Sucede que nunca, jamás, había visto una película de Pedro Almodóvar. Lo confieso. Podía vivir con ello, sabiéndome bien todas las películas de Almodóvar y pudiendo hablar de ellas sin haberlas visto, formarme una idea del cine de nuestro Cliché Manchego Universal; pero tampoco había ningún motivo para no verlas. No tenía ni tengo nada en contra del sello Almodóvar, simplemente no me había puesto. Si había visto alguna, no lo recuerdo, estoy casi seguro de que no. Era virgen en Almodóvar, repito, lo digo abiertamente y ya está. No pasa nada. Tampoco voy al Museo del Prado aunque lo tengo ahí al lado, ni tengo foto delante de la Puerta de Alcalá, ni voy a Valencia a comer paella ni pido sangría ni nada de eso. Con Almodóvar, creo, me pasaba un poco lo mismo: sé que venden bocadillos de calamares en la Plaza Mayor, pero no voy a por ellos. Almodóvar estaba ahí y siempre estará, y necesitaba armarme de valor y paciencia y verme sus historias cualquier día, y ese día ha llegado. Me metí entre pecho y espalda siete de sus películas estos días, y seguro que cae alguna más, porque daño no me está haciendo. Lo que no voy a hacer es enrollarme mucho tampoco. Las estoy viendo, hago acuse de recibo, y ya.
"Hable con ella" me ha entusiasmado. Javier Cámara es un enfermero y un jodido inadaptado, virgen, de opción sexual indefinida, que vive con su madre hasta los cuarenta y tantos hasta que ésta fallece, y como no tiene nada que hacer empieza a vivir un poco. Y el destino, más o menos, hace que la mujer de la que está psicóticamente enamorado (Leonor Watling) desde hace años, caiga en sus manos, en coma, y le toque la papeleta de cuidar de ella en su cama del hospital practicamente 24 horas al día. Antes del accidente de ésta, Javier Cámara había tenido un par de conversaciones con ella, y ahora está tratando de abandonar la profunda soledad en la que andaba sumido y vivir su vida, la de ella, aficionándose a las cosas de ella: el baile, el cine mudo del Doré. Por otro lado está otro perdedor solitario y en declive, un periodista (Darío Grandinetti) que justo cuando está empezando una relación con una mujer torero (Rosario Flores) ésta tiene otro accidente y queda sumida en un coma profundo, en el mismo hospital, dos habitaciones más allá de la de la Watling. Cámara y Grandinetti forjarán una estrecha amistad, unidos por sendas mujeres en estado vegetativo. Todo es hermoso, lo justo de mariquitiqui, un tsunami de dramas y sentimientos. Las tetas de Leonor Watling aparecen en una escena de cada cuatro, y los flashbacks van conformando un puzzle claustrofóbico y asfixiante que por supuesto terminará en tragedia griega. Javier Cámara está soberbio, él y las tetas de Leonor hacen de ésta una película magistral y absorbente. Le doy un 8 o así.
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