Me preguntaba a menudo qué tal estarían los libros de este tipo, que están siempre tan bien posicionados en las librerías, y que tienen tantos comentarios elogiosos en solapas y contracubiertas. Mira que suelo huír del mainstream como de la peste, pero me inquietaba el extraño fenómeno de esta especie de “Terry Pratchett para amas de casa”, que es como lo vislumbraba en mi cabeza. En la biblioteca no tenían su primera obra traducida, que sería lo lógico para abordarle, supongo, así que opté por éste. Durante la primera mitad del libro me sorprendí gratamente. Reía y pataleaba, con las desventuras del flacucho tendero al que le empiezan a pasar tantas y tantas cosas, y tan importantes, y cómo Moore sacaba oro de las situaciones más terriblemente dramáticas. Estaba enganchadísimo a esta novela, disfrutando como un enano, pero sinceramente la segunda parte (y la tercera, más breve) se me hizo un tanto pesada. El tipejo dejó de hacerme gracia, y a resultarme un poco cargante. Su humor dejó de parecerme tan fino y su prosa tan brillante, no sé por qué. Las páginas se despachan a toda velocidad, y en general creo que puedo decir que me entretuvo la lectura, suficientemente original y “refrescante”; pero algo había ahí que me costó mucho digerir. Algo viscoso, incómodo, empalagoso. Como si estuviese leyendo una y otra vez el mismo chiste, la misma metáfora disparatada, el mismo guiñito crítico, políticamente correcto y condescendiente, contados otra y una vez por un tipo un poco plasta y que va castaña durante una boda.
En pocas horas, pasé de disfrutar enormemente del “realismo mágico” de Moore, a empacharme de su “majismo alérgico”...
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