No quiero hablar mucho de este disco, que me pongo pesado, verborreico y desproporcionado, y me lío a hablar de las canciones de Tom Waits que tantas cosas representaron en mi absurda biografía. Tom Waits, con su vaudevil, sus gorritos, sus bailecillos, su voz de Cthulhu, con todo, con las barras de bar semivacías que sugiere, los abordajes piratas que sugiere, las largas noches de lluvia en Nueva Orleans conduciendo un Oldsmobile a la deriva que sugiere. Tom Waits está por encima de todo. Lo ha vuelto a hacer. Este disco lo ha vuelto a hacer, me ha volado la cabeza. Setenta años calza el cabrón y sigue dando lecciones de qué hacer en un disco y qué no hacer (todo lo demás), qué coño pintan los discos que están sacando los demás este año, si ya está él. Minimalista en la instrumentación, como siempre, con pocas cesiones a la sensibilidad poética y débil de sus primeros discos, donde apenas vuelve (aunque en realidad siempre ha estado ahí, en el Asylum, en la “noche del debutante” del tugurio prohibido atestado de borrachos lanzando mierda al escenario, esperando a la bailarina en top-less, como muestra en Face to the highway, en Pay me y sobre todo en Back in the crowd, pero ahora es él el que escupe a la patética audiencia), sino que se ciñe a la rabia y a las armas de fuego disparadas a bocajarro (Bad as me, Chicago, Hell broke Luce, Satisfied). Waits sigue la imponente senda que inició con ”Swordfishtrombones” hace ya mushísimo tiempo, con esas canciones que gotean y forman estalactitas en mi cabeza (esa base rítmica machacona que crea la atmósfera ideal; ese goteo que no sé si es una orquesta de txalapartas o lo hace con los dientes). No voy a hablar mucho más, porque yo no sé de esto. Reconozco que no he encontrado la canción que me lleve a la tumba de este disco, pero en conjunto es una Obra Maestra De Tom Waits como las demás, que escucho cada mañana de rodillas con los brazos en cruz.
viernes, 4 de noviembre de 2011
Tom Waits - Bad as me (2011)
No quiero hablar mucho de este disco, que me pongo pesado, verborreico y desproporcionado, y me lío a hablar de las canciones de Tom Waits que tantas cosas representaron en mi absurda biografía. Tom Waits, con su vaudevil, sus gorritos, sus bailecillos, su voz de Cthulhu, con todo, con las barras de bar semivacías que sugiere, los abordajes piratas que sugiere, las largas noches de lluvia en Nueva Orleans conduciendo un Oldsmobile a la deriva que sugiere. Tom Waits está por encima de todo. Lo ha vuelto a hacer. Este disco lo ha vuelto a hacer, me ha volado la cabeza. Setenta años calza el cabrón y sigue dando lecciones de qué hacer en un disco y qué no hacer (todo lo demás), qué coño pintan los discos que están sacando los demás este año, si ya está él. Minimalista en la instrumentación, como siempre, con pocas cesiones a la sensibilidad poética y débil de sus primeros discos, donde apenas vuelve (aunque en realidad siempre ha estado ahí, en el Asylum, en la “noche del debutante” del tugurio prohibido atestado de borrachos lanzando mierda al escenario, esperando a la bailarina en top-less, como muestra en Face to the highway, en Pay me y sobre todo en Back in the crowd, pero ahora es él el que escupe a la patética audiencia), sino que se ciñe a la rabia y a las armas de fuego disparadas a bocajarro (Bad as me, Chicago, Hell broke Luce, Satisfied). Waits sigue la imponente senda que inició con ”Swordfishtrombones” hace ya mushísimo tiempo, con esas canciones que gotean y forman estalactitas en mi cabeza (esa base rítmica machacona que crea la atmósfera ideal; ese goteo que no sé si es una orquesta de txalapartas o lo hace con los dientes). No voy a hablar mucho más, porque yo no sé de esto. Reconozco que no he encontrado la canción que me lleve a la tumba de este disco, pero en conjunto es una Obra Maestra De Tom Waits como las demás, que escucho cada mañana de rodillas con los brazos en cruz.
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