domingo, 30 de abril de 2017

"Ladronas victorianas. Cleptomanía y género en el origen de los grandes almacenes" (Nacho Moreno Segarra, 2017)


Sigo fielmente todos los lanzamientos de la valiente editorial Antipersona. Ya he comentado otras veces que hemos coincidido en eventos de autoedición, cuando yo me dedico a ir con mi manta de fanzines de Libritos Jenkins o DATI, y que desde hace algunos meses tienen puesto fijo todos los domingos por la mañana en la Feria del Libro Anarquista del Rastro (en donde los punkis de Tirso, vamos), así que allí me fui hace algunas semanas a por su último libro, este hermoso y pulcro tomo de 250 páginas que incide en un tema que parece estar muy de moda: las sufragistas, el feminismo vintage, la revolución laboral de las mujeres. Además de la famosa película, Autores como Mary Talbot o Peter Bagge están sacando tebeos sobre paladinas laborales, se dedican exposiciones y hasta doodles a estas heroínas que la historia soterró, varios libros recientes han coincidido en tratar este rincón de la historia, y hasta la industria de la ficción televisiva española de vanguardia se inspira en el tema de moda.

"Ladronas victorianas" es otra vuelta de tuerca sobre ese papel activo y reactivo de la mujer en la sociedad a caballo entre el XIX y el XX, y al mismo tiempo una entretenidísima historia del nacimiento de los grandes centros comerciales, que supusieron el principio del capitalismo y el liberalismo salvajes, el gérmen de su desarrollo hacia el fin de la civilización, y cuál fue el papel de las mujeres en todo ello (en una época en la que las únicas señoras que podían salir solas a la calle eran las furcias y las delincuentas). Un ensayo centrado a priori en temas tan alejados de mis intereses habituales como la lucha de clases, la revolución industrial, el escaparatismo, el vandalismo ilustrado o la propia historia del feminismo (a mí que lo que más me gusta leer son tebeos de Pafman), no solo se me hizo terriblemente ameno y lleno de información deslumbrante, sino que a ratos me hizo reir a carcajadas, tal es el tono y el afán por "instruir deleitando" del autor. Deslumbra, también, la cantidad de información manejada, con cientos de extractos entrecomillados, titulares de prensa, panfletos, citas de libros y literalmente centenares de fuentes de la época consultadas, todas ellas sin salirse del tema central: el de las mujeres comprando en centros comerciales y reivindicando su papel de orgullosas paseantas sin marido o de revoltosas sociales. Especialmente alucinante, por ejemplo, conocer qué decía la medicina y la psiquiatría vintage en torno a este comportamiento de la mujer en libertad.


O el fascinante mundo de los frotadores y las palpadoras, el propio recorrido de los negocios de calle, la aparición de los escaparates o de las calles comerciales techadas que derivarían en los centros comerciales... En fin, una historia fantástica y (contra todo pronóstico y prejuicio propio, divertidísima), y otra joya de Antipersona que esta vez parece estar haciendo más ruido editorial del habitual (están en todas partes ya), más allá de los mercadillos y el underground, y bien merecido que lo tienen todo ello.

Por cierto, que un pensamiento me asaltaba todo el tiempo con este objeto tan fino y tan atractivo que han sacado: pareciera que "Ladronas victorianas" era un producto ideal para haber sido publicado por La Felguera. Y de haber sido así, probablemente hubiera sido un tocho lleno de splash pages, portada troquelada y llamativa, formato alocado, introducciones y prólogos diversos, y a un precio rondando los 25 euros; y sin embargo, los titanes de Antipersona lo editan de manera pulcra, sencilla, ilustrada y manejable, por 9 euritos (¡gastos de envío incluidos!). Estoy ligeramente decepcionado por La Felguera, y sus (maravillosos, imprescindibles, coleccionables, que sí) libros-objeto que uno necesita poseer encarnizadamente, pero cuyo contenido acaba siendo flojo y superficial (a veces) en favor del impacto visual. Con notables excepciones, a menudo abusan de la publicación de artefactos preciosos pero abiertamente mediocres... Tenía que decirlo, desde el cariño y la admiración. Mientras que Antipersona, en mi opinión, maneja referentes y objetivos similares y posee un espíritu y una filosofía casi idéntica, pero huyendo de ese hipsterismo formal y primando el contenido y la pasión por lo popular y la microedición honesta, humilde y sin fuegos artificiales. ¡Larga vida a Antipersona!

"Fantasma" (Laura Lee Bahr, 2015)


El género bizarro está desembarcado silenciosamente en España, gracias principalmente a la editorial Orciny Press, que promete irnos trayendo más historias coloristas y eminentemente extrañas. El bizarro es un género esquivo, post-punk, un cajón de sastre difícil de definir: historias de género pero que no casan exactamente con la ciencia-ficción o el terror, sino que podrían ser la traslación a novela del cine de culto más inclasificable; o la novelización de un manga de Suehiro Maruo, de un combate de lucha libre entre pingüinos, de un tebeo de Charles Burns, de una canción de Manos De Topo, de una peli noventera de la Troma... La novelización de lo exótico, surreal y a priori poco "novelizable". Es un terreno que lleva años practicando Palahniuk, por ejemplo, con sus últimas novelas ambientadas en un Infierno de colorines y llenas de humor extremo e inverosimilitud. Personalmente, la primer novela que leí de este asunto, y que me marcó muchísimo, fue "Automatanza", de Steve Aylett, un ejercicio de estilo fascinante explorando el bizarro mucho antes de que se hablara de la etiqueta bizarro (Aylett es uno de los referentes habituales que mencionan los autores de Eraserhead Press, la editorial americana que abandera todo esto; como se cita al propio Palahniuk, a Ballard, a Kafka o a Vonnegut). Y ya he recomendado en este mismo blog otras obras fascinantes de esta post-literatura.

Sin embargo, a pesar de las exploraciones inéditas que hacen en este tipo de post-ficción, y a pesar de lo que me maravilló la novela de Carlton Mellick III, primera obra que cayó en mis manos de Orciny Press, esta "Fantasma" de Laura Lee Bahr se me hizo algo cuesta arriba. Es una historia en la que destaca más la estructura que la propia trama, jugueteando con el narrador en primera persona, segunda y tercera (fue concebido inicialmente como una especie de "elige tu propia aventura", y como lector tienes un papel dentro de la novela, encarnado en un jovencito confuso) y con extraños saltos en el tiempo, trampas narrativas y despiste general. Con una protagonista que no sabemos si existe o no, si está viva o muerta. Ambientada en un presente distópico, está llena de reflexiones sobre el trabajo basura de oficina, el abuso de sustancias, la amistad en la era digital o el poliamor. El resultado es algo reiterativo y disperso, aunque interesante.

miércoles, 12 de abril de 2017

La hoja de Malasaña


Recientemente ha cumplido dos años La hoja de Malasaña, un boletín informativo que se puede coger y leer gratuitamente en numerosos locales del barrio. Ha sobrepasado el centenar de ejemplares, lo que es una verdadera proeza, un ejemplo de tesón. Eso es innegable. Como amante de la autoedición, la prensa marginal, la información alternativa y el papel en general, y como residente del barrio de Maravillas y (desgraciadamente) ligado permanentemente al gremio de la hostelería, supe de esta iniciativa desde el primer momento, y celebré su nacimiento con sana envidia, con enorme alborozo y expectación. Qué ingenuo era entonces...

Siempre soñé con hacer algo parecido, una "hoja parroquial" distribuida libremente por el "pueblo", de manera semi-clandestina, repleta de datos efímeros, información única, aportar mi granito de arena a la agitación cultural subversiva. En mi caso, fantaseaba además con un formato muy similar al de éste: un mero A3 doblado, en blanco y negro, desechable, para matar el rato en la cafetería. Que se distribuyera mediante una avioneta que arrojara el cargamento semanalmente, siempre a la misma hora los martes. Las posibilidades de este formato son inabarcables, y eso es lo maravilloso de la letra impresa. Soñaba con dar a conocer universos culturales soterrados, personajes misteriosos, información privilegiada, gossip de andar por casa, y por supuesto noticias hiperlocales, anuncios, el clásico compro-vendo-cambio, gatitos extraviados, etc.

Ha habido, por supuesto, otras iniciativas de este tipo en el barrio. Destacando la revista El Barrio que editaba con tanto amor, hará un par de décadas, gente muy ligada a la Asociación de Comerciantes que había en la Dos de Mayo. O el propio fanzine Malasaña. Y por supuesto, la definitiva apuesta hiperlocal digital de los tiempos 2.0, la maravillosa web Somos Malasaña, que ojalá tuviese un reflejo impreso coleccionable, porque el espíritu es el mismo y su labor es encomiable. El barrio también conoció iniciativas bizarras y definitivamente minoritarias, ligadas al chismorreo punk de risa que practicábamos los jóvenes de los años noventa, como Flujo o Ecos de Malasaña, "hojas parroquiales" combativas y que daban verdadera vida a la zona. En aquellos citados años 90, la añorada época de Malasaña La Vieja, la buena, la de verdad, la anterior al Nuevo Orden Triball, después de tomarte unos tercios por la ruta de los bares de rock volvías a casa con un Bola ocho, un Cretino o un Monográfico; o más recientemente, también es verdad, con un Bananas, una Vice un MondoSonoro. Por cierto, que a comienzos de este mismo 2017 nacía otro proyecto de fanzine de gossip y cultura extrema similar relacionado (de aquella manera) con el barrio: el misterioso TOC, que ojalá crezca y adquiera entidad.

El caso es que yo siempre he querido hacer algo así, juntarme con unos colegas y pergeñar una revista gratuita de información y cultura, sin ánimo de lucro, depositarla en un puñado de locales, formar parte del tinglado local. Incluso, un par de veces, nos hemos reunido varios interesados para hablar del proyecto. Pero es complicado, y corren malos tiempos para el underground. Por eso, descubrir La hoja me hizo tanta ilusión. Enseguida conocí a su responsable y me ofrecí para colaborar, pero no parecía haber mucho feedback ya entonces. Pero a mí me encantaba La hoja, y la guardé religiosamente semana tras semana, hasta juntar los primeros 50 ejemplares en mi casa; aunque, la verdad, realmente no había nada que me llamara la atención, el diseño es bastante mejorable (difícilmente se podría hacer más simplón), no hay nada que se pareciera remotamente a mi sueño de publicar una modesta revistilla semanal (si acaso, me hacía gracia la simpática sección por la que desfilaban algunos camareros habituales), y los terminé tirando a la basura. Y de un tiempo a esta parte, cada vez que veo el montón de ejemplares en algún sitio, me alejo de allí disimuladamente.

Primero, la publicidad se fue haciendo cada vez más invasiva. Sí, esto es algo lógico, inevitable, comprensible, plausible, dado que es lo que garantiza su supervivencia; pero en este caso los anuncios provenían de entornos del barrio que personalmente me son completamente ajenos (fiestas de osos en Chueca, la colección de locales del emporio del nuevo propietario del Rivas ocupando todas las páginas...), y encima muchas veces venían disfrazados de noticia, y eso está feo. Y los contenidos, cada vez me parecían más irrelevantes y carentes de toda originalidad: fábulas moralistas, un relato breve propio o ajeno, un apunte sobre una tala de árboles o una fiesta en un garito... En fin, poca relación con la cultura del barrio (y con la cultura posterior al siglo XIX en general), su historia, sus habitantes, nuestra cosas. Además, coincidiendo con la reapertura de las Bodegas Rivas y su patrocinio de La hoja, así como con el asentamiento del nuevo ayuntamiento progresista de Ahora Madrid, La hoja se ha convertido, literalmente, en un panfleto de información amarillista, maniquea y reaccionaria hasta el absurdo. No tengo ejemplares delante, pero como a menudo sigo atado a una barra, es casi inevitable que ojee sus titulares semana tras semana, y puedo asegurar que es auténticamente bochornoso.

El responsable de este supuesto "periódico semanal" está empeñado (legítimamente, vive Dios: que haga lo que le dé la gana) en hacernos saber lo sucias que están las calles de Madrid desde que Carmena es la alcaldesa, como si todos fuésemos gilipollas y los 24 años anteriores el barrio de Malasaña hubiese estado limpio alguna vez. Un alcorque roto, un bolardo torcido, un anciano que tropieza o una multa de tráfico se convierten en noticia de portada a cinco columnas, acompañada de un editorial en el que se relaciona con las vacaciones de Manuela Carmena en un paraíso vacacional (lo juro), con que los desahucios y la pobreza siguen existiendo (?) mientras que no sé qué concejal tiene tres pisos, o con cualquier ridículo cotilleo falso que ha soltado un twitero o el sinvergüenza de Eduardo Inda en la tele. Que la desastrosa chapuza del BiciMad de Ana Botella haya tenido que ser absorbida por el consistorio para el bien común, como no es un negocio rentable sino un bien social, ya tenemos conspiración. Que el ayuntamiento decida poner mingitorios públicos (la noticia más hermosa y emocionante que he leído jamás en la vida, a mí que me meaban en la ventana todas las semanas cuando vivía en un bajo; y que ahora vivo en una calle en cuesta que huele permanentemente a pis seis meses al año), es visto desde La hoja como un molesto desastre urbanístico. Que se exija transparencia al grupo Wanda o que se hagan consultas populares, son tildados de tinglados financieros a la altura de los del Albondiguilla, o muestras de nepotismo que dejan a Eurovegas como una broma. ¿Que alguien ha podado un árbol? Obviamente, es porque Carmena es una comunista cochófoba. ¿Que cierra una panadería tras 40 años de negocio? Fue Ramón Espinar, que se tomó una Cocacola. ¿Se le ha perdido un periquito por una azotea de la calle Espíritu Santo? La culpa es del nazi de Zapata o de las tetas de Rita Maestre. Y a continuación, lean esta coplilla de Jorge Manrique o este relato seriado que hemos sacado de un libro de Poe. Ese es el nivel.

Vale, tal vez estoy exagerando. Pero doy fe de que La hoja de Malasaña se ha convertido en buena medida en un panfleto propagandista anti-podemita, en pura basura pseudo-periodística sin relación con el barrio ni interés alguno para nadie en su sano juicio. Y aunque esto sea absolutamente irrelevante, que tan solo es un folio que de vez en cuando alguien hojea mientras espera a un colega sentado ante una barra, a mí personalmente me da mucha pena por la oportunidad perdida.


Actualización Puente de Mayo: este fin de semana son las fiestas autogestionadas de Malasaña, aquellas que el gobierno se cargó hace años literalmente a hostias. Hay varios escenarios por el barrio, un montón de actividades culturales, infantiles y para mayores. Ha coincidido esto con que la política madrileña está de lo más animada, con la entrada en prisión del Bolsas, su familia y amigos, o la dimisión de Esperanza Aguirre entre lágrimas, nada menos. Una situación absolutamente insoportable, un circo de corrupción sin precedentes... Pues el ejemplar de La hoja que se puede ver en los bares esta semana es este de aquí arriba. Alucinante. Una portada ridícula, un par de titulares que parecen salidos de la mente de un Paco Marhuenda drogado, otro escupitajo directo al ayuntamiento de Ahora Madrid manipulado y absurdo... Y de las Fiestas ni una palabra, claro. Una vergüenza lo del panfleto este asqueroso, que nadie necesita, que no informa de nada, que no tiene nada que ver con Malasaña y que parece un desahogo y una llamada de atención de su responsable, escritor con ínfulas. En algo estoy de acuerdo con el responsable de La hoja: en el barrio no nos merecemos que nos inunden con tanta basura.