En el auditorio del CaixaForum está teniendo lugar una serie de conferencias relacionadas con el cómic. Asistí a la segunda de ellas (el teorizador italiano Gino Frezza, hablando un ratito sobre filosofía, jungismo y melancolía a partir de los tebeos de superhéroes; con traducción simultánea, lo que fue muy gracioso, me sentí como en un pleno de la ONU), y espero no perderme ninguna de las siguientes. El próximo martes el conferenciante será mi ídolo Jacinto Antón, y su charla se titula "Línea de fuga: Corto Maltés y la aventura". Y ayer caí en la cuenta de que no he leído nunca jamás un tebeo de Corto Maltés.
Desde niño he estado rodeado de tebeos serios. Crepax, Caniff, Altuna, Manara, Breccia, Moebius, Bilal, Lauzier, incluso el propio Hergé, todos esos incuestionables adalides de la historieta encuadernable me son familiares, pero los he pospuesto desde la tierna infancia, al considerarles, con desprecio, lectura paterna. Ahora me están apeteciendo muchos de ellos. No he leído nunca un tebeo de Tintín. Ni El Eternauta. De Moebius, solo leí El garaje hermético, y no me acuerdo de nada. Jamás he abierto una página de Juan Giménez (de Carlos sí, bastante) ni el resto de lo que en mi cabeza es el "entorno Cimoc", el cómic para adultos que siempre lo sentí bastante ajeno. Y demonios, vale que no reniegue, a mi edad, de la Escuela Bruguera, de la "línea tremenda", de la Fleetway o los superhéroes, que no hay por qué hacerlo, que todo es compatible; pero lo que es innegable es que ya soy adulto... Pues nada, que he empezado con Corto Maltés. Y por supuesto, estoy encantado.
No hay nada que yo pueda decir sobre Corto que no hayan dicho ya tantos mucho mejor. Yo lo concibo como una mezcla entre "Casablanca" y "En busca del arca perdida". Desde ese prisma me he acercado a su obra, después de leer un artículo estupendo de Umberto Eco que ampliaba un poco mi horizonte visual sobre lo que significa Corto Maltés: los libros que manejan sus personajes, las aventuras clásicas en Los Mares del Sur, lo fino que hila Pratt al desarrollar el carácter de los personajes, a medida que avanza la trama, la valentía al plantear determinados asuntos en los años sesenta. En este primer tomo de Corto, el propio protagonista no está muy bien dibujado; es decir, no se parece al Corto Maltés de siempre. Aquí está todo lo que vendrá después: piratas, tesoros, chicas monas (en este caso, una deliciosa Pandora, una niña en realidad, que los tiene locos a todos...), mahoríes, rufianes, náufragos, contramaestres; uniformes militares y atuendos folclóricos, embarcaciones, armas e incluso coordenadas realistas y fieles hasta el menor detalle. Aventuras clásicas, épicas, alrededor de un sinvergüenza pero noble buscavidas en los Mares del Sur.
Este primer tomo es en color. Pratt colorea con colores cartográficos, la historieta tiene finas pinceladas en tonos ocres, amarillentos, como un mapa viejo. Y como decía, está todo pero es algo diferente, desde el propio aspecto del de Malta. El trazo de Pratt, sobre todo a partir del siguiente tomo, ya en el blanco y negro que se recordará por siempre, es absolutamente magistral. Es lo que me pasaba de pequeño: que me ponía leer al Capitán América pegándole a Constrictor, sin disfrutar en realidad de la calidad gráfica de Byrne, por ejemplo. Ahora sí que tengo algo más de capacidad para valorar el dibujo de Hugo Pratt, y estoy completamente fascinado, con cómo retrata a los personajes con cuatro trazos aparentemente caóticos, cómo ambienta las historias, cómo te hace viajar por el mundo sin apenas decorados, sólo cuando es necesario. Hugo Pratt es algo así como el Howard Hawks del tebeo (no creo que lo de "maltés" sea casual, aunque en realidad no lo sé), y sus extraordinarias aventuras me tienen fuera de este mundo.
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