Sigo vivo. Más o menos. Experimentando aquello tan profundo de que "hay muchas formas de morir, pero la más jodida es seguir viviendo". Atravieso los estertores de un domingo catastrófico, por el cual perdí el interés hace muchísimas horas, desde que saqué el pie de la cama o antes. La sobremesa no estuvo mal del todo, pero la cuesta final me está costando como avanzar Lavapiés arriba sobre muñones ensangrentados en pleno agosto.
Ha habido un cambio importante recientemente en mi casa. Tengo una tele nueva, plana, digital, tan grande como la lápida sobre la tumba de Fraga. Tal y como me temía, a veces mirarla de cerca se asemeja a contemplar un ripeo de
"Salida de los obreros de la fábrica" en Youtube ante la pantalla de un reloj de cuarzo. Los pocos canales con HD se ven demasiado bien (sin querer, el otro día contemplé un primer plano del rostro de Ana Rosa Quintana y creí desfallecer), pero por supuesto, en el cómputo global, esto es una gozada, un lujo, soy mejor persona ahora. La tengo colgada de la pared con un ingenio articulado, retráctil y giratorio. Ver cualquier puta mierda (la programación no ha mejorado, lamentablemente) es como pilotar el Enterprise.
Otra novedad en mi atribulada, trepidante y miserable existencia es que tengo conexión en el selular. Así que aquí ando ahora mismo, a un palmo de mi televisorazo nuevo (cariñosamente, Roxy C) que escupe alguna sandez, probando a ver si sé actualizar mi blog, ya que lo tengo muy abandonadito y él nunca lo haría.
Tengo montones de entradas pendientes, y algunas ya escritas, pero me niego a convertir esto en una obligación. Ya lo pondré al día en unas semanas, cuando me vaya de vacaciones a La Red. De momento voy a dejar constancia de que vi esta película, la primera que vi en el Roxy C, y que me moló mucho.
Un tipo y su novia discuten durante un largo trayecto nocturno interregional, cuando él cree ver, en un atasco, a una tía encerrada en el camión de delante. Un punto de partida cojonudo que se desarrolla a toda leche. Con efluvios de
"El diablo sobre ruedas" y con un estupendo "cabrón del campo", entre la road movie y el slasher clásico pero en la campiña inglesa y con las últimas tecnologías del terror (blackberrys que fallan in extremis, cámaras de seguridad, steady cams alocadas...) al servicio del sempiterno suspense hitchcockiano. Muy guapo todo en esta baratísima chorradilia de la Fantastic Factory.
Después de ésta, en sesión continua en laSexta3, me volví a tragar la maravillosa
"Candyman", en HD digital y pantalla grande, y fue la rehostia.
Lo que ha sido un infierno ha sido armar este post desde mi móvil. Me parece que no lo haré muy a menudo.
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