miércoles, 14 de diciembre de 2005

The Zaras


Mirad, os tengo que recomendar este disco, porque si no reviento: “S.R.O. in Las Vegas”, de The Zaras. Además, os voy a pedir a todos que os lo descarguéis o lo compréis o hagáis lo que sea lo antes posible para darle un tiento, varias oportunidades si puede ser; que lo mastiquéis despacito, porque está realmente bien y es de esos que ganan puntos y se van haciendo más poliédricos con cada nueva escucha.

El disco estuvo disponible en el Orfanato del Vinilo durante mucho tiempo, y seguramente esté en otros lugares. Me lo bajé en su momento, advertido probablemente por Boing Boing, PCL Linkdump o algún otro de los habituales descubridores de genialidad en la red. Todavía está disponible. The Zaras es un grupo norteamericano con un cantante y líder, Marino, de origen euskaldún. El resto de miembros son Julie, Kittie, Jesus, Anita y Toto, el de la mini-guitar. Anita, Marino y Toto cantan como los ángeles, y el grueso del disco tiene un sonido setentero psicodélico que tira de espaldas. Un órgano hammond casi perenne, una batería seca e incansable con un sonido muy retro, vientos, guitarras y por supuesto la mini-guitar.

Hay que aclarar que The Zaras es un grupo de versiones. Probablemente, por lo que se lee en la contraportada del disco y lo que ellos mismos cuentan entre canción y canción, son algo así como una orquesta de salas de fiestas, de esas que actúan en bodas, bautizos y comuniones, pero lejos de lo que tenemos aquí ellos hacen un rock ‘n’ roll festivo, original, trepidante y divertidísimo.

Tiene cortes frivolones como el primero, ese Spanish Medley que conglomera revisiones de La Bamba, Guantanamera, ritmos taurinos o el La la la de Massiel en modo garagero-pachanga; temas que recuerdan inevitablemente a bandas de la talla de Jefferson Airplane o el sonido Motown, en cortes como Celebrate o Morning Dew; un par de baladitas dulzonas para bajar el ritmo, My life y I got love; y una fantástica versión final, del Never can say goodbye de los Communards, que no sólo supera a la original sino que la pulveriza, la deja en pañales. Y unas cuantas sorpresas más.

Además de la música, como ya he dicho los Zaras comentan alguna cosa entre canción y canción, lo que ameniza un montón el resultado y además les humaniza y les muestra como cinco tíos cachondos y camaraderescos. Hacen bromas entre ellos, como abuchear a Marino por declararse jefe de la banda, o la continua y cansina petición de Toto para tocar su mini-guitar. Cuando por fin lo hace, en el 7º tema, se marca otro medley instrumental apoteósico, que incluye un sirtaki y otros ritmos exóticos.

Para qué enrollarse más. Este es el disco que más suena en mi casa ultimamente durante las partidas de mus y es una ferviente recomendación, a vuelapluma, en espera de grandes acontecimientos en este blog.
Escribir por escribir, para rellenar

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