«Ciertamente las cosas son más fáciles para ellos, ¿no es verdad? En aquellos días tenías que pelearte a puñetazos con tu padre para que te dejara el coche. Hoy se lo pides y él te dice ¿cuál de ellos? En los viejos tiempos te peleabas con tu viejo y cada uno sacaba los trapos sucios del otro, y él iba y te decía tienes que estar en casa a las 12 —y tú estabas en casa a las 12—. Hoy, los padres no se atreven a decirte a qué hora tienes que estar. Temen que no vuelvas. Tomarás ácido, te unirás a un grupo de rock and roll. El marcharse de casa no es como antes.».
Leía este párrafo haciendo cola para entrar en la boca del metro de Chamberí, la famosa "estación fantasma". Para los que son de fuera, resulta que entre dos actuales estaciones de metro céntricas (Bilbao e Iglesia) existió en tiempos otra parada, que fue clausurada en 1966 durante unas reformas, debido a que el túnel a su paso por ésta es curvo y tiene cierta pendiente. Desde que alcanzo a recordar, cuando era niño al pasar por ese tramo entre una estación y otra, miraba por la ventanilla del vagón haciendo pantalla con las manos, para ver el andén de la "estación fantasma", ese lugar abandonado y oscuro donde se decía que vivían indigentes devoradores de cocodrilos. Y hace menos de quince días, el señor alcalde inauguró aquí un "proyecto de rehabilitación histórica", lo que se llama burocrática y un poco ridículamente "Centro de Interpretación del Metro de Madrid", que no es otra cosa que un paseíto guiado por un breve tramo de pasillos asépticos, conservados tal y como se montaron en 1919, y una salida al andén, donde mágicamente después de una limpieza imagino que tediosa han aparecido un puñado de esos bellos y excitantes anuncios de principio de siglo, pintados directamente sobre las baldosas de las paredes. Para mí, que sigo en la fase anal, y que además vivo practicamente encima de este agujero interdimensional, ha sido una visita trepidante y evocadora, un fantástico viaje en el tiempo. Imaginad que a mí, como un bobo, como un mono detrás del panel de plexiglás observado por los viajeros del Metro que volvían del curro en ese momento, con mis gafas de sol del siglo veintidós y mi móvil 3G, hasta se me han escapado unas fotos con el móvil. Qué emoción, ver el logo del Metro (diseñado por Antonio Palacios, el mismo arquitecto de las primeras estaciones y autor por ejemplo del edificio de Telefónica, nos contaba la azafata, que tenía un cuerpo de escándalo, al menos ahora que la primavera me aturde) atravesado por la palabra "CHAMBERI". Aquí están las fotos que mejor han salido, que para ser con el móvil no están mal:
Qué bonito el logo, los carteles, los anuncios de época, el culo de la azafata, el sistema de iluminación, la Primavera, mi móvil nuevo...
A mí me mola el Metro. A pesar de que pensar en esa empresa me devuelve la imagen mental de Esperanza Aguirre, un ser que me hace llorar y patalear de rabia, y a pesar de que las estaciones nuevas recuerdan a pasillos de hospital faltos de camas, con una gente tirada y otra gente corriendo como si se anduviera desangrando. Como yo desde hace casi dos años sólo cojo el Metro con gusto y sin prisa, y realmente poco y jamás en hora punta, cada vez me gusta más. Y el paseo por el Metro del siglo de Oro es un punto más a favor. En Madrid además les ha dado por hacer espaciosmultimedia de absolutamente todo, y últimamente organizan horribles festivales de música, desfiles de moda y sobre todo puntos calientes de campaña electoral en las estaciones nuevas, luminosas y gargantuescas como el salón de plenos de la Estrella de la Muerte. Todo esto lo detesto bastante, pero hay que reconocer que las instalaciones impresionan, y le das una patada a una piedra y sale una estación nueva, que ya no saben ni qué nombres ponerles.
Lo que no me gustan nada son los trenes por dentro, que parecen salas de espera post-mortem, y si no hay alguna tía buena dentro más vale mirar hacia el suelo o ir leyendo "Los pilares de la Tierra", porque es muy deprimente. En ocasiones se pueden ven incluso zombies cortándose las uñas [©2006 Enderzillo], peleas entre ñetas y nazis, o punquetas con un radiocassette a tope y pinchándose los porros. Yo me acuerdo de esas ruidosas tartanas que hasta hace poco todavía atravesaban la línea 5. Eran mucho más románticas, con esa jaula bizarra para el revisor y los asientos de granito. De la higiene de los pasillos (qué histórico momento la reciente huelga de limpieza, durante la cual el slogan "Metro de Madrid vuela" fue transformado por el acervo popular en "Metro de Madrid huel'a mierda"), de la puntualidad, de los músicos ambulantes y de la gente-que-va-en-Metro en general, no voy a decir nada, que estaba muy contento yo hoy, leñe.
Otra cosa que sí está muy bien es la publicidad para televisión del Metro de Madrid que echan en el canal fascista local, que también recomiendo vivamente, sobre todo a los de fuera de la capital, que no habrán tenido ocasión de verlos. Los últimos, de la compañía McCann Erickson. Algunos son extraordinarios, puro arte:
Y basta ya de centralismo y de flema capitalina y de dar la tabarra, hombre por dios...
esa frase de "metro de madrí; te llevamos por dentro" me provoca algo que no sé si es espanto, repulsión o hambre... está re buena.
ResponderEliminaren méxico lo más cercano que tenemos a la divulgación de las bondades del metro es la nueva campaña de "En apoyo a la economía familiar el metro sigue costando 2 pesos" impresa en cada boleto... eso y que los viernes cierra hasta la 1 a.m.
Tus fotos me retrotraen a la época postlactante (de biberón, que no de teta) junto con el VITACAL y el TODDY O NADA (productos inverosímiles que hoy suenan a jurásico a las nngg) en que yo fui viajero por aquella estación que tú sólo concibes como espectro o como holograma gallardonesco.
ResponderEliminarEl METRO, entonces, era (como muchas otras cosas) inocente, ajeno a la divulgación cultural, a las pantallas BLADE RUNNER en medio de las vías, a los dos minutos de silencio programados por el Big Brother tras tal o cual atentado, a las performances, a la metagilipollez de la publiciudad alabándose a sí misma, y sólo se vivía como un medio de transporte para Rosendos Cebolleta y su prole.
Dudo que en el futuro que nos espera y merecemos, los simios hagan exposiciones retrospectivas sobre las instalaciones actuales, asépticas (abundo en tu apreciación) como hospitales sin un House que las redima.
Lo de "fascista" está de más: es darle más lustre del que tienen. Habla mejor de Orwell, de Huxley, de kippelización, de entropía, en una palabra.
Yo el recuerdo más antiguo que tengo del Metro es el ruido que hacían los carromatos de antes. Y los anuncios de Galerías Preciados, con teléfono sin prefijos.
ResponderEliminarFruno, sus posts son un carrusel de nostalgias.
ResponderEliminarSi, que bella esa estacion art noveau. Sin embargo no recuerdo con tanto carinyo los vagones de la linea 5. Tenian unos meros ventiladores y eran un horno de hojalata en verano.
Subterráneox, hoy en la sección catalana de El País el polipoético Xavier Theros publica un artículo que parece una secuela directa de tu post:
ResponderEliminarhttp://www.elpais.com/articulo/cataluna/Estaciones/fantasma/elpepuespcat/20080409elpcat_26/Tes
Y hoy en el OnMadrid viene un especial sobre la línea 5 incluida la letra de la canción de los Trastos. Contando con el tiempo que he pasado en la línea 5, ya que vivía en Ciudad Pegaso, me hace ilusión ese y este pequeño homenaje.
ResponderEliminarAhora lo veo más distante pero cuando me introduzco en sus vagones o voy por los pasillos no dejo de tener la misma sensación que antaño, a pesar de que los genotipos hayan cambiado tanto y el cubículo no tenga el sabor de los viejos asientos de madera.
Saludos y gracias por el Post, Ignacio
Manuel Alcover Valle ya señalaba en 1959 la "ley de la selva" que regía en el metro "madrilé".......
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