El libro de
"Los Modlin" se ha convertido en uno de mis objetos favoritos, y en la mejor lectura de lo que va de año. Estoy entusiasmado, fascinado con esta historia.
Reconozco que nunca había oído hablar de Los Modlin hasta que se les dedicó el reportaje en
Cuarto Milenio, hace tres semanas, creo. Estaba algo febril, así que ni siquiera le hice mucho caso a la tele, salvo que se hablaba de algo que había sucedido en Malasaña (mi barrio, donde vivo, trabajo y de donde practicamente no salgo) en torno a una familia de guiris extravagantes ya fallecidos. Fue durante los días siguientes cuando estuve buscando más información, viendo videos, empapándome un poco de esta historia tan asombrosa y difícil de creer. Y, supongo que como muchos otros, descubrí en internet que el autor de la investigación acerca de Los Modlin estaba a punto de publicar un libro, a través de un
crowdfunding de éxito ya finalizado. Empecé a seguir todo lo relacionado con Los Modlin, y recuerdo que en cuanto anunciaron que había algunas copias del libro en un par de librerías del barrio, me vestí y salí corriendo a la calle a por mi copia. Había caído totalmente bajo el influjo de esta historia. Y además el libro es muy bonito, un objeto precioso, como digo. Esta historia tiene mucho que ver con la fotografía, y está escrita por un fotógrafo profesional; el libro está lleno de fotos, y no esperaba mucho del texto. Y debo decir que la prosa de Gómez me ha sorprendido mucho y ha superado gratamente mis ya inmensas expectativas. Una maravilla.
Lo que pasó con Los Modlin es de no creérselo. Hace 10 años, a Paco Gómez (insisto, fotógrafo profesional y gran aficionado a las fotos y videos encontrados) le avisó un amigo de que alguien acababa de tirar a la basura una ingente cantidad de material gráfico y documental, en plena calle, delante del número 3 de la calle del Pez. Prácticamente enfrente del Palentino, y justo enfrente de la Casa de León. Entre todo ese material que se llevó a casa, había una gran cantidad de fotografías extrañas, en las que aparecían principalmente un matrimonio y su hijo adolescente, y generalmente en posturas muy extrañas, semidesnudos, en un salón de suelo ajedrezado. En ese momento comenzó la investigación de Paco, que pretendía convertirse en un documental y que ha durado prácticamente 10 años. El documental terminó siendo un cortometraje del que se apropió Sergio Oskman, y el trabajo de Gómez finalmente ha visto la luz de esta manera. Narrada en capítulos breves y repleta de imágenes (algunas del propio autor, volviendo al lugar de los hechos y reinterpretando el universo Modlin), el curso de la investigación, tan exhaustiva y obsesiva, es absolutamente absorbente, fascinante y maravilloso. Entrevistando poco a poco a todo el que pudiera tener cualquier relación, por mínima que fuera, con cada uno de los miembros de la familia, Gómez va avanzando en una trama asombrosa, y el desenlace es extraño y deslumbrante. Estamos ante tres personas interesantísimas. Margarent Modlin, la madre, se sabe la mejor pintora surrealista del mundo, aunque nadie le compra un cuadro; su marido, Elmer, mantiene a la familia (a la espera de que Margaret les haga ricos con su talento) a base de participar como actor secundario en películas tan diversas como
"La semilla del Diablo",
"Zorrita Martínez",
Curro Jiménez o
Embrujada; y el joven Nelson, casi huyendo de su familia, montó un emporio del doblaje y el sonido para cine, y su voz suena en aeropuertos y todo tipo de productos de audio. Los Modlin fueron amigos íntimos, más o menos, de mi adorado Henry Miller; se les puede relacionar con Dalí, con Franco, con sectas satánicas, con
Li'l Abner, con la bomba de Nagasaki o con la mítica presentadora de telediarios Olga Barrio. Y todo lo que rodea a su vida, todo aquello con lo que se va encontrando Gómez, parece sacado de una película. En ocasiones la lectura sobrecoge, en otras emociona, y a ratos asusta todo lo que salió de aquel cubo de basura poco después de que falleciera el último de Los Modlin malasañeros.
"Los Modlin" entusiasma como quintaesencia de la biografía de una troupe de (más o menos) fracasados y
freaks extravagantes y olvidados; entusiasma el talento extraño, misterioso, simbolista y surreal de Margaret en sus gigantescos cuadros y en sus fotos; y apasiona el cariño que el autor ha puesto en este proyecto catedralicio. Y personalmente necesitaba conocer a fondo y poseer esta historia como un fenómeno que tuvo lugar en mi
pueblo, a un minuto de mi casa. Una gozada.
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