Una de mis grandes obsesiones de la cultura de los EEUU, además de sus inabarcabes páramos habitados por fanáticos de la Biblia de pistola y autocine, muffler men y dinosaurios de cartón piedra en particular, es la ciudad de Nueva York durante los años 70 y 80, desde ésa que sale en los tebeos de Spiderman de Romita Senior, hasta la más jodida, la de las películas de Sidney Lumet o Walter Hill. He visto "The Warriors" cinco veces, y ya era un mito entre mis colegas cuando jugábamos al esconderite de pequeños. Y de pronto me encuentro con este documental, que no sabía que existía. Se trata de un retrato de la actividad pandillera en la Gran Manzana a finales de los setenta. Una ciudad, a juzgar por el director de "80 blocks from Tiffany's", plagada casi exclusivamente de chicanos y negros (el parecido entre el cartel de ésta y el de "West side story" no creo que sea casual) que se organizaban en bandas (Savage Skulls, Savage Nomads) y fueron parte activa de esta decadencia social y arquitectónica al sur del Bronx durante aquella década. Esto es como "The Warriors", pero entre toma y toma; como una versión adulta y reality de "Rebeldes". Entrevistas a macarras y delincuentes (a destacar al portorriqueño zumbado con casco de las SS, a la de las tetas gordas que se parece a Betty Rizzo, al proto-pimp "tío Phil" con una serpiente entre la manos o al negrito que tiene una esvástica gigante en su cuarto y colecciona memorabilia de culto a sí mismo) salpicadas de escenas de la vida real en los guetos, con miembros de bandas paseándose con sus chupas vaqueras tuneadas, lanzándose cosas desde las salidas de emergencia destartaladas o enfrentándose directamente con la policía. Un documento generacional irresistible. Todo es hermoso en este documento: las pintas que tienen, la forma de hablar, las pintas que tienen, su desprecio hacia lo establecido, las pintas que tienen, su relación con el consumo de drogas, cómo visten y se disfrazan, el auge de subculturas como el hip-hop o el squaterismo, los apodos personales y los nombres de las bandas, la ropa que llevan, las discusiones espontáneas ante la cámara, qué pintas tenían los jodidos que daban más risa que los Baseball Furies... Todo es impresionante y todo es real. Entre el Documentos TV de rutina de la época, y el "Mondo Freudo" escabroso para que la white trash viese a los negritos del barrio de al lado haciendo sus cosas raras.
domingo, 3 de julio de 2011
80 blocks from Tiffany's (Gary Weis, 1979)
Una de mis grandes obsesiones de la cultura de los EEUU, además de sus inabarcabes páramos habitados por fanáticos de la Biblia de pistola y autocine, muffler men y dinosaurios de cartón piedra en particular, es la ciudad de Nueva York durante los años 70 y 80, desde ésa que sale en los tebeos de Spiderman de Romita Senior, hasta la más jodida, la de las películas de Sidney Lumet o Walter Hill. He visto "The Warriors" cinco veces, y ya era un mito entre mis colegas cuando jugábamos al esconderite de pequeños. Y de pronto me encuentro con este documental, que no sabía que existía. Se trata de un retrato de la actividad pandillera en la Gran Manzana a finales de los setenta. Una ciudad, a juzgar por el director de "80 blocks from Tiffany's", plagada casi exclusivamente de chicanos y negros (el parecido entre el cartel de ésta y el de "West side story" no creo que sea casual) que se organizaban en bandas (Savage Skulls, Savage Nomads) y fueron parte activa de esta decadencia social y arquitectónica al sur del Bronx durante aquella década. Esto es como "The Warriors", pero entre toma y toma; como una versión adulta y reality de "Rebeldes". Entrevistas a macarras y delincuentes (a destacar al portorriqueño zumbado con casco de las SS, a la de las tetas gordas que se parece a Betty Rizzo, al proto-pimp "tío Phil" con una serpiente entre la manos o al negrito que tiene una esvástica gigante en su cuarto y colecciona memorabilia de culto a sí mismo) salpicadas de escenas de la vida real en los guetos, con miembros de bandas paseándose con sus chupas vaqueras tuneadas, lanzándose cosas desde las salidas de emergencia destartaladas o enfrentándose directamente con la policía. Un documento generacional irresistible. Todo es hermoso en este documento: las pintas que tienen, la forma de hablar, las pintas que tienen, su desprecio hacia lo establecido, las pintas que tienen, su relación con el consumo de drogas, cómo visten y se disfrazan, el auge de subculturas como el hip-hop o el squaterismo, los apodos personales y los nombres de las bandas, la ropa que llevan, las discusiones espontáneas ante la cámara, qué pintas tenían los jodidos que daban más risa que los Baseball Furies... Todo es impresionante y todo es real. Entre el Documentos TV de rutina de la época, y el "Mondo Freudo" escabroso para que la white trash viese a los negritos del barrio de al lado haciendo sus cosas raras.
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