miércoles, 28 de septiembre de 2011

Jan - Superlópez nº 56: El virus Frankenstein (2010) / 57: El mundo de al lado (2010)


A estas alturas de la película, no sé quién es el potencial comprador y lector de Superlópez, pero intuyo que somos principalmente mi generación (y si acaso nuestros hijos): una caterva de treintañeros nostálgicos que sentimos hacia Jan un apego, una deuda, una ilusión y una fidelidad casi paternofilial. Seguimos acordándonos a menudo de las tramas y los diálogos que escribía Efepé y que Jan dibujaba, e incluso habrá quien aborrezca de alguna etapa del personaje. Yo sigo pensando que todos los álbumes de Superlópez son interesantes, y de una calidad extraordinaria, pese a sus tics, a su creciente y creciente afán pedagógico y su obsesión con el medioambiente. En unos álbumes resulta más pesimista, cínico, vitalista o esperanzado que en otros, pero el mensaje ya siempre está ahí, y siempre lo estará. Probablemente ya no veremos a Superlópez pegándose de tortas contra otros superhéroes surrealistas, ni enfrentándose a seres mitológicos, sino que cada nueva amenaza estará invariablemente relacionada con el daño que el progreso y la estupidez humana causan a nuestro planeta. Un mensaje ecologista, trascendentalista y enmarcado en el realismo filosófico, que a quienes tenemos los codos pelados de tanto leer y releer historietas de la vieja y entrañable Bruguera, se nos atragantan un poco. Pero el personaje de Superlópez tiene casi 40 años, no hay que olvidarlo, y es normal que el autor evolucione, y que quiera darle un sentido a su obra que la perpetúe, la adapte a los gustos de los jóvenes contemporáneos, y la dote de sentido, que sea una herencia útil que legar al mundo.
En el siglo XXI, algunas de estas obras de corte "social" de Jan se me han hecho realmente cuesta arriba. "Hipotecarión", "Politono Hamelín", "La feria de la muerte" o "El gran botellón" abusan de ese tufillo ecologista, condenatorio, disuasorio casi. Pero que nadie se lleve a engaño, porque su etapa "Pikágoras" está más que superada, y gráficamente estamos ante el esplendor del Jan artista, y sus viñetas no tienen nada que envidiar a la Era Dorada del barroquismo jacovittiano de "El Señor de los Chupetes" o "Laszivia". Y además, Jan sigue contando historias repletas de fantasía, que nos transportan a lugares imaginarios de una estética impecable. Incalculables son ya la cantidad de razas, especies, ciudades, planetas, sociedades, grupos sociales, estilos arquitectónicos, pictóricos, etc. que se ha inventado Jan, cada uno con su particular idiosincrasia, su estética, sus vestimentas, personajes, incluso lenguaje propio. Jan sigue siendo ese demiurgo que rompe fronteras y sigue sorprendiendo formalmente en cada nueva entrega. Y las aventuras de Superlópez siguen siendo un derroche de imaginación difícil de igualar, destacando, para quien no esté al día de sus historietas, obras maestras como "El patio de tu casa es particular" (donde Jaime y Superlópez atraviesan un vórtice en mitad de la Costa Brava que les transporta a la Catalunya carlista más bizarra), "La casa amarilla" (asombroso, hermosísimo homenaje a Van Gogh), "En busca del templo perdido" (puro folletín de aventuras ambientado en Madrid), "La biblioteca inexistente" (un álbum que podría haber publicado perfectamente en tiempos de "Al centro de la tierra")...
En el caso de "El virus Frankenstein", estamos ante una historia costumbrista, sin salir de Bilbao y "Parchelona", en la que tenemos una conspiración urdida al alimón por un extraterrestre (el Dr. Mengelele, rescatado de "Tras la persiana..."), Refuller D'Abastos y el Profesor Escariano Avieso, para enriquecerse a costa del cuento chino de la OMS y la gripe A de los cojones. Aprovechando la Patraña que se ha gestado a nivel mundial, inventan una cura que les sale por la culata, y convierte a quien la consume en un monstruito verde con la boca enorme. Es una de esas historietas más infantiles, didácticas y moralistas, cuyo principal acierto es el diseño de los afectados por el virus, que atiborran los bordes de las viñetas marcando las elipsis, un recurso que hacía años que no utilizaba. Visualmente la historieta es correcta (aunque todos los elementos sorprendentes están en la portada...), y el argumento se podría haber reducido a diez o doce páginas.
"El mundo de al lado", sin embargo, es una de las de cal. En pleno picnic por Banyoles, Juan López se despista y se encuentra un monumento en mitad de una rotonda, con forma de puerta. Gracias a sus superpoderes la abre, y aparece en una dimensión paralela a la nuestra, donde los recursos se han agotado del todo y toda la humanidad lucha por la supervivencia, en busca de un pórtico espaciotemporal que les lleve a nuestra propia dimensión, donde se supone que aún quedan recursos para algunas semanas. Una vez expuesto el mensaje ecologista, Jan despliega todo un universo inspirado en "Mad Max", con punkies marginales parásitos que ni trabajan ni buscan comida (nininis), magistrados crueles que se atiborran y tienen sometida a toda la población, soldados futuristas, sabios que habitan las estaciones de Metro abandonadas, paisajes desolados, decadencia social... Superlópez recorrerá el universo paralelo, presentando a un puñado de personajes inéditos y tratando de poner orden al caos post-apocalíptico de ese mundo vecino mimético en que se refleja nuestro presente.
Uno de los elementos que más llaman la atención del Jan del siglo XXI, es su costumbre de colorear los fondos con tramas, en lugar de colores planos, y añadir fotografías en las viñetas donde aparecen televisores, pósters, marquesinas, pintadas en las paredes, etc. Una vez acostumbrados al el extraño efecto que provoca esto entre sus narizones y decorados de siempre, el invento permite una relectura de los quince o veinte últimos tebeos de Superlópez que se convierte en una búsqueda no sólo de petisos carambanales, sino de referencias y detalles que pasan desapercibidos a primera vista. En "El virus Frankenstein", por ejemplo, sale el Capitán Hispania, 30 años después. Qué bonito...

Gente Pez (Jorge Iglesias, 2001)


No había visto hasta ahora este intento de muestrario generacional malasañero, y qué falta me hacía. Sobre el guión probablemente esto tenía cierto sentido, y gracia, e incluso se plantearía como un retrato necesario de ese periodo de entreguerras que sufrió el barrio. Pero la puesta en escena es floja, idiota y ha envejecido dos décadas en estos años. Lo peor de todo es el protagonista, un miniyó del cantante de Revólver que me la juego a que no había actuado nunca ni lo volvió a hacer. Luego la cosa va de unos coleguitas que comparten piso en la calle del Pez y hacen cosas muy de abuten, no pagan sus deudas, montan aburridísimas fiestas, se la juegan a sus inquilinos y acaban quemando el piso de su abuela. Hablan del Tupper, sale el barrio, suena pop noventero y casi follan. Pues vale. No es la peor de esta traza que he visto, supongo que estas españoladas contemporizadoras de bajo presupuesto tendrán su público y le entretendrán a alguien más que a sus artífices, pero a mí no.

La máquina de follar (Charles Bukowski, 1974)


No leía una línea de Bukowski desde BUP. Convertido en arma arrojadiza, casi en un insulto, un nombre con el que compulsar a otro escritor con desprecio y mofa a poco que éste escriba "polla" dos veces o cuente que se ha pillado un pedo por ahí; Bukowski, al menos en España, es un meme, un superventas que se sigue leyendo en secreto. Epítome del viejo verde, borracho, salido y pendenciero, confieso que yo mismo lo tenía por lectura de adolescencia. Me regaló esta edición tan mona Sara hace tiempo, un día que estuve saqueando su casa, y el otro día lo cogí y me lo leí del tirón, y me descojoné de la risa. Que conste. Qué fácil es menospreciar a este gran hombre desde la wifi, qué juventud tan desagradecida y acomplejada la nuestra, con lo que Bukowski se desnudó y se vació para nosotros, sin esperar nada a cambio. Cuánta pureza, cuántas risas, qué mal huele lo que cuenta en estos cuentos y qué poco le importaba todo. Qué estoicidad. Qué ejemplo para las nuevas generaciones. Y qué gusto da leerle, y decirlo abiertamente. Me voy a leer otro pronto, os jodéis.

El club de los suicidas (Roberto Santiago, 2007)


Me encantó esta película cuando la vi en su día, y una tarde de estas tontas me la puse otra vez a ver si es que estaba enamorado o drogado la primera vez; y sin embargo, confirmo que esta película me gusta. Que "para ser española, no está mal", y que de hecho es entretenida, redondita, misteriosa, intensa. Lo que menos me gusta es los golpes visuales que le robaron a "El club del suicidio" (2002), que es como se tituló aquí el tremendo, impactante gore de Sion Sono, esa silueta humana pintada en la acera como presagio y símbolo de la locura que atenaza a la sociedad toda en la japonesa, y que aquí sirve para desencadenar los créditos de apertura. Las similitudes con la versión japonesa, claro, no son muchas más. Ésta es una comedia española (pero en serio que se deja ver, lo juro), dirigida además por el recién consagrado autor de "El penalty más largo del mundo" (una estupidez mainstream a mayor gloria de todas y cada una de las estrellas televisivas del momento), que inspirada en la novela homónima de R.L. Stevenson (que además tienen el detalle de citar y mostrar) recrea cómo un grupo de desesperados incapaces de quitarse la vida por sí mismos, que se conocen en una terapia y deciden formar el club de marras y jugarse a suertes quién mata a quién cada semana, para irse quitando de enmedio poco a poco. Y poco a poco la comedieta se va oscureciendo hasta apagarse y tornarse una tragedia negrísima, visualmente hermosa y plagada de actuaciones asombrosas. Lo juro, que así es como la percibo. Es una de esas películas españolas, una cada dos o tres años, que de alguna manera me seducen y me atrapan. El portero de Aquí no hay quien viva está estupendo, y Luis Calleja y Juamna Cifuentes impresionantes, igual que Lucía Jiménez, Clara Lago y Cristina Alcázar, que además están muy buenas y no enseñan teta ni falta que hace (también aparece por ahí Manuela Velasco, qué más queremos). El triángulo amoroso de rigor en el cine español pasa desapercibido, es algo circunstancial y apenas se utiliza para el chiste final, cuando la trama se endereza y (no destripo nada) los personajes principales sobreviven, faltaba más. Algo tiene esta película que me turba, me emociona y me enternece, y me parece un espejismo en la comedia española de los cojones, que generalmente me saca de mis casillas. La archivaría en algún lugar entre el cine de Santiago Lorenzo y Álex de la Iglesia, ahí en medio entre el costumbrismo bizarro, el absurdo, el genio y la acción pura y dura de espíritu yanqui.
Después de ésta, Roberto Santiago rodó "Al final del camino", que dejo constancia de que me la vi también el otro día a ver si había algo, y menuda decepción. Pese a contar con casi el mismo reparto (sumando a Malena Alterio) y un mensaje esperanzador similar, ésta es una chorrada que no hay por dónde cogerla, que da vergüenza ajena y se basa en un guión ridículo y deslabazado, donde todo da igual mientras se haga camino hacia Santiago al andar.

lunes, 26 de septiembre de 2011

El jardinero nocturno (George Pelecanos, 2009)


El folletín sarcástico Público traía hace unas semanas, por 2,50 euros más, la novela más famosa de Pelecanos, uno de los escritores de novela negra y hardboiled contemporáneos más conocidos, y a la sazón famoso por ser "el de The Wire", uno de los guionistas estrella de la dichosa serie (y también guionista estrella de The Pacific, de Treme y seguramente también de los próximos mil pelotazos supra-testosterónicos de HBO). Alguien me la recomendó vivamente, y me tuvo atrapado exactamente durante dos días, dos días con la novelita como accesorio estético de aquí para allá, bien atento al negro sobre blanco, tratando de ayudar a Gus Ramone y el resto de ioputas del Departamento de Homicidios de la policía de Washington D.C. a desentrañar el misterio del "jardinero nocturno". Éste no es otro que un asesino serial que sodomizó, dio muerte y a continuación arrastró hasta un jardín de zona residencial a tres adolescentes en 1985, adolescentes cuyo único crimen había sido ser bautizados con nombres palíndromos y vivir entre negratas. La novela arranca y termina en 1985, pues. Allá conocemos a Gus Ramone, el protagonista, un madero casado con una negra y con un hijo que ahora, veintialgo años después, es un adolescente negrata aunque no palíndromo; a Dan Holiday, que por entonces era su compañero de patrulla (ahora Gus hace la ronda con una mujer llamada Rhonda [risas]; y Holiday conduce limusinas y se pone fino a vino), ambos recién llegados a las calles; y al legendario detective Cook, quien se encargó del caso irresuelto en los ochenta, y que a día de hoy, por supuesto, está obsesionado con el asunto, al hilo de dos nuevos asesinatos en D.C. con similar modus operandi. Holiday y Cook, ya retirados retomarán su relación dos décadas más tarde al margen de la ley, mientras que a Ramone le asignan el caso. Alrededor de los tres personajes irán apareciendo otro buen montón de maderos, profesores de institito, adolescentes, compañeros de barra de Dan Holiday, sospechosos, gentuza... Un incesante namedropping que es lo que me pone más nervioso de Ellroy y de la novela negra norteamericana en general. También me cargaron un poco las descripciones someras y aleatorias de todos los escenarios, donde Pelecanos hace uso de una especie de "sandwichera automática de descripciones vagas y directas" (supongo que un gaje de su labor como guionista de televisión). Pero como decía al principio, estuve absorto en la lectura durante esos días días libres míos, abierta a un palmo de mi cara sin soltarla allá donde fuera como si fuese Eddie Murphy fiel al vaso de agua hacia la daga de Ajanti, así que conseguí no perderme ante el despliegue de nombres de jodidos policías y otros ciudadanos sin personalidad ninguna, y que de paso no se me hiciera pesada la novela, sino estimulante y entretenida. Como curiosidad, diré que en la última página, encima, se hace referencia a "Evil live", palíndromo él, uno de los discos favoritos del asesino, y también de mí.

martes, 13 de septiembre de 2011

La boda de mi mejor amiga (Paul Feig, 2011)


Otra comedia gamberra con el sello de Judd Apatow, dirigida por Paul Feig (director de series de televisión como Freaks & geeks —Jake Kasdan, director de "Bad teacher", estuvo al frente del rodaje durante casi toda la serie; Feig se encargó sólo del último y decepcionante episodio—, Arrested development, Sabrina, etc.) e injustamente encasillada como divertimento exclusivo para amas de casa, que me ha gustado bastante. El principal motivo, por supuesto, es Kristen Wiig. Resplandeciente, sin fisuras, comedida, guapérrima. Ella es la protagonista central, aunque luego aparezcan las otras mariliendres del cartel, el grupo de damas de honor dispuestas a ofrecerle a Maya Rudolph la peor pre-boda imaginable. Kristen Wiig es una loser de campeonato, la mejor amiga de Maya, y aquí la cosa va de celos, en el momento que entra en escena Helen (la escultural Rose Byrne), una pija atolondrada que puja por el puesto de mejor amiga. A Kristen Wiig le va todo fatal, y la envidia y los celos la corroen. Como en toda comediarromántica que se precie, tiene un pretendiente encantador, que mataría por ella, el magnánimo agente de policía interpretado por Chris O'Dowd. La presencia de Chris O'Dowd o del maestro Matt Lucas aportan a la película una buena dosis de cachondeo y negrura british, y dejan bien claro que esto no es un remedo, ni siquiera una parodia de "Sexo en Nueva York", sino un desfile de incorrección, slapstick, desastre y humor grueso. No es un Apatow corriente, es cierto que el espectador al que va dirigido esto es femenino, con sus chistes sobre vestidos de boda y los tejemanejes de la jodida comandita con la machorra gordita (lo siento, pero digo no a Melissa McCarthy, que me ha resultado cargante de principio a fin) y las otras mujeres-florero, pero probablemente espantará a las manadas de ancianas y amas de casa que se acerquen a verla. Es una buddy movie extraña, larguísima, pausada, que yo me tuve que ver en dos días, pero Wiig lo vale. Sorprendente y entretenida, con sus dosis de nostalgia, romanticismo, loserismo y superación, para la aficionada media al SNL pero también para sus parejas.

Bad teacher (Jake Kasdan, 2011)


Elizabeth Halsey (Cameron Díaz) es un pibón que nadie sabe cómo ha llegado a maestra de una escuela de secundaria de Illinois, y pasa un año sin pena ni gloria, haciendo del trabajo en el colegio un simple pasatiempo mientras seduce y se casa con un millonario. En ese momento abandona las clases, y se dedica enteramente a despilfarrar la fortuna de su marido y fumar marihuana a escondidas. Pero ese mismo verano, el marido se entera de que sólo le quiere por su dinero (obvio), la manda a tomar por saco y Elizabeth no tendrá más remedio que volver a las clases. Su segundo año en la escuela JAMS es un quebradero de cabeza. Cameron odia dar clase, y se limita a poner películas a los alumnos durante todas las horas lectivas, mientras se duerme o se atiborra con las botellitas de whisky que esconde en el doble fondo de un cajón del escritorio. Ni siquiera se sabe el nombre de ninguno de sus colegas del claustro, ni mucho menos de los alumnos con quienes compartió todo el curso anterior. Ni le importa lo más mínimo. Ahora su único objetivo es ponerse unas tetas más grandes, y es que es verdad que Cameron Diaz está un poco plana. Necesita 9000 dólares como sea, y su sueldo es una miseria.
Hay un nuevo profesor en la escuela, un adinerado, atractivo y bastante imbécil Justin Timberlake, a quien pronto Cameron tratará de encandilar. Tarea difícil, porque el apuesto maestro se está quedando prendado de Amy Squirrel (Lucy Punch, "Hot fuzz" o "Conocerás al hombre de tus sueños", que aquí está increíble), la profesora perfecta, agradable, eficiente, cariñosa, divertida y tonta de capirote. Y por ahí anda también Jason "Marshmellow" Segel, el profesor de gimnasia, un encanto, que está enamorado de Cameron pero por supuesto ésta no sabe ni que existe. La troupe de profesores es un despropósito fenomenal. Ahí está la gordita acomplejada, el hippie cachondo (Dave Allen, el director del instituto de Freaks & geeks, genial, en un papel parecido pero más comedido y puntual), la ardilla insufrible Amy, el director estúpido amante de los delfines... Y la pandilla de chavales que intentarán acercarse a la macarra de la profesora cañón, que sólo piensa en sus nuevas tetas. Estupenda, incorrectísima y gamberra, comedia de desastres, palabrotas, apología del consumo y el poder de las tetas gordas, sorprendete Cameron Diaz a quien creía haber perdido para siempre en su mejor papel desde "Algo pasa con Mary", me lo pasé pipa.