«Cada vez que la ciencia revela un hecho nuevo y sorprendente, la gente dice al
principio que “no es verdad”, luego, que “va contra la religión”, y, finalmente,
que “siempre se ha sabido”.».
Louis Agassiz (1807 – 1873), naturalista suizo-norteamericano
Louis Agassiz (1807 – 1873), naturalista suizo-norteamericano
I. El mamut del siglo XX, el ciervo volátil y la almeja humana
En una ocasión, siendo yo todavía muy cani, mis padres me llevaron de visita al Museo de Ciencias Naturales. Concretamente, allí estaba teniendo lugar una exposición temporal que recuerdo vagamente,y que reunía algo así como “animales legendarios”, imposibles, únicos y sorprendentes, un paseo por supuestas maravillas de la fauna. Ya digo que tengo un recuerdo mínimo y borroso de aquella visita, pero salí de allí verdaderamente alucinado y confundido. He olvidado prácticamente todo lo que vi, excepto tres especímenes en particular, que me impactaron y que no creo que olvide nunca:
1º. El esqueleto completo de un mamut auténtico, montado sobre enormes alambres, que abarcaba casi toda la parte central del inmenso salón del museo. Supuestamente, era la osamenta auténtica de un animal encontrado muerto apenas una década antes, en algún lugar de la estepa siberiana. Junto al inmenso mastodonte, con el cráneo del tamaño de un utilitario y dos cuernos curvos y largos como dos farolas de autopista, había varios paneles y dibujos explicativos, que aseguraban que ese impresionante animal estaba sólo unos pocos años antes vivito y coleando, con la piel repleta de una tupida mata de pelo marrón brillante y atemorizando a los nativos. Recuerdo también como si fuese ayer que me entraron unas ganas enormes de subirme encima del bicho, que me parecía el columpio más grande de la historia.
2º. Un bambi disecado. Un bonito y grácil cervatillo en la postura que todos nos imaginamos a los cérvidos, apoyado en una peana. A primera vista, no tenía nada de especial; había que leer el correspondiente texto del atril para enterarse de que ese magnífico ejemplar había sido encontrado pastando en un bosque de Australia. Y que los científicos que lo encontraron tardaron meses en llegar a la conclusión de cómo esa especie concreta, que sólo existía en libertad en pequeñas colonias del África Central, había sido encontrado en Oceanía: la única explicación posible era que su cuerpo era inimaginablemente ligero, y algún ciclón o fuerte ventisca lo hizo viajar por los aires y lo depositó (vivo) a miles de kilómetros. Las subsiguientes pruebas efectuadas post-mortem determinaron que, efectivamente, el peso total de ese ejemplar de ciervo adulto no pasaba de los 200 gramos de peso.
3º. Y todavía me acuerdo de un tercer ser escalofriante, que me quitó el sueño durante muchas semanas, y que de haberme sido narrada su existencia jamás hubiera creído; pero al estar documentado en el mismísimo Museo de Ciencias Naturales de Madrid, en muestra oficial, su verosimilitud era incuestionable: una especie de vieira de gran tamaño que se encontró felizmente viviendo en un riachuelo a pocos kilómetros de su nacimiento alpino, y que además contenía... ¡una mano humana en su interior! Con su palma y sus cinco dedos, que se abría, se cerraba y se movía como estoy moviendo ahora mi mano derecha. Que me parta un rayo si miento, que aquello lo vi con mis propios ojos. Bueno, en realidad en el museo sólo había una fotografía del animal, con la explicación de su historia al lado. Pero no podía ser un truco. Quizá sí en una barraca de feria en la Long Island de principio de siglo, pero no en este prestigioso Museo, a mediados de los años ochenta.
Estas son las tres fascinantes bestias que han perdurado en mi memoria. Pero en aquella exposición había muchísimas otras maravillas, que el tiempo ha borrado de un plumazo de mi archivo mental. Quizá alguien que lea esto pueda corroborar que no me estoy inventando nada, que mi imaginación no me juega malas pasadas. Aquella fue una exposición que no se ha vuelto a repetir que yo sepa, y que como supe tiempo después (entonces no tenía conocimientos suficientes sobre la materia como para desentrañar qué había de científico y qué de forteano) aunaba algunos de los mayores decubrimientos en el campo de la Criptozoología. Fenómenos inexplicables, pero no inventados.
Y con este gárrulo texto os doy la bienvenida a la que será la saga de posts más larga en FRUNOBULAND hasta la fecha (que intercalaré con otras cosas), con unas 10 ó 12 entregas de información exhaustiva y (más o menos) seria. Un verdadero estudio en profundidad de lo poco que se sabe acerca de los críptidos más curiosos y famosos que existen (o que no). I want to believe. Espero que guste.
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