténtico Santo bajo la máscara: “Santo contra el cerebro del mal” y “Santo contra hombres infernales”. Las cintas tuvieron un enorme éxito de público, y el resto ya es historia: hasta su fallecimiento el 5 de febrero de 1984, rodó más de 50 películas, en las que se enfrentaba con recreaciones aztecas de monstruos del cine clásico, con mad-doctors de todo pelaje, asesinos en serie, extraterrestres o luchadores desquiciados. Dentro del cine de Santo se pueden descubrir casi todo tipo de géneros, casi siempre atendiendo a la moda imperante desde Hollywood. Siendo las películas que coquetean con el terror y la ciencia-ficción las que mejores resultados ofrecen para el que esto suscribe, Santo también pasó por ser una especie de versión de James Bond (rodeado de mujeres exhuberantes, aliado con inventores que le fabrican gadgets inverosímiles y enfrentado a organizaciones internacionales), formó equipo en numerosas ocasiones con Blue Demon convirtiéndose en una suerte de Starsky y Hutch chicanos (en películas repletas de acción, tiros y persecuciones), se subió al tren de las artes marciales en la época más gloriosa del cine de Bruce Lee, o viajó a países exóticos como Egipto, Marruecos o Turquía, como agente especial del gobierno mexicano, para colaborar con la policía allá donde fuese a parar. Es destacable también esta faceta “tintinesca” de nuestro campeón, que durante los sesenta y los setenta rodaba una aventura en cada país, compartiendo escena con actores y actrices de cada una de las naciones visitadas, internacionalizando al personaje, siempre dentro de un espectro minoritario.

Ya hablé en anteriores entregas de las grandezas y debilidades del cine de Santo. Para el no iniciado, y aprovechando la suerte que tengo de haber visto gran parte de su filmografía, recomiendo acercarse a alguna de sus primeras joyas de finales de los 50’s y los 60’s, como “Santo contra el cerebro del mal”, “Santo y Blue Demon contra Drácula y el Hombre-lobo”, “Santo en el museo de cera” y “Santo contra los extraterrestres”. En los años 70’s (el período de los viajes por el mundo) dejó algunas de sus pizas más camp, como “La venganza de la llorona” o “Las momias de Guanajuato”, altamente refrescantes. Y de la última etapa a color, quizá la más interesante sea “Santo contra el doctor Muerte”, rodada en España con Helga Liné de maciza invitada, que tiene uno de los guiones más redondos y... sensatos. Y la última virguería, “La furia de los karatekas”, que aprovechaba el tirón de la brucexploitation. Al mismo tiempo recomendaría alejarse de sus tropiezos más sonados, como la también mencionada “Santo contra los secuestradores”, “Santo contra Capulina” y tristemente casi toda su filmografía coetánea a color, con las excepciones mencionadas.

Santo debe ser considerado un superhéroe, un icono bizarro de la lucha contra el crimen, un astro invencible, que a pesar de la extraña relación que tuvo con el éxito (debido a la asignación de guionistas y la variada calidad de su producción) y a su serpenteante destreza según quién manejara sus hilos (en algunas películas es débil y muy humano; en otras vence a gigantescos titanes y monstruos legendarios sin sudar), tuvo en todas sus películas una personalidad arrebatadora, un corazón enorme, gran inteligencia y un carisma incomparable. Santo lanza un mensaje de justicia y fraternidad. Santo saca su arsenal de mamporros cuando secuestran al débil, porque un gran poder conlleva una gran personalidad y todo eso, pero ante todo Santo es un héroe. Más allá de aparecer en infraproducciones turcas de explotación junto a Spiderman y el Capitán América (en “3 dev adam”, de 1973) o que le saquen como extra en recientes basuras amateur (como la pestilente “Jesuschrist vampire hunter”, donde el intento de homenaje se queda en un insulto). No puede quedar relegado a eso. Santo merece mucha más gloria de la que ha recibido.

Porque la historia del Enmascarado de Plata, después de la irregular trayectoria cinematográfica, tiene un final triste. Son varios los intentos que desde mediados de los ochenta se han hecho de revitalizar al personaje, que lejos del homenaje quedan en agrias bromas. Que no merecen ni mención. Con El Hijo de Santo se ha intentado imitar la estela, e incluso se ha cometido la herejía de resucitar al personaje con otro fantoche bajo la máscara. Quizá algún día se le haga justicia, al menos a la altura de la que él impartió. Mientras tanto, nos queda su recuerdo, su memorabilia y su filmografía, que no es poca cosa.

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Se acabó lo que se daba. Espero que haya gustado. Yo he sudado y me he llevado unos cuantos moratones. Soy consciente de que me he olvidado de muchos luchadores legendarios, aunque creo que la lista es bastante representativa y lógica, y que he mencionado aunque sea de pasada a la gran parte de los luchadores legendarios. Para terminar el periplo y que todos queden contentos, me voy a limitar a enlazar otras, cinco, páginas, web, genéricas, de las que he sacado mucha información. Hasta el próximo combate.

Yo sobreviví a Mr. T y lo único que me traje fue esta estúpida camiseta

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