Voy a ir avanzando unas casillas hacia la meta en la sección ésta de los bares, que es un filón inagotable. Qué de cosas pasan en los bares, qué de gente se conoce, cuántas anécdotas podríamos glosar. Si es que es un no parar. Hoy, ocho por el precio de uno: BARES DE JUEGO / LUDOTECAS. De Madrid, y que yo conozca. Lo siento, soy así de limitadito.
Enseñas tu baza, cantas las veinte en copas, y llegas a Alonso Martínez. El más famoso, que lleva abierto unos cinco años y que goza de un fantástica salud, y sin duda conocerán todos los friquis madrileños que pasen por aquí, es EL LABERINTO (c/ San Mateo, nº veintitantos). No confundir con el Laberinto de Malasaña, otro lugar que está a tiro de piedra de éste, en el que sólo se bebe (sobre todo minis), se juega al futbolín y se escucha a los Blues Brothers, que también está muy bien. La principal pega de El Laberinto es que es complicado coger sitio. Es un lugar curiosísimo, en el que se apiñan decenas de personas para jugar a las cosas más peregrinas. Desde un sencillo mus, un Trivial, una Fuga de Colditz o un entrañable Risk entre palomitas, hasta algunos juegos que me parecen tan complicados como diseñar una central nuclear, con tableros grandes como mantas, cartas, fichas hexagonales, figuritas de resina, dados de formas imposibles y a veces incluso gente disfrazada que de repente se pone a levitar invocando a Cthulhu o a Saruman. Me parece un lugar fascinante y muy agradable, donde además dan comida, abren a todas horas (entre semana, de 5 a 11, creo, y los fines de semana hasta las tres de la mañana) y sorprendentemente es bastante barato. Los camareros son unos soletes, te enseñan a jugar a cualquier cosa, te dan ideas para pasar las horas, y hacen bromas todo el rato, aunque hay a quien eso le parece bastante cargante. Por si la enorme oferta de juegos de mesa fuese poco, además tienen ocho o diez ordenadores en línea para matarse virtualmente o visitar a Google (por esa zona me da miedo acercarme, que soy un ignorante en estas cosas, pero se factura por minutos, lo que es también un detalle), tienen una pequeña biblioteca con revistas y algún fanzine, e incluso un billar, de los pocos enteros que quedan por la zona. Eso sí: el camarero de barba y pelo largo se niega a mezclar su vino con cocacola para mí, punto en su contra.
De oca a oca, tiro porque me toca y caigo en Malasaña. En la calle San Vicente Ferrer hay un lugar muy conocido que se llama STAR CAFÉ. Aquí no se juega al rol ni hay ordenadores, simplemente es un sitio tranquilísimo y recogido, con poca luz y poco espacio, con muebles como de época y unos veinte juegos de mesa diferentes. Tampoco es muy recomendable confundirlo con el Star's Cafe-Dance de Chueca, una discoteca de ambiente donde se juega a otro tipo de cosas.
Si avanzas sólo unos metros, sin pasar por la casilla de salida ni cobrar los 10.000 petrodólares, el bar que está a la izquierda y que no recuerdo el nombre, lo siento, es un tugurio de viejos para zampar un bocata calamares a deshora. Pero lo que poca gente sabe es que si te adentras un poco hay otra sala, con comodísimos sillones de escay, una pantalla plana de televisión grande como las Meninas, y un aparador con un montón de juegos. Por alguna razón, la gente hace cola en el Star Café, y nunca hay nadie en este otro, que me parece más simpático y con el detalle curioso de que la camarera habitual es la hija del dueño, tiene ocho años, y si te descuidas se sienta a jugar con vosotros y os saca todo el dinero que lleváis encima con muchísima clase.
Sacas un cinco, y consigues salir de allí. Un poco más adelante, en c/ La Palma, haciendo esquina con la callejuela de Sta. Lucía, está LA CASITA DE MANUELA, un bar de copas que cierra tardísimo, y que tiene juegos de mesa corrientes y molientes y varios ambientes. Así, puedes echar un póker o una oca-limocho a las dos de la mañana, mientras unos chicos puestísimos bailan a cinco metros y en la barra la gente habla a gritos.
Has caído en la casilla de muerte, y te vas a cagar: en San Bernardo, hay un lugar que se llama GANDARIUS (c/ Sta. Cruz de Marcenado), que parece que ha sido construido alrededor del mundo de los juegos de mesa. Todas las cajas relucientes están colocaditas en compartimentos ad hoc alrededor de la barra, como si fuesen trofeos de caza. Hay cartas con instrucciones por las pareces y todo es brillante y de colorines. Cuando entras, realmente te sientes como una ficha de parchís. Pero es un sitio un poco desasosegante. Al principio, se agradece que el camarero sea tan detallista, que saca cada dos por tres un bol enorme de palomitas de gratis, pero pronto descubres que es una estrategia, que cuando los labios toman la densidad del corcho te das cuenta de que hay un cartel que dice que es imprescindible consumir más de x tragos, que hay ofertas y normas por todas partes, que el camarero trata a los juegos como a sus hijos, que te da la brasa todo el rato para que consumas y consumas, que te mira mal, que te cobra un ojo de la cara por cada bebida (los vasos también son de colores), que al salir te da un papelito con una consumición gratis por cada diez para la próxima vez... Lo dicho, que el mismo bar es cono un juego de mesa en sí mismo, y cansa. Hace mucho tiempo que no vamos.
Acabas de conquistar Alberta. En la calle Bravo Murillo, a la altura de Valdeacederas, hay otro bar que también se llama GANDARIUS, y que también tiene juegos de mesa, pero allí todo es más normalito, ponen samuis o perritos calientes y hay viejos hurgándose con palillos en la barra, como debe ser.
Envido a chica. El sitio más interesante en el que he echado una inolvidable partida de mus, aparte de en mi casa todos los jueves (leche, hoy es jueves, eso me recuerda que tengo que llamar a B.), fue en el restaurante EL GAMO de la Asociación Nacional de Caza o algo parecido, un lugar alucinante que hay en el Real Sitio (tachán) de El Pardo. Fui una vez con la familia a celebrar una onomástica, y no paré hasta que convencí a unos colegas para volver. Es un restaurante muy lujoso, muy rancio y con animales disecados por todas partes. Con muebles victorianos, enormes lámparas de araña y señores con bigote y pipa que se pasean por allí con rifles y salacots. Un lugar perfecto para que Willy Fog haga su apuesta con adinerados tipos con monóculo. En aquella impresionante mansión, alejándose un poco del comedor, hay una salita con tres mesas con su tapete, su reposabrazos y su contenedor de amarrekos, y uno se siente como un rajá degustando un bourbon y dejándose observar por el oso pardo y el lince disecados mientras hace sus apuestas.
Si te llamas Alfred E. Newman, sigue leyendo: del mismo corte, señorial y con olor a viejo, está la sala de juegos del CIRCULO DE BELLAS ARTES. Allí sólo he estado de observador, siempre que paso por allí subo a verlo. El CdBA es un lujoso palacio de cuatro o cinco plantas, en la calle Alcalá casi llegando a la Castellana, en el que se celebran bôites y exposiciones, lleno de señoronas burguesas y modernos gafapastas a partes iguales. Pues en la planta superior, como en una zona fuera del tiempo y el espacio, al atravesar una pequeña puerta en la que pone un discreto “sala de billar”, hay una fascinante colección de sabios ancianos jugando a tres bandas, al dominó o al mus, que uno entra y se siente como en un templo tibetano, entre una paz que sobrecoge. Yo quiero acabar mis días allí, jubilarme con estilo y echar la partida todas las tardes, todo el día.
Mientras me pregunto cuál es la capital de Georgia, me estoy dando cuenta de que esto de proponer bares con juegos es una tarea inútil. Prácticamente todos los bares sin gorila en la puerta y con mesas son perfectos para echar una pocha o un dominó, y si el ambiente es propicio, el camarero es anciano y las mesas robustas, un kinito entre quince. Encima, están los recreativos, los bingos y los casinos, que también cuentan como bares. Por no citar que en casi todas las tiendas de cómics montan competiciones de rol, que en el parque con unas alubias y una baraja se puede montar la de dios es cristo o que se está mejor en casa que en ningún sitio, jugando a las películas con un cubata entre los dedos. Si hasta en el coche aprendemos cientos de juegos para joder a papá cuando somos pequeñitos, no sé qué hacemos que no paramos de beber y beber y hablar del pasado todo el rato. Estos ocho son los que más frecuentamos, además del Bar de U2 o los bares kiniteros de los que hemos hablado en otras entregas, y cada uno tiene sus favoritos en su propio barrio, así que lo dejo aquí, envidando dos a chica y tres a pares, como los de Hontanares. Bares, qué lugares.
No hay comentarios:
Publicar un comentario