
Esperaba bastante más de ésta, la película más aclamada de Pedro (hasta la siguiente), y aunque es bonita, más o menos me ha gustado, casi casi he llegado a sentir algo viéndola, y las actrices están todas extraordinarias, la historia me ha parecido una mamarrachada al servicio de una única idea: homenajear a la madre, a las madres en general, y a los padres travestidos. La peli está atestada de detalles inverosímiles, que salpican una historia absurda sobre una madre soltera que pierde a su hijo, y viaja a Barcelona a darle la noticia a su padre, a quien el niño nunca conoció. El padre es ahora un transexual, que acaba de dejar embarazada, cosas del destino, de entre todas las barcelonesas posibles, a la primera barcelonesa que la protagonista conoce en su visita. Las vidas de todas las personajas se entrecruzan y el juego de paralelismos y posibilidades entretiene mientras la cosa evoluciona y se deja ver. A todo esto, lloran mucho, sienten muchísimo y encajan noticias espantosas sobre hijos muertos en accidentes y portadores del SIDA.
Lo que más me ha gustado, una vez más, son los decorados y los detalles tan cuidados, los actores (todas soberbias, hasta Pé, y especialmente Antonia San Juan, una joya, lo único decente que la he visto, y además un descojono) y sobre todo ello la música de Alberto Iglesias, que es de una genialidad escandalosa, versátil y eficiente, aquí rendido al poder del drama, la intensidad y los bemoles. En definitiva, he pasado a través de “Todo sobre mi madre” muy atento y espectante pero a cierta distancia, de puntillas y como anestesiado, sin sentir ni padecer.
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