miércoles, 13 de mayo de 2015
"Pos eso" (Sam, 2015)
Sam Ortí (con permiso de Pablo Llorens) es el gran destacado del stop-motion patrio, uno de esos maestros del cine artesano que se fabrica modelando muñecos de plastilina foto a foto. Autor de piezas de fanta-terror cañí tan hermosas como "Vicenta", "Herminia", "The Werepig" o "El ataque de los kritters asesinos", fichado por los estudios Aardman, mago del audiovisual de relojero. El gran público sigue ignorando este filón que tenemos, a la espera de la próxima comedieta imbécil de triángulo amoroso con famosas, mientras que estos incombustibles talentos no cejan en su empeño por maravillarnos con su prestidigitación, originalidad y talento. Por fin este año Sam nos ha regalado su primer largo, una historia que mezcla terror gótico, gore, cachondeo y lo más infame de la sociedad española: toreros, folclóricas y analfabetos de mesa camilla. La trama básicamente narra un "El exorcista" en la España Profunda, con gran rendición también a la atmósfera de esa irrepetible joya que fue "El día de la Bestia", además de montones de guiños, en forma casi de sketches que hacen avanzar la historia, a todos los clásicos del terror y la ciencia-ficción que caben en hora y pico. En "Pos eso" podemos disfrutar del trabajo póstumo de dos monstruos de la interpretación como fueron Mariví Bilbao y Álex Angulo (repitiendo éste en su papel de cura urbano supersticioso y dispuesto a dejarse llevar por el Maligno, del clásico de Álex de la Iglesia), además de las voces de otras estrellas del cine español más decente; cada plano es una pieza de orfebrería, en el que detenemos mentalmente la acción para cotillear en los detalles de los dioramas, y fascinarnos ante la brujería de la plastelina en movimiento (pena del abuso de cgi que rechina un poco en un par de escenas); secuencias de sexo, sangre, violencia, humor negro y un devastador mensaje contra la estupidez de los medios de comunicación van armando este maravilloso y entretenidísimo juguete viviente que ya está vendimiando premios en festivales extranjeros, mientras que sólo ha conseguido apoyo para estrenarse en un par de salas pequeñas en cada capital de provincia. Yo fui al tercero de los cuatro únicos pases en el Pequeño Cine Estudio, y sólo éramos dos en la sala. Pese a las concesiones del guión al populismo torrentesco y algunos toques poco sofisticados y burdos a la busca, supongo, de audiencia mundana, el conjunto es tan sorprendente, brillante e incorrecto que nace con el estigma de obra de culto, a la espera del éxito millonario que tamaño despliegue de ingenio merece.
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