Una magistral, tierna, rabiosa, sorprendente epopeya sobre un niño cabrón y sinvergüenza que se hace amigo de rebote del pringao de la clase: un buenazo, un desgraciado niño pera fruto del seno de una familia de la secta Plymouth Brethren (rama hardcore de la Iglesia Evangélica británica). Estamos en Irlanda, y asistimos pues al nacimiento de una amistad preadolescente imposible y desigual, una relación infantil viciada (en la línea de "El buen hijo", "Los 400 golpes", "El señor de las moscas", "Rebeldes"... o el episodio de los Simpson "La cita de Lisa con lo espeso"), en una buddy movie sobre el despertar a la vida de quien ha sido privado de infancia, y que además de ser iniciado en los placeres del hedonismo y el vandalismo, se sumerge de lleno en la Fantasía a través de la violencia audiovisual, cuando se ve expuesto accidentalmente, por primera vez en su vida, a las imágenes que salen de un "demoníaco" televisor; y éstas no son otras que la película "Rambo: Acorralado". Rambo se convierte en su primer y único referente cultural, algo hace boom en su cabeza y le despierta todo tipo de sentimientos y subversiones disciplinarias. Acostumbrado como estaba a garabatear cientos de personajes imaginarios a escondidas en sus libros de texto, como única vía de escape de su creatividad, a partir de ahora no le importará nada más en el mundo salvo suecar "Rambo" junto con su nuevo colega el rebelde huérfano gamberro. Por su parte, este otro protagonista, el díscolo, recibirá también por primera vez ciertas dosis de afecto y respeto, en una catarsis pubescente colorida, llena de aventuras, emociones y artesanía al estilo de su amigo Wes Anderson o de Gondry, con quienes comparte algo más que el imaginario visual. Durante la epopeya asistiremos también a la llegada al cole de un hipster en miniatura, gabacho y bastante repelente, que viene a representar y reivindicar el revuelo sexual de patio de colegio propio de estas edades en las que uno es el centro del mundo aunque nadie se de cuenta. Una joya.
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